Si de un tema la gente se ha formulado al menos una opinión en su vida, es del conflicto Palestino-Israelí; mismo que en muchas ocasiones orbita en torno al bando con el que más se siente afinidad. Es normal: nos gusta el negro o el blanco, la pasta o los mariscos, el futbol o el básquet. Aunque para diversos grupos es necesario, en cuanto a las opiniones sobre el conflicto del Medio Oriente, medio orientarse, esto para que sus propuestas o posiciones vayan más allá de una respuesta a su antisemitismo visceral y se centren en ideas reales, viables y concretas.
Es quizá este el conflicto más mediático del mundo, y por esta misma razón el más complejo al momento de buscar soluciones y conciliaciones, ya que, en primer lugar, todos se creen acreedores de una cuota de verdad, y además para ambas partes existe una afinidad con la tierra que no obedece solo a adquisición de más territorio, sino al imaginario colectivo bajo el que se construye la identidad nacional de ambos pueblos y va más allá de simples concesiones e intercambios.
Uno de los temas más sensibles en esta larga noche en búsqueda de la paz, es el sufrimiento y dolor que las dos caras de la moneda padecen a diario, y para esto no hay opinión que valga, el drama humanitario está por encima de cualquier interés. Ambos pueblos han sufrido la opresión el uno del otro: el Estado de Israel, en su afán de llevar seguridad a sus ciudadanos por los recurrentes atentados terroristas contra población civil, se vio obligado a crear retenes, muros, y además allanamientos esporádicos a posibles sospechosos, los cuales en innumerables ocasiones no forman parte de ningún tipo de organización; mientras que las agrupaciones terroristas hacen de sus delicias secuestrando, apuñalando y arrollando civiles judíos en represalia por lo anteriormente mencionado y por la existencia del mismo Estado de Israel.
Pero el agravante y el detonante de esta problemática que parece no llegará a buen puerto -al menos por ahora-, estriba por otra razón: históricamente los líderes palestinos que han encabezado las negociaciones en el marco de la búsqueda de paz y resoluciones territoriales se han negado una y otra vez a firmar un tratado, pero no solo eso, en ninguna ocasión se ha presentado una sola contrapropuesta, la negación ha sido recurrente dentro de sus cabecillas: El Muftí Amin Al-Husayni rechazó la resolución que la Comisión Peel formuló durante el Mandato Británico en los años 30, cabe destacar que en esta resolución le concedían un 70% de territorio a los árabes de Palestina; Gamal Nasser se negó una y otra vez en la Resolución de Jartum de 1967 esbozando sus tres “No” (No paz, No negociaciones y No reconocimiento); Yasser Arafat rechazó cuanto plan se puso en sus manos y no se atrevió a mostrar una propuesta alterna; y hoy el mayor problema lo representan el vacío de liderazgos que lleven por los senderos de la paz al pueblo palestino; Hamas, organización terrorista que controla la Franja de Gaza, se encuentra en total discordancia con el hombre fuerte de Cisjordania, Mahmud Abbas.
Para ilustrar con un solo ejemplo la negativa palestina, y quizá dilucidar sus verdaderas intenciones, son los acuerdos de Camp David, los cuales fueron la mayor oportunidad de hacer la paz, y no solo ello, de la creación de un Estado soberano Palestino con Jerusalén como capital. El primer ministro Ehud Barak sorprendió a propios y a extraños cuando cedió en todas las petitorias de los palestinos: devolución de Cisjordania, control del Monte del Templo y una compensación por 30 mil millones de dólares para los refugiados de 1948. Arafat, se negó a firmar una y otra vez cada plan, tratado o propuesta que se le presentará, máxime si esta tenía como condición el reconocimiento de un Estado Judío. Pero nada de esto es suficiente, los líderes palestinos saben que si hacen la paz con sus pares judíos, los terroristas de Hamas los asesinarían.
Lamentablemente el manto que secundó a Arafat, fue otro “líder” del mismo corte negacionista y hermético;Abbas representa hoy el atraso y el retroceso en la búsqueda de una salida, su última intervención en la ONU anunciando la denuncia contra el Reino Unido por la declaración de Balfour y el llamado a los países de La Liga Árabe “a demandar al gobierno británico” deja entra ver que las ideas frescas y progresistas no son prioridad.
La resolución de este conflicto no pasa por ninguno de los dos pueblos, ni el judío ni el palestino, sino por la inoperancia del liderazgo de la representación palestina encabezada por Mahmud Abbas, y las organizaciones terroristas, lideradas por Hamas y secundadas por Fatah, la Yihad Islámica y Hezbollah.
******Profesor de Estudios Sociales y Educación Cívica
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