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| viernes noviembre 22, 2024

Liderazgo y la subjetividad de la imagen pública


Nuestra sociedad vive sujeta a lo visual, lo que resalte y que obligue poco o nada a realizar una crítica objetiva, concentrándose exclusivamente en la forma y no en el fondo de lo que transmiten ciertas figuras públicas. En una opinión meramente mercadológica, María Soledad Mosquera; de “Mando Medio”, expresa:

“…Los estudios de marketing de las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo y los consejos de psicólogos laborales coinciden en que la imagen es elemental en el área de ventas y que esa imagen es una suma de factores compuesta por la presentación personal…”

En muchas ocasiones; cual flautista de Hamelín; las personas idealizan y viven de un discurso, de una presentación ante la opinión pública y todo aquello del lenguaje no verbal, que sobre pasa lo que realmente se está haciendo en el área de trabajo. Es necesario aterrizar la idea, por lo tanto, de qué manera podría ser más adecuado sino utilizando tres figuras públicas y lo que la semiótica no verbal refleja e idealiza por medio de sus discursos y lo que exhiben. Para esto se tomará de ejemplo a los Presidentes Barack Hussein Obama, Vladimir Putin y Donald Trump.

El caso puntual del presidente Obama, debo confesar que es un genio del discurso, la manera en la cual se expresa a través de las conferencias y actos públicos atrapa, indiferente si tienes una posición favorable o no, es de aceptar que su forma tan particular de expresarse le ayuda. Barack Obama es un idealista, si bien tomó decisiones que políticamente le han generado críticas, no se nota en él que sea una persona malintencionada, o al menos no lo aparenta.

Con perspectivas negativas de su gestión nacional, más acciones y pasividades en temas de política exterior en Ucrania, Siria, Libia, Irak, Afganistán, en el conflicto israelí – palestino y decisiones polémicas como el Acuerdo Nuclear con Irán, el restablecimiento de relaciones con Cuba y la deportación de 2,5 millones de personas, siendo el presidente que más deportaciones ha realizado en las últimas 3 décadas. Tanto así que obtuvo el infame galardón de ser el Primer Premio Nobel de la Paz que no ha pasado ni un solo día de su mandato sin guerra.

Fuera de eso, su último discurso seguido por millones de personas alrededor del mundo, demostró el cariño y “perdón popular” que cualquier mala acción pudiera realizar en su gestión, ayudar así a expiar sus pecados y culpas políticas.

Por su parte, el presidente ruso, Vladimir Putin cuenta con una popularidad internacional, posee todo un equipo de Mercadotecnia que le da resultados inigualables. Su equipo periodístico y de propaganda se moviliza con cada respiro que el presidente ruso da y le eleva los estándares de evaluación política. El alcance ha sido tan significativo que a través de páginas en Facebook le brindan fama entre “nichos de mercado” que no son asiduos consumidores de política internacional, y que se identifican con Putin. A través de memes plasman la figura del líder ruso a un nivel de “Chuck Norris” de los presidentes, galardón nada despreciable en el lenguaje de Internet, donde Chuck manda.

Producto de esta imagen, la permisividad con que actúa el presidente ruso hace que la opinión pública no se cuestione que a nivel interno se violenten una serie de derechos contra minorías sexuales (LGBTI), contra las libertades de expresión, de reunión, asociación, entre otras que señalan agrupaciones como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, etc.

También sin cuestionamientos, el gobierno ruso ha realizado bombardeos contra posiciones opositoras al régimen en Siria, llevando a su paso cantidades de víctimas civiles. Sin que las repercusiones a nivel internacional sean realmente significativas. Hay una permisividad cómplice de aquellos que se han dejado envolver por el rol de imágenes que el sistema ha vendido sobre la figura de este presidente, lo que sea que haga, es comprensible… Señores es Putin, y sabe lo que hace.

Una situación completamente distinta se da con el presidente Donald Trump. Su imagen pública genera anticuerpos, es grotesco a la vista de cualquier asesor de imagen y además sus discursos con violentos ademanes con sus manos, así como ese tono de “redneck” enojado, hacen que sea visto de forma negativa, pero no tiene hasta el momento acciones buenas ni malas, ya que su mandato comienza hasta el 20 de enero.

El gusto entra por los sentidos, pero no se puede analizar la gestión solo con la imagen de Trump, sin siquiera esperar que inicie labores, basados en percepciones que además son construidas, como lo fueron las de Obama y las de Putin, por medio de subjetividades que no necesariamente obedecen a la realidad política de algo que aún no es.

 
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