Dov Moran, el israelí que inventó DiskOnKey y DiskOnChip, invirtió millones para el desarrollo del teléfono inteligente más pequeño del mundo en 2007, el mismo año en el que Apple lanzó su iPhone, que cambió para siempre el tamaño de los móviles.
A pesar de todo, Moran considera este colosal fracaso como un giro positivo en su carrera.
“Hizo que dejara de temerle al fracaso. Cuando uno no fracasa, tiene miedo de que eso pase. Pero una vez cae, se libera”, dijo a ISRAEL21c. “Esto me liberó para dar rienda suelta a ideas”.
Lógicamente, muchos emprendedores tienen pánico al fracaso. Pero en el mundo de las compañías emergentes en Israel los fracasos se ven como algo útil, e incluso necesario, en el camino al éxito.
“Cada fracaso lleva al paso siguiente”, dijo la gerente de desarrollo comercial Efrat Judovits, de 34 años, fundadora y directora ejecutiva de InCeku, un programa para huéspedes de hoteles que les facilita pagar y obtener servicios.
“Considero mis fracasos como algo que me dio el conocimiento y la experiencia para hacer lo que hago ahora. El único fracaso de uno es no alcanzar lo que sueña”, dijo en un reciente encuentro de F***up Nights Tel Aviv, que un movimiento mundial cuyo lema es “El éxito nunca es definitivo, el fracaso nunca es fatal”.
Aprender a fracasar o fracasar para aprender
La creciente popularidad de F***up Nights indica que emprendedores de todas partes están empezando a entender lo que los israelíes ya entendieron desde hace tiempo.
“En general, los israelíes son buenos para aceptar el fracaso, aprender de él, verlo como una parte natural de la vida. Es uno de los elementos claves para nuestro éxito en los negocios, en general, y en el emprendimiento, en particular”, dijo el emprendedor en serie Tal Ben-Shahar, que ha enseñado en la Universidad de Harvard y en el IDC Herzliya, en la ciudad israelí del mismo nombre, y ha dado conferencias en todo el mundo. Su apodo es “Profesor Felicidad”.
“Uno de los mantras que me repito para mí mismo y le repito a mis alumnos es ‘aprende a fracasar o fracasa para aprender’”, dijo.
“La gente exitosa, ya sea en las artes, los negocios o en los deportes, reconocen que no hay otra forma para mejorar y aprender, y que el fracaso es la otra cara del éxito”, agregó.
Continuó: “A nadie le gusta fracasar, pero si entendemos que es parte del viaje, entonces estaremos más dispuestos a intentarlo, a tomar riesgos y explorar. El resultado es que tendremos más probabilidades de éxito”.
Otro emprendedor en serie, Amir Orad, israelí, de 41 años, lleva esta lección en su corazón.
“Soy un profesional para cometer errores”, dijo en broma Orad, quien durante seis años encabezó una unidad tecnológica de investigación y desarrollo en las Fuerzas de Defensa de Israel. Luego jugó papeles destacados en compañías emergentes como Cyota (comprada por RSA), BillGuard (comprada por Prosper) y Actimize (comprada por NICE Systems). Ahora es director ejecutivo de Sisense, compañía de software de análisis con oficinas en Nueva York y Tel Aviv.
“Soy un gran convencido de que el único camino para evitar errores es no tomar decisiones. En algunas culturas y compañías no está permitido cometer errores. O lo despiden a uno, o trata de esconder el error o defenderlo, y eso es lo peor que puede ocurrir porque no aprenderá nada de él”, dijo Orad. “Es necesario reconocer y aceptar rápidamente los errores, aprender de ellos y seguir adelante”.
Orad sabe de lo que habla.
“En Cyota, desarrollamos nueva tecnología que creíamos que podría resolver la seguridad en línea si les ofrecíamos a los usuarios tarjetas de crédito que se evaporaban después de ser usadas una vez. Hicimos una encuesta y a los consumidores les encantó la idea. Pasamos dos años desarrollando el producto y uno más para ponerlo en el mercado, sólo para ver que la gente es demasiado perezosa como para emplear los diez segundos extra que necesitaban para usarla. Esto costó millones de dólares y tres años de mi vida”, dijo.
“Debido a lo que aprendimos del error, supimos que es necesario balancear la seguridad con la conveniencia. Así fue como desarrollamos una tecnología que llamamos ‘autenticación basada en riesgo’, lo que básicamente significa que cuando uno paga una factura en línea desde la casa, no tiene que someterse a pasos de seguridad engorrosos, pero si va a mover millones de dólares desde Rusia, por ejemplo, entonces tendrá que pasar por un procedimiento de seguridad engorroso.
“Los expertos en la industria nos dijeron que era una idea estúpida, y los estudiantes de administración de la Universidad de Wharton [en Filadelfia] que contratamos para que nos dieran su opinión dijeron lo mismo. Aun así decidimos intentarlo y asumir el riesgo; el peor caso era que no tuviéramos éxito y que tuviéramos que seguir adelante”, continúa Orad.
Fue un éxito rotundo. Millones de personas usan el método de autenticación basado en riesgo millones de veces al día en sitios como Google y Facebook.
Ben Wiener, socio director del fondo de micro-inversiones Jumpspeed Ventures, en Jerusalén, dijo que la fundadora de una compañía que buscaba financiación recientemente estaba avergonzada de decirle que su primer proyecto fue un fracaso.
“Grité, ¡estupendo!”, dijo Wiener.
“Como inversionista, me inclino por los ganadores”, dijo “Así que cuando uno oye que alguien ha tenido un fracaso, por lo menos sé que probablemente no cometerán esos mismos errores con mi dinero. No significa que hayan fracasado como personas, sino que el proyecto en el que estaban trabajando ha fracasado, y eso les convierte en mejores fundadores en el futuro”.
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