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| sábado noviembre 23, 2024

Amenaza desde las profundidades

El Cnel. (ret.) Michael Kesari, que encabezó el proyecto Dolphin en Alemania, ofrece una mirada tras bambalinas sobre cómo se desarrolló y construyó "el mejor submarino convencional del mundo" • "Un submarino es suficiente para cerrar un puerto enemigo entero", dice.


 

 

[El Dolphin «es una combinación ganadora del original pensamiento israelí y del conservadurismo tecnológico alemán», dice el Coronel (ret.) Michael Kesari | Crédito de la foto: Reuters]

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Un submarino es una costosa herramienta de guerra, y si alguien piensa que la discusión pública sobre la compra de submarinos para la Marina Israelí comenzó hace sólo unos días, necesitan repensarlo.

La idea de comprarle submarinos a Alemania se planteó por primera vez en la década de los años 1980, después de la guerra del Líbano. La idea fue acompañada por un acalorado debate entre la Marina, las FDI y el Ministerio de Defensa sobre cuáles deberían ser las prioridades nacionales. Finalmente, en 1989, el entonces Ministro de Defensa, Yitzhak Rabin, firmó un complejo contrato con dos astilleros alemanes para construir nuevos submarinos para la Marina.

Sin embargo, poco más de un año después, en noviembre de 1990, el nuevo ministro de defensa, Moshe Arens, anuló el contrato con el apoyo del entonces Primer Ministro Yitzhak Shamir debido a la fuerte presión de las FDI y a los problemas presupuestarios. Entonces, un año más tarde, en 1991, estalló la Guerra del Golfo y, por primera vez, el frente interno israelí fue atacado por misiles Scud desde Irak.

Al concluir la guerra y como resultado, el gobierno alemán le ofreció ayuda humanitaria y militar a Israel. El 30 de enero de 1991, el Canciller alemán Helmut Kohl aprobó un paquete de ayuda que incluyó dos submarinos de la clase Dolphin, financiados por el gobierno alemán. Más tarde, esta vez como primer ministro, Rabin respaldó fuertemente el pedido del comandante de la Marina, Ami Ayalon, de añadir un tercer submarino, y el contrato para comprarlo fue firmado en 1994 con financiación parcial alemana.

Y así fue que el Coronel (ret.) Michael Kesari – quien comandó el escuadrón de submarinos Flotilla 7, durante cuatro años desde 1983 hasta 1987 («el más largo que alguien ha servido en ese puesto») – fue convocado, a principios de 1992, para dirigir el proyecto Dolphin en Alemania, lo que hizo hasta el 15 de abril de 1996, cuando se botó el primer submarino.

«Llegué cuando fue cortado el primer hierro y terminé con la botadura del Dolphin», Kesari le dice a Israel Hayom.

Kesari ha tenido un largo romance con submarinos, y pasó la mayor parte de su larga e ilustre carrera militar dentro de ellos.

«Cuando terminé el curso de oficiales navales, en la década de los años 1970, era costumbre que el cadete primero de su clase eligiera la unidad en la que serviría. Los buques de Cherbourg, en ese momento, eran la crema de la cosecha de la Marina y todo el mundo esperaba que eligiera los buques de misiles, en cambio elegí los submarinos, no tengo una respuesta clara del por qué, pero había algo especial acerca de los submarinos que me encantaba, y me gustaba el hecho de que todos sus sistemas están integrados», dice.

La carrera de Kesari en el establishment de defensa incluyó también tres años en Israel Aerospace Industries, donde trabajó para ayudar a desarrollar el sistema de defensa de misiles Arrow.

«Aunque el Arrow no entraba en el submarino, el proceso de desarrollo requería salir al mar, y ahí es donde yo tuve una ventaja», dice con una sonrisa. Después de su estancia en Alemania, eligió la educación, la gestión de la escuela de ingenieros cerca de la Universidad de Tel Aviv y la Sociedad para la Excelencia a través de la Educación. Hoy dirige el programa espacial en la Escuela Secundaria de Ciencias Atid de Herzliya. El proyecto que actualmente ocupa la mayor parte de su tiempo es Lanzamiento 70, que incluirá 70 nanosatélites que serán lanzados desde 70 escuelas en 2018, el 70º año de la independencia de Israel.

‘La tragedia del Dakar fue un punto de inflexión’

Cuando Kesari fue asignado para comandar la flotilla submarina de la Marina, tenía tres submarinos clase Gal bajo su mando: Gal («Ola»); Rajav («Neptuno»); Y Tanin («Cocodrilo»).

