Allí, los judíos practicaron su culto hasta que los templos fueron destruidos, primero por el monarca babilonio Nabucodonosor, en el año 586 aec, y posteriormente por los romanos, en el 70 ec. Los judíos siempre han orado en dirección al Monte del Templo.
Los musulmanes también rezaron mirando hacia el Monte del Templo durante varios años, cuando Mahoma y su pequeño grupo de seguidores vivían en La Meca. Siguieron haciéndolo durante muchos meses después de emigrar a la localidad oasis de Yazrib (ahora Medina), en el año 622. Al principio oraban en dirección a Jerusalén porque Mahoma fue inicialmente un gran admirador de los judíos, de los que aprendió la mayor parte de lo que sabía. Pero en Medina descubrió que no se llevaba tan bien con los judíos de la ciudad, que se negaban a convertirse a su nueva religión.
De modo que, dieciséis o diecisiete meses después de emigrar, Mahoma tuvo la revelación de que los creyentes tenían que girarse unos 180 grados para mirar a la ciudad de la que habían venido la mayor parte de ellos, La Meca. En la oración del mediodía, la congregación daba la espalda a Jerusalén. La ciudad sagrada de los judíos ya no tenía el menor interés para ellos.
El Corán no podría ser más explícito en este particular. Mahoma no sigue la dirección de rezo utilizada por los judíos. La Kaaba, en La Meca, ha borrado cualquier pensamiento sobre Jerusalén y el Monte del Templo. En aquel entonces no había una sola roca o piedra, ningún árbol o construcción en Jerusalén que tuviese algo de islámico.
Pero para los musulmanes de hoy es justo al revés. No hay nada en Jerusalén que pertenezca a los judíos, y cada parte de ella –en especial el Monte del Templo y el Muro de los Lamentos– es y siempre ha sido islámica. Se la considera una de las ciudades más sagradas para los musulmanes, después de La Meca y Medina.
La reclamación musulmana sobre Jerusalén es, como mínimo, poco convincente. Un verso del Corán (17:1) habla de una expedición nocturna que hizo Mahoma desde la mezquita sagrada (en La Meca) a la “mezquita más lejana” (al masyid al aqsa). Comentaristas posteriores identificaron esa “mezquita más lejana” con Jerusalén. Pero no había ni mezquitas ni musulmanes en Jerusalén en aquel momento; de hecho, no había demasiados musulmanes ni mezquitas ni siquiera en Arabia. La actual mezquita de Al Aqsa, en el Monte del Templo, se construyó en el 705, setenta y tres años después de la muerte de Mahoma, en 632, y fue reconstruida varias veces a causa de terremotos. En el siglo XX ya estaba bastante abandonada. En una película de 1954 sobre la mezquita se ve su grave deterioro. Era obvio que no le importaba ni era muy valorada por la comunidad musulmana.
Y aún hay más. Durante siglos, los escritores musulmanes (y no digamos los historiadores y arqueólogos judíos y cristianos) han estado de acuerdo en que el Kotel, Muro Occidental o Muro de los Lamentos, era un resto del Segundo Templo judío, el que fue construido por Herodes y visitado por Jesús. En 1924 el Consejo Supremo Musulmán del Mandato Británico de Palestina publicó un folleto, titulado Una breve guía sobre al Haram al Sharif-el Monte del Templo, que confirmaba la judeidad del lugar: en la cuarta página, el resumen histórico dice:
Este lugar es uno de los más antiguos del mundo. Su santidad se remonta a los tiempos más remotos. Su identificación con el lugar del Templo de Salomón está fuera de toda duda. Este también fue el lugar, según la creencia universal, donde David construyó un altar al Señor y le hacía ofrendas sacrificiales y de paz (2 Samuel 24:25).
Según la Biblioteca Virtual Judía,
los primeros musulmanes consideraban la construcción y destrucción del Templo de Salomón un importante acontecimiento histórico y religioso, y muchos de los primeros historiadores y geógrafos musulmanes (entre ellos Ben Qutaiba, Ben al Faqih, Masudi, Muhalabi y Biruni) aportaron relatos sobre el Templo. También aparecen cuentos fantásticos sobre la construcción salomónica del Templo en ‘Qisas al anbiya’ [“Historias de los profetas”], el compendia [sic] medieval de leyendas musulmanas sobre los profetas preislámicos. Como escribió el historiador Rashid Jalidi en 1998 (si bien en una nota al pie), aunque no se cuenta con “evidencia científica” de que existiera el Templo de Salomón, “todos los creyentes de las confesiones abrahámicas deben aceptar forzosamente que existió”.
Desde hace algún tiempo, sin embargo, algunos individuos e instituciones musulmanas han empezado a decir que el Monte no tiene nada que ver con un templo judío, que dicho templo jamás existió y que el Muro de los Lamentos es en realidad el muro donde Mahoma amarró a su legendario caballo alado, Buraq. Por ejemplo, el jeque Taysir Rayab Tamimi, la principal figura religiosa en la Autoridad Palestina, afirmó con gran descaro en 2009: “Jerusalén es una ciudad árabe e islámica y siempre lo ha sido”. Asimismo, dijo que los trabajos de excavación llevados a cabo por Israel después de 1967 “no han logrado demostrar que los judíos hubiesen tenido historia o presencia en Jerusalén, o de que su supuesto templo haya existido alguna vez”. Tachó al primer ministro, Benjamin Netanyahu, y “a todos los rabinos y organizaciones extremistas judías” de mentirosos por sostener que Jerusalén es una ciudad judía; y acusó a Israel de distorsionar los hechos y falsear la historia con el objetivo de “borrar el carácter árabe e islámico de Jerusalén”.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio
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