En una situación tal de incertidumbre, el Britain Israel Communications and Research Center ha elaborado un informe en el que analiza la posible evolución de todos estos factores en este año que acaba de comenzar con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, que promete cambios radicales respecto de la política de su predecesor.
El documento dedica un capítulo importante a los interrogantes que plantea la Presidencia Trump:
La gran incógnita en 2017 tiene que ver con la política de EEUU bajo la Administración Trump. La política regional del presidente Barack Obama representó un intento de reducir los compromisos estadounidenses, completar la retirada de las tropas de Irak, [apostar por] el ‘reequilibrio’ entre Irán y sus enemigos suníes, tratar de resolver el conflicto palestino-israelí, evitar implicarse demasiado en la guerra civil siria y, en consecuencia, aceptar la presencia de Rusia como actor principal. Aunque la política regional de Trump no está clara todavía, Oriente Medio quedará profundamente marcado por las prioridades globales de su Administración y por su posición sobre una variedad de retos regionales, como la paz palestino-israelí, Irán, Rusia y la guerra civil siria.
En relación con la presencia activa de Rusia en Oriente Medio, parece que el objetivo de Trump es alcanzar un acuerdo básico para el reparto de los ámbitos principales de acción entre las dos superpotencias. Así, los analistas del Bicom consideran que la clave pasa por la rebaja de las sanciones estadounidenses a Moscú por su intervención en Ucrania y por dejar a Putin campo abierto en la guerra siria, a cambio de que Washington pueda endurecer hasta donde considere oportuno el acuerdo nuclear con Irán, cuyos dirigentes están aprovechando la laxitud de la anterior Administración estadounidense y la ambigüedad de los términos del pacto para continuar con sus pruebas de misiles y con otros desarrollos armamentísticos que amenazan directamente la seguridad mundial.
Ese entendimiento de mínimos con Rusia será probablemente el eje primordial de la política de Trump. A partir de ahí, el nuevo presidente norteamericano tendrá que lidiar con otros retos que el estudio al que nos referimos resume de esta manera:
A pesar de las incógnitas, hay varios temas que probablemente definirán la Administración Trump. Sus tendencias aislacionistas no le impedirán perseguir logros reales, de manera que, muy probablemente, Trump será receptivo a las preocupaciones de Israel y se opondrá a los intentos internacionales de presión contra el Estado judío. (…) [Querrá] abordar el protocolo de aplicación del acuerdo nuclear con Irán de manera diferente, quizá centrándose en obligar a Irán al cumplimiento [de lo acordado] y denunciar las violaciones sustantivas del acuerdo o criticar las actividades paralelas [iraníes], como las constantes pruebas de misiles balísticos, que violan el espíritu del pacto; y ser antiislamista, tanto en relación con grupos radicales tipo ISIS como con las variaciones más políticas del tipo Hermanos Musulmanes, lo que será un buen augurio para las relaciones entre EEUU y el Egipto de Al Sisi. Queda por ver si las declaraciones antiislamistas más radicales de Trump afectarán negativamente a sus relaciones con el mundo árabe en general.
Este será el año en que se definirán las grandes líneas de acción de la nueva Administración estadounidense en la escena internacional. Los tradicionales aliados de EEUU en Oriente Medio, en especial Egipto y Arabia Saudí, confían en que el desinterés de Washington durante el mandato de Obama pase a la historia. Israel necesita recuperar su relación privilegiada con EEUU. Por su parte, Irán es la amenaza que se cierne en el horizonte, mientras Rusia ha aprovechado la inacción estadounidense durante estos años para alcanzar numerosos objetivos estratégicos con los que negociar un nuevo entendimiento con EEUU.
Esas son las principales piezas del puzle que Donald Trump deberá armar; de su adecuado encaje dependerá, en gran medida, el futuro de la región a medio y largo plazo.
No es fácil