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| domingo diciembre 22, 2024

Bereshit


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Di-s crea el mundo en seis días. En el primero crea la luz y la oscuridad. En el segundo forma los cielos, dividiendo entre las «aguas superiores» y las «aguas inferiores». En el tercero establece los límites de la tierra y el mar y llama a surgir a los árboles y los pastos de la tierra. En el cuarto día fija la posición del sol, la luna y las estrellas como señales para calcular el tiempo y como luminarias para la tierra. Los peces, aves y reptiles son creados en el quinto día; animales terrestres, y luego el ser humano en el sexto. Di-s termina Su trabajo en el séptimo día, y lo santifica como un día de descanso.

Di-s forma el ser humano del polvo de la tierra y sopla dentro de sus fosas nasales «un alma viviente». Originalmente el hombre es una sola persona; pero decidiendo que «no es bueno que el hombre esté solo», Di-s toma un «lado» del hombre, lo transforma en una mujer y los casa a uno con el otro.

Adán y Eva son puestos en el Gan Edén y se les ordena no comer del «Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal». La serpiente persuade a Eva de violar el mandato, y ella comparte el fruto prohibido con su marido. Debido a su pecado, Di-s decreta que el hombre experimentará la muerte, retornando al suelo de donde fue formado; y que toda ganancia vendrá solamente a través de duro esfuerzo y dificultades. El hombre es echado del Jardín.
Eva tiene dos hijos, Caín y Abel. Caín discute con Abel, lo asesina y se vuelve nómade. Adán tiene un tercer hijo, Shet, cuyo descendiente en la décima generación, Noé es el único hombre justo en un mundo corrupto.

NO EXISTE EL HOMBRE SUPERIOR

“Es un pobretón, un Don Nadie”
“Mi linaje se remonta…”
“Es negro (o amarillo, o rojo), no es como yo”
Y así podría seguir agregando comentarios que frecuentemente se dicen en forma despectiva al referirnos a quienes no tienen nuestro nivel económico, social o nuestro mismo color de piel.
El fantasma de la teoría del Hombre Superior (o la Raza Superior sigue rondando, como si no hubiéramos aprendido la lección que nos dejara el nazismo con sus descabelladas ideas raciales.

De pronto viene la Torá y nos dice que todos y cada uno de nosotros descendemos de una pareja original, Adán y Eva. De ellos surgió el género humano. Luego fueron surgiendo diferencias, algunas por el poder político, otras por el poder monetario, la educación o el color de la piel. Pero recordemos que todo eso es circunstancial, lo único cierto es que tanto el magnate como el mendigo, el rey como el campesino, el negro como el blanco comparten los mismos ancestros, esa pareja integrada por Adán y Eva

EL DESARROLLO DE LA CIVILIZACIÓN

Después de que Caín asesinó a su hermano Abel, Dios decretó que Caín vagaría por la tierra y nunca tendría un lugar permanente de residencia. Una regla básica de la Torá es que cualquier “castigo” que Dios decreta sobre una persona no es arbitrario, sino que tiene el propósito de rectificar el error que dicha persona cometió. Al aceptar las condiciones del “castigo”, la persona puede rectificar su error inicial; el vivir en dicha situación de exilio tenía por objetivo rectificar el pecado de Caín. Sin embargo, Caín no aceptó la forma de rectificación que Dios había decretado para él, sino que trató de evitarla. Inmediatamente después de la mención del decreto, la Torá nos cuenta que «Caín fue un constructor de ciudades». El Rambán nota que de las palabras utilizadas por la Torá se desprende que Caín construía ciudades constantemente, pero éstas colapsaban de inmediato por causa de la maldición. Sin embargo, en lugar de aprender la lección y aceptar su estatus de peregrino, Caín continuó construyendo ciudades durante toda su vida.

Las acciones de Caín generaron en sus descendientes una tendencia a evitar la fórmula que Dios había prescrito para que la humanidad rectificara el pecado de Adam. Después del pecado, Dios le dijo a Adam que su forma de arrepentimiento sería trabajar la tierra con sus propias manos para ganar su sustento. Sin embargo, los descendientes de Caín prefirieron evitar trabajar la tierra y se volcaron hacia otras actividades, como nos relata la Torá: «Y Ada engendró a Iaval; él fue el primero en vivir en tiendas y criar ganado. El nombre de su hermano fue Iuval; él fue el primero en tocar el arpa y la flauta. Y Zila también; ella engendró a Tuval-Caín, quien afilaba todos los implementos de cobre y hierro». Rashi explica que estos versículos, que a primera vista parecen irrelevantes, tienen realmente una gran importancia ya que representan el desarrollo de algunos de los aspectos más básicos de la civilización. Iaval eligió ser un pastor, evitando las instrucciones de Dios de trabajar la tierra.

