Por Israel


Defendemos un ideal no a un gobierno
Síguenos en Facebook Twitter Twitter YouTube RSS Feed
| lunes diciembre 23, 2024

El valor de un chiste


Dicen, pero no hay prueba escrita de ello, que el Baal Shem Tob opinaba que los chistes, cuando se dicen con bondad y alegría, sin ánimo de herir a quien los escucha, son destellos de la condición paradisíaca, así como la risa es la ley que limpia y pule la vida (1).
Al enterarse de eso, Rabi Elías Elul de Melilla, serio de semblante y hábitos,  cambió de opinión respecto de Moisés Benarrosh, un carnicero que vivía cerca de su casa y que no paraba de hacer bromas sobre esto y aquello, provocando las risas de las señoras y la perplejidad de los niños. Cualquier suceso era un pretexto para un chiste, la más tonta de las anécdotas se convertía en su boca en una aventura hilarante.

Moisés Benarrosh no era un hombre religioso, leía poco y mal, y tal vez por trabajar con carne muerta amaba con ternura la carne viva de los animales, las mujeres y las frutas. En las noches de buena luna se adentraba con un pequeño bote en el mar del Estrecho y le cantaba a la luna el recuerdo de su madre. Presente todos los días en su vida en una foto rodeaba de flores que tenía en su tienda.

Si la sonrisa hubiera querido encontrar un refugio apropiado para agilizar sus curvas, sin duda hubiese escogido los labios gruesos de Moisés Benarrosh, hijo de una numerosa familia originaria de Córdoba. Pero incluso una persona así tiene momentos de tristeza, llantos ocultos, pequeñas melancolías en los bolsillos. Cuando Rabí Elul le preguntó qué hacía con sus sombras y abismos psíquicos, con sus momentos negros y sus ocasionales decepciones, Moisés Benarrosh le contestó:

-Para eso tengo un agujerito en mi jardín.

-¿Un agujerito?

-Exacto-sonrió el carnicero-.No digo que mi método sea el mejor o el  único, pero al menor asomo de disgusto, cuando algo perturba la santa polaridad de mis latidos, me escapo unos segundos al jardín y quemo un papel con mi mal humor para acabar depositando las cenizas en el agujero.

-¿Y?-volvió a preguntar, asombrado, Elías Elul.

-¿Y, qué?

-¿Qué sucede después?

-Junto al agujero crece un viejo rosal plantado por mi madre que da unas rosas pequeñas  muy perfumadas. No sé cómo lo hace pero convierte las cenizas de mi depresión en aromas gratos y sutiles. Creo que, por encima, el mundo desaprovecha más de una fertilidad, pero  bajo la piel de la tierra los muertos y las tristezas sepultas sólo piensan en alimentar a los vivos.

-Lo pensaré, pensaré en ello-comentó Rabí Elul, rascándose la barba gris.

-Por otra parte tengo un maestro en casa-agregó el carnicero.

-¿Quién es?

-El toma de la luz-rió de buena gana Moisés Benarrosh-.También él tiene un cable a tierra para los desórdenes y excesos de la corriente.

 
Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.

¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.