Como no pueden acercarse a Siria, ni asistir a los heridos en el Yemen, o llegar siquiera a Irak para ayudar a recomponer un país descuartizado por el odio, un grupo de mujeres autodenominado Women boat to Gaza, barco de mujeres hacia Gaza, ha partido desde Barcelona con la intención ayudar a los palestinos que, pobres, no reciben ni agua ni comida y sólo sufren los desmanes que les provoca el sitio israelí, bloqueo marítimo que las mismas Naciones Unidas determinaron que era legítimo. Legal por razones de guerra y enemistad profunda. Entre ellas viaja la activista sueca Malin Bjork y la doctora de Malasia-muy islámica ella con su cabeza cubierta-,Fussia Hassan. Una de las embarcaciones lleva el nombre de Amal, esperanza en árabe.
Se supone que la esperanza es para la gente de Hamás, no para el pueblo palestino de a pie, sometido desde hace años a una tiranía islámica que no ha logrado rehacerse, en lo que a arquitectura civil respecta, de los incontables destrozos de la última guerra. Se ocupan, entretanto, de los planes de la próxima contienda que, tal vez, sea para ellos la última. A la amarillenta luz de los túneles se adentran en lo siniestro con una esperanza falsa : creen que podrán por fin con Israel y el mundo árabe los apoyará, especialmente Egipto, empecinado, y por razones obvias, en darle la espalda al grupo que rige la franja. La flotilla de mujeres es, en realidad, peor y más descabellada que la del Mavi Marmara, de tan triste recuerdo. Obtendrán menos publicidad de la que buscan atraer y serán escoltadas hasta el puerto israelí de Ashdod, ellas y los próximos barcos que quizás les sucedan. El segundo velero de la heroica expedición se llamaZeitouna, olivo, en recuerdo de la rama de ese árbol que esgrimió el infausto Arafat, mediocre actor y peor líder.
Las activistas creen que porque son mujeres Israel será galante con ellas y las dejará entrar en Gaza. A lo mejor sí y a lo mejor no, aunque lo más apropiado sería que no. La verdadera manera de ayudar a Gaza y a los palestinos sería hacerles entender que Israel quiere la paz mucho más que ellos, que únicamente aman la muerte y el martirio que conduce a ella. Nunca tanta gente tuvo tantas ideas equivocadas. Pero antes habría que hallar el cerebro en sus cabezas llenas de pólvora, un receptáculo capaz de entender lo que más les conviene hacer. Resulta muy triste que en esta flotilla viaje una israelí enfurecida con su país y dispuesta a demostrarle al mundo cuál es la verdad de la situación en Gaza. Europa está tan llena de compasión que se la pasa ayudando a todo el mundo mientras en el interior de sus propias fronteras es incapaz de resolver problemas muy serios como la falta de futuro para sus jóvenes y la salida de la crisis económica. De hecho uno se encuentra con pilas de compasión por todas partes, como lo atestiguan los refugiados y fugitivos sirios, algunos de los cuales, en pequeñas bandas, se decían a violar mujeres en Alemania. Cosa que a las activistas del Amal y del Zeitouna no les preocupa demasiado estando Israel de por medio. A lo mejor en la próxima ocasión apuntan las proas de sus barcos hacia el Rhin, lo navegan, llegan a tierras germanas y se dedican a consolar a las violadas. De ciertas mujeres puede esperarse mucho, su capacidad de abnegación es ilimitada.
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