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| lunes diciembre 23, 2024

Francia se está descomponiendo ante nuestros ojos


Francia elegirá nuevo presidente en mayo de 2017. Los políticos ya han empezado a hacer campaña y a debatir sobre déficits, beneficiarios de prestaciones sociales, crecimiento del PIB y demás, pero parecen marionetas desconectadas del país real.

¿Cuál es hoy la realidad en Francia?

La violencia. Se está extendiendo. No sólo son los ataques terroristas: la pura violencia mafiosa. Genera una creciente sensación de inseguridad en los hospitales, los colegios, las calles… Incluso en la policía. A los medios no les importa decir que esta violencia proviene sobre todo de bandas musulmanas, o «jóvenes», como les gusta decir a los medios franceses, para evitar mencionar quiénes son. Sin embargo, se está extendiendo un clima de guerra civil en la policía, los colegios, los hospitales y la política.

La Policía

La prueba más palpable de esta dolencia fue ver a más de 500 policías franceses manifestarse con coches y motocicletas del cuerpo la noche del 17 de octubre, sin el apoyo de los sindicatos y sin autorización, en los Campos Elíseos de París. Según el diario Le Figaro, «el Ministerio de Interior entró en pánico», asustado por un posible golpe: «La policía bloqueó el acceso a la Avenida Marigny, que pasa junto al Palacio Presidencial y desde el que se ve la Plaza Beauvau».

El 18 de octubre, cuando Jean-Marc Falcone, director general de la Policía Nacional, se reunió con los líderes de la protesta, fue rodeado por cientos de policías urgiéndole a dimitir.

La principal causa de su enfado parece ser sobre todo la violencia frecuentemente dirigida contra la policía, y los atentados. Al nivel terrorista, murieron dos policías apuñalados en Magnaville el pasado mes de junio por un extremista musulmán, Larosi Abala. Esta primavera, más de 300 policías y gendarmes han sido heridos por manifestantes. En mayo, los sindicatos de la policía se manifestaron en las calles de París para protestar por el «odio contra la policía».

Este otoño, la gota que colmó el vaso fue el ataque contra una patrulla de la policía en el suburbio parisino de Viry-Châtillon. Cuatro agentes resultaron heridos cuando un grupo de unos 15 «jóvenes» (miembros de bandas musulmanas) acudieron en manada a la ciudad con sus coches y les lanzaron piedras y bombas incendiarias. Dos policías sufrieron graves quemaduras; a otro hubo que inducirle el coma. El mismo escenario se repitió dos días después: una patrulla de la policía sufrió una emboscada en otra zona de exclusión en la zona «sensible» de Val-Fourré.

«Se suele ver a la policía como una fuerza de ocupación», declaró Patrice Ribeiro, del sindicato de los mandos de la policía, a Synergie Officiers. «Era de esperar un repunte de esa violencia».La policía también fue agraviada por Bernard Cazeneuve, ministro del Interior, que llamó a los atacantes «sauvageons» («pequeños salvajes»). La policía y los políticos de la oposición respondieron que los atacantes no eran «pequeños salvajes, sino criminales que habían ido a matar contra la policía».

El 18 de octubre, Le Figaro lanzó una encuesta online con una pregunta: «¿Está de acuerdo con las protestas de la policía?» El 90 % de los 50.000 participantes respondió «sí».

Desde entonces, las manifestaciones de la policía se han extendido a otras ciudades. Más de un mes después desde el inicio del malestar, los policías seguían protestando en todas las grandes ciudades. El 24 de noviembre, doscientos policías se manifestaron en París entre la Plaza de la Concordia y el Arco de Triunfo para expresar su «enfado». Policías de paisano, algunos con brazaletes naranjas, otros ocultos bajo una bufanda o capucha, con el apoyo de civiles, se congregaron por la noche en la Plaza de la Concordia, antes de recorrer a pie los Campos Elíseos hasta el Arco de Triunfo, donde formaron una cadena humana alrededor del monumento y cantaron La marsellesa (el himno nacional de Francia).

La revuelta de uno de los pilares de la sociedad francesa –la policía–, ha sido la más importante producida en la Francia moderna. Y, sin embargo, prácticamente ninguno de los principales medios franceses cubrió el acontecimiento.

