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| lunes diciembre 23, 2024

La mejor lectura


Rabí Daniel Ish Tob de Kiev dijo: ´´Mejor es leer trece veces el mismo libro que trece libros diferentes´´.

Sus alumnos lo miraron con asombro, pues se hallaban ante la casa del famoso Maguid de Karlin, cuya biblioteca era una de las más grandes y exhaustivas de la zona. Tanto que los eruditos de toda Europa y del Oriente venían a consultarla. El Maguid daba una clase abierta dos veces por año y, por un sistema parecido al de las responsa medievales, determinados maestros y algunos discípulos aventajados estaban invitados a participar en ellas. Al abrirse las puertas de la casa, un chico joven, vestido de negro, llevó a la comitiva de Rabí Daniel Ish Tob ante la presencia del Maguid. Subieron unas escaleras de madera oscura y llegaron al altillo en el que estaba la biblioteca. Las cortinas, de pana verde, estaban entreabiertas y detrás de ellas se insinuaba un prodigioso ventanal. Los libros, grandes y pequeños, parecían aflorar, flotar y superponerse unos a otros en un desorden ordenado. Junto a su mesa de trabajo-el Maguid era contable del Conde de Sverdluk-, el maestro los esperaba con una lupa en la mano.

Era un hombre de pequeña talla pero un gigante el saber. Tenía la levita abierta pues la biblioteca estaba caldeada por una salamandra de hierro fundido que despedía un resplandor rojizo sobre los escasos muebles, el sofá de cuero ajado y los anaqueles. Indicó a sus huéspedes que se sentaran, los saludó según la usual cortesía de la época y, a boca de jarro, preguntó:

-¿Cuántos libros hay en la Torá?

-Cinco-respondió Daniel.

-¿Y en todo el Tanáj?

-Treinta y nueve-dijo uno de los discípulos.

-Bien-sonrió el Maguid-.Si esos treinta y nueve no desprenden el rocío de vuestra resurrección, la luz de vuestro despertar, entonces podéis leer también estos que están aquí, a mi alrededor, y aún muchos más, e incluso así seguiréis dormidos.

-¿Y vos, maestro, habéis leído todos los libros que están en vuestra biblioteca?-indagó el menos tímido de los visitantes.

-Desde luego-contestó el Maguid-. La mayor parte de ellos sólo una vez, pero la Torá trece veces trece veces. De cada veinticuatro horas sólo duermo cinco. El resto, y en medio de mis ocupaciones habituales, le pido a mi corazón que lea por sí mismo aquello que le trae y lleva la sangre.

Los visitantes cayeron en un silencio provocado tanto por las palabras del maestro como por el leño que, consumido del todo, había desplomado, con un crujido sordo, sus restos de ardiente ceniza en el interior de la salamandra. El Maguid había leído la mente de su principal visitante, Rabí Daniel Ish Tob de Kiev, y éste estaba tan pálido que tuvo que apoyarse en el hombro de Rabí Nahum de Altaiis para no caer.  Más tarde, de regreso a sus respectivos hogares, uno de ellos comentó:

-El problema no es, me parece, leer poco o mucho, sino enseñarle a nuestra alma a leer cada una de las necesidades del cuerpo.

-Un hombre como el Maguid puede leer-dijo, por fin, el Rabí Daniel Ish Tob, con los ojos cerrados. La materia que le rodea se ha vuelto para él tan transparente y la Torá algo tan vivo que su mente navega en lo invisible como el sol en la noche de las distancias, sin perderse ni temer durante la expansión de su curso.

La cifra treinta y nueve coincide con el valor de la palabra tal ( l+ ), rocío. Agente que, según Isaías 26: 19, despierta a los dormidos pues procede directamente del Creador. ´´Porque tu rocío es  cual rocío de hierbas y la tierra devolverá sus muertos.´´ Por otra parte, trece es el número que se asigna a la palabra que nombra al Unico, ejad ( dx) ),y también el valor de amor, ahabá ( hbh) ). De donde amar el libro del Unico y ser amado por El es alcanzar la cifra veintiséis, valor del Tetragrama o Nombre Inefable ( hwhy = 26).

 
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