Un joven con la cara cubierta y la bandera palestina camina por Kfar Qaddum, en la Franja de Gaza, tras enfrentamientos con el ejército israelí, AFP
Tras celebrar su principal victoria diplomática de los últimos años, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Abu Mazen, teme ahora una debacle con efectos imprevisibles. Es lo que va del ocaso del presidente estadounidense Barack Obama que permitió la aprobación de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU contra las colonias israelíes al inicio de la era de Donald Trump que prometió trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a la disputada Jerusalén.
La medida quita el sueño del liderazgo en Ramala. Y sus guantes para advertir al presidente electo. «Sería una declaración de guerra contra los musulmanes», sentencia el asesor del rais en temas religiosos, Mahmud al Habash.
En una carta a Trump, Abu Mazen advirtió con «consecuencias destructivas sobre el proceso de paz, la solución de dos Estados y la seguridad y estabilidad de la región». Entrevistado por Le Figaro, lanza una amenaza: «Puede provocar que nos retractemos del reconocimiento del Estado de Israel». Consciente de las excelentes relaciones de Trump con Moscú, Abu Mazen pidió la ayuda del presidente ruso Vladimir Putin.
En su mensaje en la oración del viernes, el Gran Mufti de Jerusalén, Muhammad Hussein avisó que «no es un ataque sólo contra los palestinos sino contra los árabes y musulmanes que no se quedarán en silencio«. «La parte oriental de Jerusalén está ocupada. Los israelíes quieren paz y al mismo tiempo ocupar las tierras. Eso es imposible», nos dijo hace unos años.
Inicialmente, los palestinos consideraron la promesa y palabras de Trump sobre Jerusalén («capital eterna del pueblo judío durante más de 3.000 años») como parte del juego electoral estadounidense. En el pasado varios candidatos prometieron el traslado de la embajada sabiendo sus electores judíos, los israelíes y ellos mismos que no lo cumplirían. Pero lo dicho ahora por asesores de Trump como Kellyanne Conway («es una gran prioridad suya») ha disparado las alarmas en la Mukata de Ramala lanzando una gran campaña local e internacional (Liga Árabe, UE, Rusia…) para abortar la iniciativa.
La conferencia para la paz entre israelíes y palestinos celebrada ayer en París-una fiesta nupcial con padrinos y suegras pero sin los enfrentados novios- fue también un aviso internacional a Trump para que desista de una idea desaconsejada por el secretario de Estado, John Kerry. En una entrevista a la CBS, advirtió de una nueva ola de violencia y del daño en las relaciones de Israel con Jordania y Egipto. «Puede provocar una explosión en Oriente Medio. Apoyamos el traslado de la embajada pero en su momento y no de forma unilateral sin solucionar las otras cuestiones», concluyó.
«Sería cruzar una línea roja e iría contra la posición tradicional de la comunidad internacional, incluyendo EE.UU, opuesta a la anexión ilegal y ocupación de Jerusalén Este», dicen fuentes palestinas sobre esa parte-ocupada por Israel en la guerra de 1967 y anexionada en 1980- que desean declarar como capital de su Estado.
Yerushalayim o Al-Quds. Disputa territorial y también religiosa ya que la Ciudad Vieja alberga los Lugares Santos que tantas pasiones y discrepancias encienden. Cerca del Santo Sepulcro (venerado por los cristianos) se encuentra El Monte del Templo (el más sagrado del judaísmo que incluye el Muro de las Lamentaciones) o Al Haram Al Sharif (el tercero más santo para el Islam que alberga la mezquita al Aqsa y el Domo de la Roca).
La ANP movilizó a imanes de Cisjordania para sus discursos ante los fieles. «El cambio de la embajada es una agresión contra el Islam y la historia», nos dice el palestino Ziad Jalud en una mezquita en Ramala mientras Mustafa avisa: «Es peligroso».
El secretario general de la OLP, Saeb Erekat, insinúa que acarrearía una ola de violencia contra Israel y de protestas contra EE.UU en el mundo árabe. «Significaría el final del proceso de paz. La creación de nuestro Estado sin su capital no tiene sentido», declaró a la televisión palestina.
Añadiendo más sal a la herida palestina, Trump nombró como embajador a su abogado David Friedman, que en el pasado expresó ideas más derechistas que las del jefe de Gobierno, Benjamín Netanyahu.
«Jerusalén es la capital del pueblo judío desde hace más de 3.000 años. Ninguna decisión de la ONU o cumbre puede borrar que es la capital indivisible de Israel», responden en el Gobierno israelí a EL MUNDO añadiendo que la embajada será trasladada a la parte occidental «y no la zona que los palestinos piden como capital».
Aún bajo el eco de la última bofetada de Obama en la ONU, Netanyahu espera a Trump con anhelo. Tras acusar a la ANP de «no condenar los atentados como el último de Jerusalén», Netanyahu se refirió al cambio de inquilino en la Casa Blanca: «Vienen significativos cambios que serán positivos para Israel».
En una zona tan convulsa y un presidente tan imprevisible, hacer una previsión es una quimera. Si bien fuentes allegadas a Trump señalan que trasladará la embajada, hay una tercera opción: la legación en Tel Aviv y la residencia del embajador en Jerusalén. La llamada «Casa de la Paz» vuelve a ser de la discordia
Siempre estan airados, es su estado natural. La rabia y el odio les impide pensar