Los colegios

Tremblay-en-France (Seine-Saint-Denis, cerca de París): El director de la escuela preparatoria Hélène-Boucher fue atacado el 17 de octubre por varios individuos de fuera. Algunos «jóvenes» atacaron el edificio con bombas incendiarias, y cuando el director trató de calmar la situación, uno de los «jóvenes» respondió con golpes. En el incidente participaron cincuenta personas no identificadas. Era el tercer episodio de violencia acaecido en el vecindario. Cuatro días antes, habían prendido fuego a dos vehículos.

Un mes más tarde, el diario Le Monde celebró un encuentro con varios estudiantes. El objetivo de tal encuentro era tratar de entender la causa de la violencia en Tremblay. Yacine, de 21 años y alumna de la Universidad de París II, dijo: «Esto es una advertencia. Estos jóvenes no atacaron la escuela por casualidad; querían atacar la institución, atacar al Estado».

Argenteuil (Val d’Oise, suburbio de París): Un profesor de la escuela de primaria Paul Langevin recibió una paliza en la calle, el 17 de octubre, cuando llevaba a los niños de vuelta al colegio desde las canchas de tenis, a un kilómetro de la escuela. Tras oír al profesor levantar la voz a un niño, dos jóvenes pararon el coche, le dijeron la profesor que era un «racista» y lo golpearon delante de los niños. Según Le Parisien, uno de los atacantes justificó sus actos acusando al profesor de «racista». «Usted no es el maestro», dijo el individuo. «El único Maestro es Alá».

Colomiers (Toulouse, sur de Francia): Un profesor de educación física fue agredido por un estudiante el 17 de octubre, cuando el profesor intentó impedir que el alumno abandonara la escuela a través de una salida prohibida.

Calais (Pas-de-Calais): Dos alumnos de una escuela de formación profesional en Calais atacaron a un profesor, y uno le fracturó la mandíbula y varios dientes el 14 de octubre, según el periódico local Nord-Littoral. Los estudiantes atacaron al profesor de ingeniería eléctrica porque le había dicho a uno de ellos que volviera a sus tareas.

Saint-Denis (Seine Saint-Denis, suburbio de París): El 13 de octubre, el director de una escuela y su director adjunto recibieron una paliza propinada por un alumno de formación profesional que había sido regañado por llegar tarde.

Estrasburgo: Un profesor de matemáticas fue brutalmente atacado el 17 de octubre en la facultad de Orbelin. El director de la institución le dijo a France Bleu que «un joven», que no era alumno de la escuela, le había dado una paliza al profesor. Esta no era la primera vez que el «joven» entraba en el edificio. En una ocasión anterior, cuando el profesor le pidió que saliera del aula, el «joven» le asestó al profesor varios golpes en la cara antes de huir.

Todos estos atacantes no eran terroristas, pero al igual que los terroristas islámicos, querían aparentemente destruir y «atacar la institución, atacar al Estado».

Los hospitales

El 16 de octubre, quince individuos que acompañaban a un paciente sembraron el terror en el área de urgencias del hospital Gustave Dron en Tourcoing, según La Voix du Nord. Un doctor recibió varios golpes; otro fue arrastrado por el pelo. Los médicos y enfermeras le dijeron al periódico que seguían conmocionados. Una enfermera dijo:

Diez personas se abrieron paso a la fuerza hasta el fondo de la sala de urgencias. Los doctores les pidieron que se marcharan. Cuando todo acabó, me di cuenta de que la sala de urgencias estaba arrasada, los pacientes aterrados y sus familiares llorando.

Los atacantes eran del distrito de La Bourgogne, un área fundamentalmente habitada por inmigrantes norteafricanos. Fueron detenidas tres personas.

En la misma zona de La Bourgogne, se produjeron disturbios el 4 de octubre. Catorce coches fueron incendiados y 12 personas detenidas. Los disturbios, que duraron cuatro noches, estallaron tras la detención de un conductor que no se paró cuando se lo pidió un policía.