«Una flota de tres submarinos provee un promedio de 1,3 submarinos operacionales», dice. «Los otros submarinos están en reparación, están en mantenimiento de rutina o están siendo renovados. Esta es la proporción en el mundo, no específicamente nuestra. Esto significa que no se puede tener menos de tres submarinos si desea que su flota tenga algún tipo de significado, y la verdad es que tres submarinos no es tampoco una fuerza lo suficientemente grande. Para asegurar el ámbito naval de Israel, se necesitan seis submarinos, que proporcionan, en promedio, cuatro submarinos operacionales en todo momento. Ubique un submarino cerca de un puerto hostil, y todo buque que intente salir puede ser hundido. En otras palabras, un submarino es suficiente para cerrar todo un puerto enemigo. Considerando el hecho de que en Siria, por ejemplo, hay dos puertos principales, Latakia Y Tartus, la importancia de estos submarinos es muy clara. Un submarino puede esperar pacientemente, durante un largo período de tiempo, invisible. Ahí es donde reside su fuerza».

El hecho mismo que se tenga submarinos, dice Kesari, obliga a su enemigo a invertir una fortuna en contramedidas: sistemas de detección, fragatas, minas, helicópteros, guerra anti-submarina y más.

Hasta la Guerra del Líbano en 1982, los submarinos de la Marina israelí eran una fuerza marginal. Toda la Marina era poco más que una guardia costera. Los primeros dos submarinos, clase S, fueron comprados en 1958 a Gran Bretaña, que tenía un excedente de la Segunda Guerra Mundial. Sus nombres, Rahav y Tanin, les fueron dados por el primer Primer Ministro israelí, David Ben-Gurion («Sin Ben-Gurion no habríamos tenido ningún submarino en absoluto», dice Kesari). El siguiente ciclo de submarinos, clase T, fue comprado a Gran Bretaña una década más tarde, también de su excedente de la Segunda Guerra Mundial. Este ciclo comprendía tres submarinos: Leviatán («Ballena»), Dolphin y Dakar, el último de los cuales desapareció, como sabemos, en su ruta hacia el puerto de Haifa desde el astillero de Portsmouth.

«La clase T incluía ciertas mejoras, pero aun así era lo que se podría llamar basura», dice Kesari. «La importancia de estos submarinos fue que aprendimos todo, realmente todo, de la Marina Real Británica. Nos permitió aprender de la experiencia de otros. Nuestro cordón umbilical estaba atado a la Marina Real. Hasta 1977 el curso de comandantes de submarinos se hacía en Inglaterra, cuando el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña comenzó a objetar nuestras cálidas relaciones con su Marina. Incluso Margaret Thatcher [entonces Primera Ministro del RU] no pudo obviar esas objeciones».

La tragedia del Dakar fue un punto de inflexión para la Marina. Después de que sucedió, se tomó la decisión de comprar submarinos solamente de una clase operacional probada, pero recién construida. De hecho, a mediados de la década de 1970  se ordenó una nueva serie de submarinos de la clase Gal, nuevamente al RU. Los británicos acordaron construir tres nuevos submarinos en los astilleros Vickers, basados en el submarino alemán clase 206.

«Tres submarinos Gal – Gal, Tanin y Rahav – así fue como llegamos a la madurez, en el sentido operacional, en cómo los usamos, y también en desconectarnos de la ubre británica», manifiesta Kesari.

«En esa época ya habíamos comenzado a trabajar conjuntamente con las fuerzas terrestres de las FDI, y en la Guerra del Líbano brindamos flexibilidad operativa hasta tal punto que las FDI nos adoptaron con un cálido abrazo», dice.

 

Una terrible herramienta de guerra

 

Los submarinos Dolphin, construidos en Alemania, fueron los primeros que le permitieron a Israel determinar sus aplicaciones y características. Una de las primeras conclusiones fue que Israel no necesitaba submarinos nucleares. Necesitaba submarinos compatibles con el Mar Mediterráneo, que pudieran operar en aguas relativamente poco profundas. Por otra parte, los Dolphin fueron construidos con una mirada puesta muy en el futuro. La construcción no era barata, por decir lo menos, pero hizo que el Dolphin fuera una herramienta flexible y versátil capaz de enfrentar escenarios futuros extremadamente significativos. ¿El resultado? Kesari tiene cero dudas: «El Dolphin es el mejor submarino convencional del mundo, es una ganadora combinación del original pensamiento israelí y del conservadurismo tecnológico alemán, que asegura que todos los sistemas funcionen».

El Dolphin es dos veces y media más grande que el Gal – más de 56 metros de longitud y más de 1.550 toneladas – y es más pequeño que los submarinos de ataque estadounidenses de la misma clase, pero está más fuertemente armado. El torpedo es de fabricación alemana, pero muchos de los sistemas de armas se desarrollan en Israel, principalmente por Rafael Advanced Defense Systems, y son excepcionalmente integrados con el submarino. Además de las decenas de  plataformas de torpedos, según informes extranjeros, el Dolphin también está armado con misiles, minas navales y sistemas de engaño. Su sistema sonar (LOFAR y PRS) es el más avanzado de su tipo. El Dolphin también está equipado con otros sofisticados sistemas de detección y recolección de inteligencia electrónica. Su nivel de automatización es extremadamente alto. El Dolphin puede permanecer sumergido durante días, y puede estar en el mar durante más de un mes. La suma de sus componentes lo convierte en una terrible y temida herramienta de guerra.

