En aquel tiempo, las madres peleaban por un niño que decían que les pertenecía. Ante el juicio de Salomón y su sabiduría, cuando este decidió cortar al niño en dos para que cada una se llevara la mitad, aquella que pidió que no lo hicieran y que le dieran el bebé a la otra resultó ser la madre. Dispuesta a perderlo antes de que le hicieran daño.
En este tiempo, israelíes y palestinos pelean por una tierra que ambos dicen que les pertenece. Los palestinos están dispuestos a quemarla para que no sea de nadie. No hace falta ir a buscar a Salomón. No les pertenece, no la merecen.
Finalmente, queda claro que no desean un Estado, que no les importa ni su naturaleza, ni su santidad. Es sólo hacer que los judíos no la tengan.
Estupidez humana, miseria intelectual, egoísmo, pobreza espiritual… destruyeron todos los adelantos y los progresos que Israel dejó en Gaza cuando se retiró unilateralmente. No les interesaba ni el trabajo ni la tierra. Sólo convertir en polvo las herramientas de desarrollo, porque las dejó «el enemigo». Son y serán un ejercicio fallido, un intento desperdiciado por la ignorancia y el odio.
Si amaran la tierra, si cuidaran el esfuerzo del pueblo judío por volverla productiva, pujante, sustentable, tal vez el Estado se convertiría en realidad como sucedió con Israel.
Pero la desproporción es abismal. Mucho esfuerzo judío regala un árbol más, y mucho odio palestino lo convierte en miles de fósforos.
El autor es periodista de Radio JAI.
Asi es lamentablemente… los «palestinos» son victimas y rehenes de su própio ódio, su cerrazon y furor, de su permanente rechazo a Israel, sin atender a siquiera al beneficio que su reconocimiento podriá reportarles …
Nada parece importar para ellos, ante la ceguera homicida que los anima y consume, la cual es responsable directa de la miseria (material y moral) en la que vienen debatiendose, y la ausencia de espectativas y horizontes, que les aguardan …