La política

El 14 de octubre, Nadine Morano, número dos del partido de la oposición Les Républicains, trató de impedir físicamente que un empresario argelino, Rachid Nekaz, entrara en el Centro de Finanzas Públicas de Toul, en el este de Francia. Nekaz es conocido por pagar las multas de las mujeres musulmanas detenidas por llevar el burka en público, prohibido por la ley desde octubre de 2010. La policía llegó a proteger el derecho de Nekaz de pagar la multa. Actualmente se está debatiendo una enmienda a la ley de financiaciones para bloquear y penalizar prácticas que, como las de Nekaz, sortean la ley.

El presidente François Hollande está ahora recibiendo una lluvia de ataques por la publicación de un libro titulado A President Should Not Say That… («Un presidente no debería decir que…») En él, se recogen estas supuestas palabras: «Francia tiene un problema con el islam», y «hay demasiados migrantes en Francia», comentarios que Hollande afirma no haber dicho nunca. Otra cita del libro que Hollande niega haber dicho es:

No puede ser que sigan llegando migrantes sin control, en el contexto de los atentados… ¿Y la secesión de los territorios (en zonas de exclusión)? ¿Cómo podemos evitar una fragmentación? Porque eso es lo que va a pasar.

El presidente Hollande gasta el tiempo disculpándose por cosas que nunca dijo, pero que debería haber dicho porque son ciertas.

Población francesa

Chinos franceses: los chinos franceses viven en los mismos suburbios que los musulmanes y son atacados y hostigados, ante la indiferencia general de la policía.

Al haberse producido una espiral de delitos contra la comunidad, unos 50.000 chinos protagonizaron una marcha de protesta en París el 4 de septiembre, tras el fatal atraco a un sastre chino.

Los manifestantes, que llevaban todos camisetas blancas con las palabras «Seguridad para todos» y banderas francesas, se congregaron en la Plaza de la República. Organizaron por su cuenta la manifestación y no contaron con el apoyo de las organizaciones «pro derechos humanos» tradicionales, que prefieren ayudar a los migrantes musulmanes.

Opinión pública: en enero de 2016, Cevipof, un think tank del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Pol) hizo público su séptimo Barómetro de Confianza Política, una encuesta publicada anualmente para medir los valores de la democracia en el país, basada en las entrevistas realizadas a 2.074 personas:

  • ¿Cuál es su actual estado anímico? Desánimo 31 %, Pesimismo 29 %, Desconfianza 28 %, Miedo: 10 %
  • ¿Confía en el Gobierno? No mucho 58 %, nada en absoluto 32 %
  • ¿Confía en el poder legislativo? No mucho 39 %, nada en absoluto 16 %
  • ¿Confía en el presidente? No mucho 32 %; nada en absoluto 38 %
  • ¿Preocupa a los políticos lo que piensa la gente? No mucho 42 %, nada en absoluto 46 %
  • ¿Cómo está funcionando la democracia en Francia? No muy bien 43 %, nada bien 24 %
  • ¿Confía en los partidos políticos? No mucho 47 %, nada en absoluto 40%
  • ¿Confía en los medios? No mucho 48 % nada en absoluto 27 %
  • ¿Qué sentimiento le despierta la política? Desconfianza 39 %; descontento 33 %, aburrimiento 8%
  • ¿Qué sentimiento le despiertan los políticos? Decepción 54 %; descontento 20 %
  • ¿Los políticos son corruptos? Sí 76 %
  • ¿Hay demasiados migrantes? Sí, sumados a los que tienden hacia el sí: 65 %
  • ¿Es el islam una amenaza? Sí, sumados a los que tienden hacia el sí: 58 %
  • ¿Está orgulloso de ser francés? Sí 79 %

Lo que esta encuesta demuestra es que la distancia entre la población y los políticos nunca ha sido tan grande.

Thibaud de Montbrial, abogado y experto en terrorismo, declaró el 19 de octubre a Le Figaro:

El término «desplazamiento» de la sociedad francesa parece el adecuado. La violencia contra la policía y los hospitales, los ataques que se multiplican contra colegios y profesores son ataques contra los pilares del ámbito gobernante. En otras palabras, todo lo que representan las instituciones del Estado (…) está siendo ahora objeto de una violencia basada fundamentalmente en excesos sectarios y a veces étnicos, alimentados por un increíble odio hacia nuestro país. Debemos estar ciegos o inconscientes para no sentirnos preocupados por la cohesión nacional.

 
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