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| lunes diciembre 23, 2024

EL DERECHO A ALEGRARNOS


Simjat Torá es el punto culminante de un  ciclo que se inicia en Pesaj.

En Pesaj salimos de Egipto (Mitzraim), de nuestras limitaciones (meitzarim), pero hay muchos hermanos nuestros que siguen esclavizados por esas limitaciones.

50 días después, en Shavuot, recibimos la Torá, el plano maestro de Di-s para que le construyamos una morada en este mundo material. Pero hay muchos hermanos nuestros que no son concientes de esta misión.

En Rosh HaShaná coronamos a Di-s como Rey del universo y hacemos sonar el shofar para anunciar esa coronación. Pero hay muchos hermanos nuestros que ni siquiera están enterados de ese reinado.

En Iom Kipur Di-s perdona nuestras transgresiones y nos sella para la vida. Pero cuantos hermanos nuestros no saben que siempre hay una oportunidad de comenzar de nuevo.

Y de pronto llega Sucot. Acercamos a ese hermano alejado, lo ayudamos a salir de su Mitzraim, de sus limitaciones, le enseñamos que hay una misión que nos fue encomendada por la Torá, le mostramos el reinado de Di-s, le explicamos que siempre hay una nueva ioirtunidad para el que se arrepiente sinceramente. Y nos unimos todos con el lulav, tanto el erudito lleno de buenos actos (el etrog, citrón), como el simple erudito (el lulav, rama de palmera datilera), el judío siempre dispuesto para efectuar actos de bondad, aunque no es un erudito (el hadas, mirto) y aquel judío que no es estudioso ni tiene buenos actos (arava, sauce), y compartimos el mismo techo, la Suca, demostrando al mundo entero que los judíos, a pesar de nuestras diferencias, somos uno. Y gracias a esto podemos bailar con todas nuestras fuerzas y con toda la alegría en Simjat Torá.

 

Sintiéndose en Casa

 

La Torá ordena, «Durante siete días, moraréis en Sucot». Al definir esta mitzvá, nuestros Sabios manifiestan, «Debéis vivir [en la sucá] igual que vivís [en vuestra casa]». Durante los siete días de la festividad, todas las rutinas diarias de nuestra vida deben ser realizadas en la sucá. Como nuestros Sabios explican: «Durante estos siete días, uno debe considerar la sucá como su morada permanente, y su hogar como una temporal…. Una persona debe comer, beber, descansar… y estudiar en la sucá.»

Nuestros Sabios indican que «las mitzvot fueron dadas con el único propósito de refinar los seres creados»: al observar una mitzvá una persona se eleva a sí mismo y a su ambiente circundante. La mayoría de las mitzvot se concentran únicamente en aspectos limitados de nuestro ser y en dimensiones limitadas de nuestro ambiente.

Al ponerse los tefilín uno eleva su cabeza, su corazón, y su brazo, así como los artefactos de cuero mismos involucrados. En contraste, cuando una persona vive en una sucá, todo su cuerpo está rodeado por la mitzvá: hasta los aspectos más mundanos de su vida se convierten en medios de conexión con D-os.

El mensaje de la mitzvá de sucá no es independiente; influencia nuestra conducta todo el año siguiente. La Torá nos dice «conócele en todas tus actividades «; y nuestros Sabios comentan, «Éste es un versículo del que dependen todos los fundamentos de la Torá.» Ya que la Divinidad está presente no meramente en la sinagoga o en la casa de estudio, sino en toda dimensión de nuestras vidas. Este concepto es tangible en la mitzvá de morar en la sucá.

Infusión de espiritualidad en nuestro mundo material

Cuando uno cumple una mitzvá con objetos materiales, se establece una conexión entre ellos y la espiritualidad de la mitzvá. A partir de ese momento, son conocidos como tashmishei mitzvá («objetos usados para una mitzvá»). Ya que su conexión con la espiritualidad persiste, un objeto que ha sido utilizado para cumplir una mitzvá no debe ser usado luego para algo vulgar.

Hay una conexión aún más profunda entre los materiales de construcción usados para la sucá y las influencias espirituales asociadas con ella. Así nuestros Sabios dicen: «Al igual que los sacrificios son consagrados por amor al cielo,… así también, la sucá se consagra por amor al cielo.»

La sucá representa una fusión más profunda entre lo material y lo espiritual que la que es lograda mediante el cumplimiento de muchas otras mitzvot. En la mayoría de los casos, la conexión entre el objeto material y el efecto espiritual establecida a través de la observancia de una mitzvá no penetra en su totalidad la entidad material.

Por lo tanto, aunque debemos tratarlos con respeto, estos objetos no son considerados sagrados: no están totalmente unidos con la espiritualidad. La consagración implica que la entidad física se baña de santidad, y este vínculo más profundo es logrado a través de la mitzvá de morar en la sucá.

Nuestros Sabios asocian la mitzvá de sucá con unidad, como puede verse en la frase, «Tu sucá de paz,» y en la manifestación de nuestros Sabios de que «Todo Israel puede morar en una sucá.»

¿Por qué se asocia la sucá con paz y unidad? El pensamiento jasídico explica que el cumplimiento de la mitzvá de sucá arroja a este mundo una luz espiritual trascendente cuya revelación borra todas las diferencias entre los hombres y establece una igualdad fundamental entre ellos. Nuestro mundo se caracteriza por la diferenciación.

La mitzvá de sucá apunta a cubrir el mundo en un estado Divino de unidad que es, esencialmente, poco característico de este mundo.

Por otro lado, la unidad establecida por esta mitzvá resuelve las diferencias que existen entre la espiritualidad y la existencia material. Desde la perspectiva del mundo, las dos parecen ser opuestas. Desde la perspectiva de D-os, sin embargo, tanto lo material como lo espiritual son expresiones de Sí Mismo y pueden fusionarse armoniosamente.

La sucá esencial

Nuestros Sabios explican que al morar en la sucá merecemos la reconstrucción del Beit HaMikdash, como se implica en el verso, «Y Su sucá estará en Jerusalén.» La fusión última entre lo material y lo espiritual tendrá lugar en la Era de la Redención y en particular, en el Beit HaMikdash, donde la Presencia Divina será abiertamente revelada. Que esto tenga lugar en el futuro inmediato.

 

Preguntaron a Rabí Naftali de Rofshitz: “¿Dónde se encuentra el instinto del mal (ietzer hará)?” Les contestó: “En todo lugar que crean que él no se halla…”

 

¡¡¡JAG SAMEAJ!!!

 

 
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