Kesari recuerda su primera experiencia como jefe del proyecto de desarrollo del Dolphin: «Cuando llegué a la primera reunión con los alemanes, les dije: ‘Nunca he construido un submarino, y ustedes ya lo han estado haciendo durante 150 años; por otra parte, nunca han navegado operacionalmente en un submarino, y yo ya lo he estado haciendo durante 20 años. Por lo tanto, no les diré a ustedes cómo construir, y ustedes no me dirán lo que es importante’. Esta fórmula funcionó maravillosamente, y cuando nos alejamos de ella, había problemas».

Es cierto que los alemanes siempre han sido pioneros en ese terreno. Para nuestro pesar, no siempre han estado en el lado correcto de la historia, pero no se puede negar su habilidad tecnológica. Ya en 1914, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, el submarino alemán U-21 hundió al crucero británico HMS Pathfinder. Un año más tarde, otro submarino alemán, el U-20, hundió el buque de pasajeros Lusitania, matando a más de 1.100 personas a bordo, influyendo fuertemente en la opinión pública entre los aliados.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes se jactaron de la flota submarina más grande del mundo, que devastó los convoyes de suministros que atravesaban el Océano Atlántico desde Estados Unidos hasta Gran Bretaña. Los submarinos alemanes eran vistos como caballos de tiro, inmensamente confiables, el terror de cualquier cosa que navegara en la superficie del océano y salvajemente exitoso contra las marinas aliadas. Tanto es así que el entonces Primer Ministro Británico Winston Churchill confesó: «Lo único que realmente me asustó durante la guerra fue el peligro del submarino U».

Los astilleros que construyeron esos submarinos son los mismos astilleros que construyen los submarinos israelíes hoy en día. La historia de su papel durante la Segunda Guerra Mundial nunca puede ser olvidado. Sin embargo, «se puede contar con los dedos de una mano el número de países capaces de construir submarinos avanzados como el Dolphin, por una parte, y no están en cola para construirlos para nosotros. Los alemanes fueron muy amables con nosotros. En Israel la gente ni siquiera sabe cuánto», dice Kesari. Para ilustrar el punto, Kesari dice que los italianos debían construir el mástil del snorkel, pero en una cierta etapa el Ministerio de Relaciones Exteriores italiano anunció que no estaba dispuesto a hacerlo porque «Israel no protege los derechos humanos».

El gobierno alemán tenía interés en reunir a ambos astilleros: HDW en Kiel y ThyssenKrupp Marine Systems en Emden. Los astilleros eran rivales juramentados, y el gobierno alemán los presionó para que establecieran un consorcio, o un tipo de sociedad, para construir los submarinos para Israel.

«En un principio propusieron que cada astillero construyera un submarino», relata Kesari. «Lo objetamos. Queríamos que los submarinos fueran idénticos, por lo tanto, dividimos las tareas entre los astilleros: El trabajo comenzaría en Kiel y terminaría en Emden, pero cada submarino pasaría por el mismo proceso».

‘No todo se mide en dinero’

La relación de trabajo con los alemanes era de suma importancia.

«Tenía un equipo grande debajo de mí, 25 ingenieros, y la falla principal era la mentalidad de ‘nosotros, los israelíes sabemos todo mejor’. En cambio, tuvimos que adoptar un enfoque de que son nuestros socios, no nuestros enemigos. He aquí una anécdota como ejemplo: En un momento vinieron con un pedazo de papel – yo conocía las firmas en el papel – Y ellos dijeron: ‘Este es el precontrato, que dice que ustedes, los israelíes, se comprometen a proveer las máscaras de humo para el submarino. Desafortunadamente, nos olvidamos de incluirlo en el contrato mismo. ¿Qué quieren hacer? Consulté con un ingenioso abogado local que me dijo: ‘No hay un tribunal en Alemania que los obligue si no está escrito en el contrato, pero lo que hagan con el problema, ese es vuestro asuntoo’. Le aconsejé a la Marina aceptar la petición de los alemanes, y me alegré cuando aceptaron el consejo. Y esa fue sólo una estación en el camino, gracias a la cual las relaciones con ellos fueron excelentes. Fueron flexibles más de una vez para cumplir nuestras demandas. El astillero quería tener tanto éxito como nosotros. Tienen un alto nivel de integridad profesional. La confianza que construimos valió la pena. No todo se mide en dinero».

Cuando terminó el proyecto, Kesari, champagne y pasteles en la mano, fue a la sede de ThyssenKrupp para agradecerles por terminar el trabajo.

«No podían creerles a sus ojos: ’Nunca ningún cliente ha venido a agradecernos’, me dijeron».

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