Poco antes de su viaje a Jerusalén, el comerciante en frutos secos y conservas de Riga Moshé Rivlin fue a ver al Rabí Alexander Diuk con la intención de recibir de él alguna enseñanza para meditar durante su travesía.
-Comprender-le dijo el maestro- es obra del fuego molecular, resucitar lanzarse como una flecha de vida en pos del espíritu.(1)
Dicho lo cual el maestro, que además de rabino era encuadernador, movió sus manos entre los gruesos volúmenes que poblaban su mesa buscando su bolsa de tabaco, cargó la pipa, la encendió y se frotó los ojos satisfecho de no ser él quien tenía que viajar. Le desagradaba más de lo que su esposa creía el tener que dejar sus libros, engrudos, cartulinas y prensas. Era hombre de costumbres frugales y un lector tan quijotesco que no había texto llegado a sus manos que no devorase buscando allí la palabra exacta y la idea peregrina antes de trabajar en él.
-Los que viajan en el espacio-solía decir a sus hijas Leah y Raquel-tienen que cruzar fronteras, pero los que viajan en el tiempo recorren siglos enteros en un simple parpadeo sin encontrar ninguna.
Había leído La máquina del tiempo de Wells y tras hacerlo comprendió que la imaginación era, para él, el mejor de los periplos, el más fértil y divertido de los campos de la psique. En cierto modo le desagradaban esas cosas que el viajero no puede evitar: las preguntas sobre su origen y destino, los salvoconductos y los pasaportes, las miradas aviesas de los policías y guardias fronterizos . Lo más lejos que había ido era Vilnius, y para visitar al moribundo Rabí Shalom Nes, que disolvía sufrimientos con sonrisas y endulzaba las penas con chistes.
Moshé Rivlin cruzó el Báltico en un barco viejo y oxidado, con su cabeza calada hasta las orejas por un gorro de astracán gris. Una y otra vez intentó reflexionar sobre la misteriosa frase del encuadernador pero no lo conseguía. Las aves marinas, el espectáculo cambiante y hermoso del mar y las voces de los demás pasajeros se lo impedían. Comprender era fácil, una operación de la mente, pero el fuego molecular un enigma que consistía, precisamente, en que él desconocía lo que era una molécula. En cuanto a lanzarse como una flecha de vida, ¡qué raro que dijese una cosa así una persona que apenas salía de su taller, vivía de arenques, cebolla, patatas y pan duro, y seguramente nunca en toda su existencia había visto una flecha!
En la vieja tierra de los antepasados lo emocionaron los naranjos en flor, los turbantes blancos de los árabes y el gusto áspero y concentrado del café turco. Cuando estaba a punto de volver a Riga, conoció al Rabí Ezequiel Talin de Liepaia y se atrevió a mencionarle la sentencia del encuadernador con el fin de que, y si podía, se la aclarase.
-Es muy sencillo-carraspeó Ezequiel Talin, un amateur de la química-, el fósforo del cerebro sirve de puente a nuestras ideas, transporta la secreta luz de la que viven.
Mientras el rabí hablaba, se mecía la barba y entrecerraba los ojos, el mercader de frutos secos sentía toda la profundidad de su ignorancia a la vez que el goce de admirar la sabiduría ajena.
-En cuanto a resucitar-titubeó Ezequiel Talin-es lo que hacen tus ojos cada mañana al abrirse, ya que si la muerte en un sueño inacabable, el sueño es una muerte intermitente interrumpida aquí y allá por las labores de la vigilia.
Estupefacto, Moshé Rivlin subió al barco que lo devolvería a su hogar con el convencimiento de que los sabios, cuando son buenos, no aclaran una explicación con otra explicación sino que iluminan un hecho con otro.
Mario Satz
Maravilloso relato una vez mas del maestro Mario Satz, que tiene entre otras la virtud, la de ayudar a abrir las «compuertas» de ese espacio indefinido, donde anida el álma y el espiritu de entendimiento de las cosas ocultas a la mente comun … aquellas que en contados momentos de «lucidez» nos creemos capaces de percibir, pero raras veces de discernir… de alcanzar su plena comprehension …
Las respuestas que nuestras preguntas anhelan, tal vez se hallen en ésas que éstas ultimas sugieren … relegando el «Si» y el «No» al ámbito exclusivo de lo prosaico …