Traducido para Porisrael.org: Marcelo Piwnica
Mientras que la reubicación sea llevada a cabo dentro de los confines del este de Jerusalén, los árabes tienen que reconocerla como una acción diplomática normal.
Desde la anexión de 1980 de los territorios en disputa en 1967, Israel mantiene que Jerusalén es su eterna e indivisa capital .Desde la perspectiva de muchos en el mundo árabe este reclamo es provocativo y vehementemente rechazado. En adición a su lugar en el centro de las aspiraciones políticas, el este de Jerusalén en el reciente pasado nacionalista era parte de la narrativa colectiva árabe de unidad y propósito. ’’Jerusalén es nuestra’’ por la icónica cantante libanesa Fyruz no fue sobre pérdidas o ganancias territoriales. Mejor dicho, en un orden mundial que les falló a los palestinos por dos décadas después de la guerra de 1948. El mismo mundo que parecía apático a la repetición de la situación original que siguió a la guerra de junio de 1967, la canción es sobre la justicia buscada y denegada.
Medio siglo más tarde el dolor y la rabia hicieron metástasis en el cinismo y el radicalismo y el nacionalismo desapareció. Jerusalén, sin embargo, permanece ‘’nuestra’’ aunque el ‘’nosotros’’ y el ‘’nuestro’’ ya no es mas lo mismo. Es un tema que produce rabia e inflama. La calle árabe muestra pocos signos de ultraje y del asesinato de cientos de miles de personas en Siria pero vocea su apasionado rechazo de cualquier acción que afecte el indeterminado estatus de la Ciudad Santa. El valor de los símbolos suplantando la preocupación de seres humanos para vivir, respirar y sufrir fue demostrado repetidamente en la cultura árabe (y mas allá).En el caso de Jerusalén, es un futuro inhibidor del esfuerzo para resolver la cuestión palestina. La planeada reubicación de la embajada puede ser una oportunidad para nuevas cuestiones.
En su nivel más fundamental, reubicando la Embajada de los Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén es una decisión soberana que involucra solamente a dos partes, los Estados Unidos e Israel. Es realmente raro que la voluntad de un país soberano para identificar su propia capital no sea honrado por su principal aliado la cual es la más poderosa nación del mundo. Mientras la reubicación de la embajada sea seleccionada en la indisputada zona oeste de la capital, invocando el obsoleto reclamo de jurisdicción internacional sobre la totalidad de Jerusalén como lo demandado por el plan de partición de las Naciones Unidas en 1947 la acción puede ser retirada de la polémica, el plan malignizado no puede ser referencia de décadas de rechazo. La mudanza de la embajada va a traer reacciones en el mundo árabe, pero la obligación es de la cultura árabe de manejar y sobrevivir a estas reacciones.
Por cierto, hay un segmento de la sociedad árabe que llegó a un nivel de radicalización y animosidad contra Israel y Occidente que no puede ser revertido. Los individuos con esas actitudes son fáciles de reclutar por el Estado Islámico y otros grupos violentos y ninguno estaría encantado por la mudanza de la embajada ninguna concesión ofrecida por Estados Unidos o Israel. La cuestión es para más vastos círculos en donde la cuestión de Jerusalén está cargada de emoción y también con el sentido de injusticia ignorada. Este abundante público puede beneficiarse escuchando de dos partes en conjunto con la reubicación de la embajada de los Estados Unidos y su propia elite intelectual..
La Administración Trump está bien aconsejada de presentar la reubicación de la embajada por lo que es: una corrección largamente postergada de una anomalía en la relación de Estados Unidos con Israel. Para aliviar los miedos inflamados por los demagogos, pero también alimentado por las vicisitudes de la historia, Washington puede considerar el dar una declaración por separado sobre su apreciación de las aspiraciones palestinas y su intento, como expresaron en numerosas ocasiones por el entonces candidato Donald Trump a tomar parte en negociaciones para una justa resolución del problema.
Es, sin embargo, la responsabilidad de la cultura árabe para echar luz positiva, desplazando real retrato utilitario del evento como un insulto y una herida al mundo árabe e islámico e invitar a la reflexión sobre asuntos incrustados y raramente cuestionados. Sin duda, históricamente, culturalmente y existencialmente ‘’Jerusalén es nuestra’’. Pero también es de ellos.
Aquí yace la cuestión fundamental que las culturas árabe e israelí no se miraron a sí mismos críticamente: ‘’Jerusalén es judía’’. Es un declaración que no es confortable en absoluto, muchas veces va más allá cuando se pronuncia en un lugar árabe. Sin embargo, no es solamente una declaración de hechos, sino es una declaración histórica, de conciencia y de profunda realidad. En los siglos pasados el extrañamiento de una prohibida Jerusalén fue el núcleo del judaísmo. Sin embargo esta ligazón emocional, devota y espiritual no está mencionada en la narrativa árabe. Ni es un hecho más concreto que en tiempos de los otomanos, antes del mandato británico, el colonialismo europeo y el imperialismo norteamericano, Jerusalén tuvo más a menudo una pluralidad judía y por momentos una mayoría judía. La seria cuestión que la cultura árabe debe buscar mencionar cuando busca una respuesta a la mudanza putativa de la embajada de los Estados Unidos a Jerusalén es si la oposición deriva de consideraciones políticas o de la dura resistencia a aceptar que Jerusalén es judía.
Esto no anula ninguna de las ligazones árabes y palestinas con la zona. De ser la primera Qiblah y el tercer escudo los Dos Escudos Sagrados, a dar cuerpo al precario pero existente deseo de formar una identidad musulmana-cristiana, si Jerusalén es árabe sin perjuicio de su carácter judío. La Ciudad Santa puede reclamar ser más: armenia, copta, etíope, griega, latina. Es la tarea de una futura generación el negociar las muchas identidades del lugar.
Jerusalén puede emerger como la primera instancia en la historia moderna en donde una ciudad es la capital de dos naciones. Hoy, es la capital de Israel. Para disputar este hecho con credibilidad uno necesita separar las partes de Jerusalén misma. La soberanía de Israel sobre la parte oeste no puede negarse en ninguna búsqueda de una solución justa al conflicto israelo-palestino. Mientras la reubicación de la embajada de los Estados Unidos se haga en esos confines, debe ser reconocida como una acción diplomática normal.
*** Editor contribuyente con el Fikra Forum y principal al Middle East Alternatives de Washington.
Jerusalen representa en si misma un símbolo, y no solo la capital histórica y espiritual del pueblo judio, del antiguo Reino de Israel, y del actual Estado democrático que le dá nombre , por ello precisamente, todo se magnifica cuando a ella se alude en términos de soberaniá, legitimidad y derecho histórico … el debate alcanza entonces niveles de visceralidad que hacen imposible cualquier aproximacion prágmática al mismo que pretendamos hacer…
Que la capital de un pais, cualquiera que éste sea, acoja las embajadas de las naciones con las que tiene establecidas relaciones diplomáticas, parece de lo mas normal, y asi viene siendo comunmente aceptado y reconocido en el seno de la Comunidad internacional, sálvo en el caso que nos ocupa, y por las razones ya citadas
Reconocer la judeidad de Jerusalen por párte árabe, y por ende el derecho que asiste a Israel, a ubicar en ella su capital, equivale para éstos a un acto de álta traicion, y una cesion inaceptable ante el «enemigo sionista» … en éstas estamos, y con planteamientos tan peregrinos y ayunos de sensatez, tenemos que lidiar, hoy como ayer …