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| jueves diciembre 26, 2024

Hora de despertar y de revisar las normas


 

Últimamente 14 miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votaron en favor de una resolución que declara ilegal el establecimiento israelí de asentamientos judíos en Judea y Samaria, o en lo que ellos denominan ya sea la Margen Occidental o los “territorios palestinos ocupados” desde el año 1967. Uno se abstuvo, pero se apresuró en decir que también su país considera ilegales esos asentamientos, y que su mera existencia impide las negociaciones entre Israel y los palestinos en cuanto la creación de dos estados y una solución al conflicto. Todo eso, claro está, en contraste directo a las afirmaciones oficiales anteriores, que nadie impondrá soluciones, y que éstas solamente se obtendrán por medio de negociaciones directas entre las partes, sin condiciones previas.

    Naturalmente, para que eso ocurra, las partes deben encontrarse. Todo el mundo sabe que eso no ha sucedido, y que la Autoridad Palestina no ha accedido en ningún momento a invitaciones israelíes para negociar. Pero ese es sólo un detalle, y ya no nos sorprende que los palestinos, así como los países árabes, recurran a toda clase de argumentos para no hacerlo. Es parte del juego diplomático, y una estrategia como cualquier otra. 

      Pero lo que parece realmente sorprendente es que a ellos se hayan sumado las voces de otras naciones que creíamos esclarecidas.  “La presencia de colonos israelíes”, afirman también ellas, “constituye un obstáculo para la solución de dos estados”. Pero el problema verdadero está justamente en esa afirmación, y es hora de que se lo hagamos saber a todos los ingenuos que creen en lo que se anda diciendo por ahí, y expongamos las razones ya no tan ocultas de los malvados de siempre que dicen esas tonterías.

      El problema real reside en el hecho que tanto los palestinos, como algunos miembros del Consejo de Seguridad, perciben a un futuro estado palestino como “Judenrein”, o sea con ausencia total de judíos. Pero eso se opone a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, según la cual toda persona puede residir en donde se le da la gana. ¿Se les ha pasado por la cabeza que tal vez los colonos israelíes prefieran permanecer en sus casas, aún en el caso de que éstas alguna vez se encuentren en parte de un estado palestino? ¿Acaso los judíos tienen menos derechos que los demás seres humanos? ¿Se les podrá prohibir o impedir que elijan ese lugar de residencia? ¿Acaso no habitan en territorio israelí miles de palestinos? ¿Alguien les ha siquiera sugerido que en un arreglo futuro tal vez no podrán permanecer en sus casas? ¿Su permanencia en Israel es ilegal? Decididamente no, porque es el lugar donde quieren vivir. Pero al parecer los judíos, en opinión de muchos, no tienen los mismos derechos. Algunos afirman, que si Israel no accede a una solución de dos estados, se convertirá en país de Apartheid .

    Pero conviene que todos presten atención, y en especial la gente de buenas intenciones, ante el hecho indiscutible que la negación de derecho de residencia de judíos en un eventual estado palestino es el verdadero Apartheid, un caso de flagrante discriminación racial. ¿Puede alguien en su sano juicio aceptar que la condición para iniciar negociaciones sobre una solución de dos estados debe estar precedida por la aplicación de una limpieza racista? No, señores, la presencia de judíos no ha impedido nunca, ni impedirá jamás, el alcance de soluciones a conflicto alguno. Al contrario.

     Poco importa todo esto a los miembros del actual Consejo de Seguridad, porque entre ellos todavía están los que han heredado de otras generaciones, mayormente del pasado, pensamientos que consideran normales cuando se trata de judíos. Y no faltan aquellos que se han esforzado y se esfuerzan por eliminarlos para siempre y borrarlos de la faz de la tierra. Algunos países lo han declarado públicamente. 

      Entre los votantes del Consejo de Seguridad están los representantes de países que alguna vez fueron colonialistas y en parte lo siguen siendo, y otros que usurparon, subyugaron, violaron y asesinaron en multitudinarios genocidios a poblaciones indígenas locales y se han apoderado de países y naciones enteras sin otro motivo que la fuerza. ¿Hace falta que los nombre? Los hay que masacran a sus propias poblaciones. ¿Estáis enterados?  Entre los países que votaron en favor de la declaración mencionada no faltan aquellos con las manos llenas de sangre, algunos por haberlas cometido ellos mismos, en sus propios territorios, y otros que a lo largo de los siglos han colaborado estrechamente en la feroz discriminación y en matanzas  despiadadas de millones de judíos, hombres, mujeres y niños inocentes. ¿Lo habéis olvidado? Ahora invocan sin vergüenza alguna una autoridad moral ¿Qué autoridad moral podrán esgrimir?

     Y están aquellos que repiten los slogans que les van inculcando sistemáticamente personajes que representan intereses inconfesables. No porque crean en ellos, sino porque es más fácil repetir lo que leen y oyen, que ponerse a pensar por sí mismos. ¡Ya es hora de que comiencen a hacerlo!

 
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