Atardece en el Paseo Marítimo de Tel Aviv. Arena, olas, carril bici, librerías ambulantes, duchas, restaurantes, besos, raquetazos del deporte estival israelí (matkot), partidos de voleibol y fútbol, avisos de los socorristas, perros (tienen su propia playa en una ciudad declarada dog-friendly) y bikinis de vértigo componen el paisaje. El soleado marco en el que judíos, musulmanes, cristianos y ateos toman el sol, pasean, comen, beben, juegan, ligan, duermen y…no entienden la polémica del burkini al otro lado del Mediterráneo.
En el sur, varias mujeres árabes se bañan tapadas de pies a cabeza y no precisamente para evitar daños solares en la piel. Para ellas, es un verano más aunque saben que el interés especial por su prenda de baño se debe a la controversia social y política en Europa. «Esto no puede pasar aquí», nos comenta una palestina con nacionalidad israelí. No muy lejos, dos chicas judías se hacen fotos para enseñar en Facebook la escasa tela que tapa sus cuerpos.
Yasir y Naya Helal -matrimonio palestino llegado de Kalkilia (Cisjordania)- observan en silencio el impresionante ocaso en Tel Aviv. «No sé por qué Francia debe entrometerse en la ropa de una mujer. Si se pone burkini en la playa, ¿por qué hay que quitárselo?», pregunta Yasir mientras su esposa asiente con la cabeza ataviada con hiyab. Naya señala que nadie le obliga a ir así y que si algún día decide quitarse el velo su marido no le dirá nada. «Es una decisión mía», añade la palestina.
Tras comentar que en las playas israelíes no es posible una escena como la del policía y la mujer musulmana en Niza, Yasir indica que pudieron entrar en Israel porque los palestinos de Cisjordania de más de 55 años y las mujeres de más de 50 no necesitan permiso. El resto requiere una autorización de las autoridades israelíes, denuncia con tristeza a EL MUNDO.
Divididos por el conflicto israelopalestino y otros asuntos, judíos y musulmanes comparten la crítica contra la prohibición. Con la kipá (solideo judío) en la cabeza, Shmuel sale en defensa de las musulmanas con burkini. «Quizá todo esto sale ahora en Francia debido al ambiente provocado por el terror yihadista, pero yo no entiendo cómo se puede prohibir a una mujer vestir como desee», asegura. Responde así a la pregunta sobre la musulmana de la foto que dio la vuelta al mundo pero quizá piensa en las ultraortodoxas judías que también se tapan. Una playa situada al norte del Paseo Marítimo abre unos días de la semana sólo para mujeres, otros días sólo para hombres, mientras el sábado el público playero es mixto. Un islote del llamado «recato» religioso (musulmán o judío) lejos de las miradas masculinas en una urbe entregada con devoción al hedonismo. Contrastes bajo el sol.
Como cada verano, el francés es el idioma más escuchado en varias playas israelíes. A medida que avance septiembre y los turistas franceses judíos regresen a su país, el hebreo volverá a dominar las hamacas de Tel Aviv. Mientras apura los últimos sorbos de ‘vacances’, el abogado parisino Yohan Dahal aplaude la decisión del Consejo de Estado contra el veto del burkini en la localidad de Villeneuve-Loubet.
«La libertad religiosa es uno de los principios básicos de la República. El Estado no debe intervenir en la vestimenta de un individuo siempre y cuando no afecte a la seguridad», señala Dahal. Su amigo Joffrey Hodida cree que «hay que luchar con todos los medios contra el terrorismo islamista» y destaca «la convivencia y tolerancia en Israel».
Nicole confiesa que no le gustó ver la imagen de la mujer obligada a quitarse el burkini pero cree que debería prohibirse por ley su uso en el espacio público. «Si tú vas a vivir a un país, debes respetar sus reglas y normas. Que se ponga algo para recoger el pelo pero el burkini es demasiado», comenta esta parisina. Su marido interviene: «Me gustaría ver qué nos pasaría en Arabia Saudí si no nos comportamos como ellos establecen».
El nombre de Marina Solodkin no dice mucho a los jóvenes en las playas de Tel Aviv. Hace un lustro, esta diputada israelí-fallecida en el 2013 intentó sin éxito promover una ley contra el burka tras un viaje al sur de Francia. «No quiero que lo veamos en Israel. Es una especie de cárcel. No sólo daña la esencia de una sociedad moderna y los derechos de la mujer, sino que supone un problema de seguridad ya que extremistas pueden usarlo para acciones terroristas», afirmó entonces a este periodista.
Mientras compra un helado, el israelí Adam es rotundo: «Si un policía aquí ordenase a una musulmana quitarse el burkini, no quiero ni pensar qué dirían aquellos europeos que siempre critican a Israel y apoyan a Estados islamistas no democráticos».
Varios comentaristas señalan en la prensa local que la lucha contra el terrorismo yihadista no pasa por el burkini. Una caricatura del diario «Yediot Ajaronot» retrata este mensaje. El dibujo de Guy Morad muestra a un terrorista armado con un cinturón de explosivos y un machete preguntando a un policía francés en la playa de Niza: «Perdone, ¿quizá me puede recomendar una agradable cafetería en esta zona?». El agente, que está apuntando algo ante una mujer en burkini, responde sin mirarle: «Un momento, estoy ocupado ahora».
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