También es posible que el «morar en tiendas» del versículo represente el desarrollo de actividades comerciales, lo cual tampoco sería consistente con la forma de rectificación que Dios había asignado para la humanidad. Iuval fue el primero en desarrollar el arte de la música, lo que representa la forma en que la humanidad intentó evitar el dolor por trabajar la tierra, que era mediante el distraerse con formas de entretenimiento. Y Tuval-Caín fue el primero en desarrollar armas, las cuales permitieron que el hombre sobreviviera avasallando a otros y de esta manera evitara la maldición de trabajar la tierra. Podemos ver por lo tanto que el desarrollo de la humanidad se basó en el deseo de evitar el método que Dios había prescrito para que el hombre rectificara el pecado de Adam, en favor de un estilo de vida más fácil que no rectificaría dicho pecado. Consecuentemente, la humanidad desarrolló una postura de ignorar la voluntad de Dios, la cual culminó con la subsecuente degeneración moral y destrucción en el Gran Diluvio.

Pero hubo una persona que sí decidió obedecer la directiva de Dios de trabajar la tierra: «Lémej… engendró un hijo. Y llamó su nombre Nóaj, diciendo: ‘Este nos traerá descanso de nuestro trabajo y del esfuerzo de nuestras manos, del suelo que Dios ha maldecido’»5. Rashi nos dice que Nóaj inventó las herramientas agrícolas, con las cuales causó que el trabajo de la tierra fuera más exitoso.

Nóaj fue la primera persona que no trató de evitar la maldición de Adam, sino que la enfrentó directamente. De esta forma podemos entender por qué Nóaj fue la única persona a la que Dios le perdonó la vida; a diferencia del resto del mundo, su vida estuvo dedicada a cumplir con la voluntad de Dios, por lo que no estuvo sujeto a la degeneración moral que afectó al resto de la humanidad.

De esto podemos aprender una lección muy importante: muchas veces Dios nos pone en una situación para que crezcamos, pero generalmente desaprovechamos la oportunidad. Nuestros sabios nos enseñan que Dios se comunica con nosotros por medio de ‘desafíos’, lo cual no sólo significa terribles tragedias, sino que también se refiere a las dificultades generales que enfrentamos en la vida. Por ejemplo, una persona puede saber en qué área de crecimiento debe enfocarse en su matrimonio mediante el darse cuenta en qué área existen las mayores fricciones en su matrimonio y cómo sus errores contribuyen a ese problema. Claramente, Dios le está mandando esas dificultades como una forma de decirle que debería trabajar en esta área de su personalidad. Sin embargo, uno suele preferir enfocarse en los aspectos de crecimiento que le resultan más naturales. Por ejemplo, una persona que tiene una inclinación hacia la amabilidad probablemente dedicará una parte importante de su tiempo y energía para ayudar a otros, pero terminará descuidando sus obligaciones con su esposa e hijos.

La parashá de esta semana es mucho más que una mera descripción histórica de las primeras generaciones de la historia; es un relato de cómo Dios le comunicó a la humanidad cuál era la forma en que debían rectificar sus errores y de cómo la gran mayoría se rehusó a escuchar Sus instrucciones. Está en nuestras manos entender cuál fue su error y aprender directamente de la Providencia Divina cómo podemos cumplir con Su voluntad. (www.aishlatino.com)

 
Comentarios

Tres son los requisitos que todos precisamos para poner en práctica en nuestra vida, la Voluntad de D-, a saber;
fé ;en tanto que elemento básico e hilo conductor que nos vincula a ÉL

humildad; traducida a templanza de ánimo y sentido de la obediencia

y por último
discernimiento; para interpretar debidamente lo que D- «espera «de cada uno de nosotros, de acuerdo a las capacidades recibidas, y al llamamiento específico del que por ÉL hemos sido hechos receptores

un discernimiento que nos ayude a «ver claro» en nuestro camino espiritual, a la hora de entender debidamente los «tiempos» y las «circunstancias» y actuar conforme a ello, impulsados como quedó dicho por la fé, y el sentido de obediencia a Su Voluntad …

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