La conferencia de paz sobre el conflicto árabe-israelí que se celebró ayer París se llevó a cabo sin representantes de Israel ni de la Autoridad Palestina, algo que no sorprendió a nadie, ya que en su la declaración final había una llamada a las partes a cumplir la reciente resolución 2234 del Consejo de Seguridad que declara ilegales todos los asentamientos construidos por Israel. Un texto en el que por primera vez se abstuvo EE UU a petición de Barack Obama, que este viernes abandonará la Casa Blanca. La decisión provocó la ira de Israel –el primer ministro, Benjamin Netanyahu, ordenó congelar los contactos de las embajadas de los países que aprobaron esta resolución– al llevar de nuevo a primera plana la polémica sobre las colonias israelíes y a la espera de la llegada del nuevo presidente, Donald Trump, que podría reforzar las tesis de los colonos y que ya ha incendiado el de por sí complejo conflicto árabe-israelí al anunciar su intención de trasladar la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén.
Los asentamientos siguen dividiendo a los propios israelíes. En medio de esta nueva crisis de las colonias, LA RAZÓN visita uno de los más grandes, a escasos minutos en coche desde Jerusalén: Maale Adumim, ubicado al lado de la «línea Verde», en territorio de Cisjordania conquistado por Israel en la guerra de los Seis Días en junio de 1967. Formalmente, es una zona en disputa, pero difícilmente se encuentra aquí a un israelí, ya sea de izquierdas o derechas, que conciba que en el marco de un eventual acuerdo de paz con los palestinos este lugar quede fuera de las fronteras de Israel. «En un proceso de negociación, es mejor que se ponga sobre la mesa la situación de Maale Adumim, no a Jerusalén», explica Eli Raz, uno de los fundadores de la colonia.
Maale Adumim alberga a 41.000 personas, es la ciudad más cercana a Jerusalén y el sentimiento que aquí se respira es que tan sólo es cuestión de tiempo que se produzca la continuidad territorial entre ambas. «Esta ciudad fue erigida sin quitarle nada a nadie. Se hizo sobre tierras desérticas y vacías», recalca Eli, que añade que «los beduinos que se ven ahora en los caminos se acercaron a la zona cuando se construyó Maale Adumim, precisamente por las industrias que funcionaban aquí, en algunas de las cuales consiguieron trabajo». Públicamente y en medio de la nueva escalada de tensión por las colonias, los palestinos no aceptarán que este territorio se adhiera a Israel, pero en las negociaciones llevadas a cabo años atrás y en diferentes contactos informales, tenían claro que Maale Adumim sería incorporado al territorio soberano israelí.
Hoy, este asentamiento, donde no se viven especiales sobresaltos, vuelve a ocupar titulares de la prensa israelí por la intención del partido Hogar Judío, miembro de la coalición de Gobierno, de declarar unilateralmente la soberanía israelí en la zona que engloban sus instalaciones y viviendas.
Las primeras casas temporales de este territorio se instalaron en 1975 como alojamiento para los obreros de la industria local que funcionaba en la zona. Siete años después, comenzaron a construirse las residencias permanentes. «Hoy somos una ciudad», dice Gai Yifrah, vicealcalde de Maale Adumim, que cuenta orgulloso que «aquí nací y aquí viviré para siempre». Gai es consciente de la polémica internacional sobre todo lo relacionado con la zona conquistada en 1967, pero aclara que «hay consenso dentro de Israel, y la enorme mayoría de la ciudadanía está a favor de que Maale Adumim esté bajo soberanía israelí». «Maale Adumim es un asentamiento en términos geográficos, pero en la vida diaria, somos una ciudad como otras en Israel», aclara. Gai añade que eso lo determina en gran medida su carácter urbano: «No es un asentamiento ideológico, sino una ciudad común que ha crecido como parte de Israel, en la que vive gente de derechas y de izquierdas, religiosos y laicos e incluso habitantes no judíos».
Perla Bublik, oriunda de Argentina y residente en Maale Adumim desde hace décadas, coincide con Gai, pese a que su ideología es diferente. Perla, como miembro del Partido Laborista, no renuncia a la posibilidad de que aún se concrete la fórmula de «dos Estados», o sea la creación de un Estado palestino junto a Israel. Pero no le parece factible que esto repercuta en Maale Adumim, donde el 80% de su población trabaja en Jerusalén. Eli Raz es muy crítico con los palestinos y recuerda que siempre consideró que la «línea verde» debía garantizar la seguridad de Israel y dejar abierta siempre la puerta al diálogo. «Pensábamos que saldríamos de aquí a cambio de paz, pero los palestinos siempre han rechazado todo lo que se les ha ofrecido y hoy no veo un horizonte claro», lamenta.
En medio de las discusiones políticas sobre los asentamientos –que, sinceramente, se sienten más fuera que dentro de Maale Adumim– la vida sigue su curso en este popular territorio, donde prima el sentimiento comunitario. Ejemplo de ello son Dalit Mor (49) y Eti Biton (34), que hablan orgullosas sobre las 36 organizaciones de voluntariado que funcionan en Maale Adumim, sus seis movimientos juveniles y muy especialmente sobre el «comando de padres» en el que ambas participan, una iniciativa para controlar a los jóvenes y velar por su seguridad. «Al principio no les gustaba la idea, hoy están felices y se sienten protegidos cuando nos ven», cuenta Dalit. «Saben que no vamos como policías y les emociona sentir que salimos de nuestras casa a altas horas de la noche porque queremos cuidarlos, lo que no significa arruinarles la diversión».
Ninguna de ellas concibe hablar de otro lugar para vivir que no sea Maale Adumim. Éste es su hogar. Hablan con entusiasmo de lo que irradia su ciudad, sin entrar en política, aunque sí esperan que se logre superar esta etapa conflictiva y entrar en otra en la que no haya presiones exteriores. Para ellos, esta colonia es su vida y así lo resume el vicealcalde, Gai Yifrah: «Éste es el paisaje de mi niñez, mi presente y mi futuro, dentro de Israel».
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