Los españoles fueron asignados a la brigada de los ultraderechistas franceses de Unión Continental. La paradójica convergencia generó debates y piruetas mentales entre los comunistas españoles a la hora de justificarla. Pero el comentario más interesante que leí en las redes sociales fue el de alguien que señaló que desde hacía mucho tiempo comunistas y neofascistas compartían una causa común sin que nadie pareciera dispuesto a escandalizarse por ello: Israel.
Pilar Rahola tuvo ocasión recientemente de comprobar esa convergencia de comunistas y neofascistas al convertirse en diana de ataques personales por el simple hecho de honrar la memoria de las cuatro víctimas del ataque terrorista sucedido en Jerusalén el pasado 8 de enero. Rahola publicó en Twitter fotos de las víctimas atropelladas por un camión junto con los mensajes “Asesinados por el horror”, “Zijrono liberaja” (“de bendito recuerdo” en hebreo) y «JeSuisJerusalem». A partir de ese momento, en sus propias palabras, vio “reventar las cloacas de Internet”, y su twitter “se llenó de monstruos de las dos orillas del infierno”, es decir, “nazis redomados” y “comunistas de hoz y martillo”.
Sobra relatar con detalle los despropósitos que se dijeron aquellos días: burlas a las víctimas y teorías conspirativas sobre un “autoatentado” israelí. Aunque, tratándose de España, tampoco hay que buscar las opiniones más extremas para encontrar falta de empatía con las víctimas israelíes. Joan Cañete Bayle afirmaba en El Periódico de Catalunya que el atentado del 8 de enero en Jerusalén no era comparable con los atentados yihadistas de Niza y Berlín, donde los terroristas también emplearon camiones como arma, porque “es un caso más de esa vasta red de violencias que causa la ocupación”.
Esos extremos que se tocan contra Israel generan a su vez simpatías hacia sus enemigos. Así, encontramos que en España han mostrado públicamente su apoyo por el régimen de Bashar al Asad el Partido Comunista de España y el neofascista Movimiento Social Republicano. Las simpatías de unos y otros se entienden si consideramos que el régimen sirio es autoritario en los términos de J. J. Linz. Es decir, es una dictadura en la que existe una cierta pluralidad. En este caso, encontramos que apoyan a Al Asad formaciones como el Partido Social Nacionalista Sirio (PSNS), cuyo nombre y emblema bastan para identificar su carácter fascista. No está de más añadir que el PSNS mantiene vínculos con grupos neofascistas y neonazis.
Las paradójicas convergencias han sido habituales en Oriente Medio. Según un reciente reportaje de una revista francesa, el criminal de guerra nazi Alöis Brunner vivió acogido por el régimen sirio durante 40 años. Al parecer, murió en Damasco en 2001. Brunner fue mano derecha de Adolf Eichmann y se le consideraba responsable del asesinato de 128.500 judíos. Se le había perdido la pista en 1992, no sin antes haber concedido entrevistas en las que manifestó no tener remordimientos y estar dispuesto a hacer lo mismo.
Las narrativas de unos y otros contra Israel tienen orígenes diferentes. Pero, de las teorías raciales antisemitas de unos y la solidaridad con las fuerzas socialistas del Tercer Mundo en plena Guerra Fría de los otros, hemos ido pasando a relatos parecidos sobre el poder judío en la industria audiovisual, los medios de comunicación o los pasillos de Washington DC para apoyar a Israel y chantajear emocionalmente a Occidente con el recuerdo del Holocausto.
En el año 2009, un acto sobre Racismo y antisemitismo en España que iba a celebrarse en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Complutense de Madrid fue reventado. Días antes se había repartido un panfleto en el que el entonces presidente de la Federaciones de Comunidades Comunidad Judías de España, uno de los participantes en el acto, era tachado de “adicto a la usura”. El panfleto concluía refiriéndose al “lobby hebreo” y lo tildaba de “élite financiera especializada en la manipulación del victimismo”.
Más retorcidas fueron las piruetas argumentativas como las de Nazanín Armanian, colaboradora del diario Público, donde mantiene el blog Punto y Seguido, que en unas jornadas celebradas en la Universidad de Valencia en la primavera de 2010 comparó los atentados del 11-Scon “una película con efectos especiales”, rematando con: “Y todos sabemos quién controla Hollywood…”
Y así, sin ir más lejos, el año pasado el perfil de Izquierda Unida en Madrid dio difusión a la convocatoria de una manifestación frente a la embajada de Estados Unidos en España durante la visita del presidente Obama con un cartel en el que aparecía representada una figura con una kipá, peyot y el símbolo del dólar en la espalda, de cuyo bolsillo otra figura negra extraía varios billetes. Dando una vuelta al círculo, el discurso y la iconografía antisemitas que hace décadas eran propios de la ultraderecha han sido totalmente asumidos por una parte de la izquierda.
Mas que las afinidades ideológicas, las fóbias compartidas parecen estar en el origen de determinadas alianzas, aparentemente contra natura
(aunque en el fondo no tanto) «los extremos se tocan en efecto» cuando de sacar a pasear prejuicios antidiluvianos se trata por parte de unos y de otros, desde conductas agresivas, cuando no abiertamente violentas
Por ello tal vez, resulta hoy en dia tan dificil asociar dichas conductas, con un colectivo en concreto, cuando las lineas de demarcacion entre distintas tendencias radicales, se han hecho tan difusas…
Su ódio a Israel, y a todo lo que ese pais representa, les lleva a unir sus fuerzas, a traves de las instituciones, en los médios y en la calle, generando en torno a ellos, un clima de populismo exacerbado y de algarrada permanente, de lo mas inquietante , algo que para la izquierda ultramontana, constituye parte esencial de su própio ADN…