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| sábado noviembre 23, 2024

Por qué no amo a mis enemigos


Si los seres humanos hubieran amado a sus enemigos desde los comienzos de la Historia, no hubiera habido cultura ni civilización. Lo que puede ser válido para un individuo, un Buda o un Gandhi, no lo es necesariamente para un pueblo o para el resto de los hombres. Eso significa que la guerra nos acompaña como la sombra: desde siempre y hasta siempre.  Con sus desastres y sus hallazgos, sus cambios de poder y tratados de frágil seguridad. Soñar con la pax perpetua de Kant es una idea exquisita pero insostenible. Así, pues, que yo, por mi parte, no amo a mis enemigos, los combato y me defiendo de ellos. Eso es lo que realiza el cuerpo en una continua  lucha, la que lleva a cabo el sistema inmunológico contra los gérmenes o bacterias que amenazan su equilibrio metabólico. Qué duda cabe: en el Oriente Medio, y si Israel bajara la guardia más de lo debido, sería devorado por sus enemigos, quienes acechan y traman contra el país de los judíos noche y día, día y noche. Dicho esto hay salvedades, y ya desde los días de Abraham: quienes nos bendicen serán bendecidos y quienes nos maldicen serán maldecidos. Una verdad tan rotunda no debería alarmarnos: el bien decir existe, como existen la buena voluntad y la admiración. Pero también existen el mal decir-la prensa árabe en lo que a Israel se refiere-, la envida y el resentimiento. Aunque algunos cambios al respecto se están produciendo en los medios de comunicación en la misma medida en que los islamistas y los islámicos asumen algo de autocrítica por sus errores y fracasos.

            Trump dijo a los iraníes que él no es Obama. Claro que aún no sabemos quién es realmente, aunque es innegable que está removiendo la cucharilla del café con fuerza y no sin dificultades. Ni lerdos ni perezosos los persas se preparan para lo peor, lo cual causa el disgusto de los países europeos que ya se estaban frotando las manos al pensar en los altos beneficios de sus empresas y negocios en Teherán. El juego es o puede ser mortal, por lo tanto es mejor desenmascarar al auténtico Satán que dejar que ellos nos demonicen a nosotros una y otra vez tratándonos de vender la revolución islámica como un logro admirable del que Maduro y otros sátrapas sudamericanos se consideran, en cierto modo, discípulos y émulos. Es extraño que Occidente no quiera ver en Irán al principal promotor de gran parte de los desórdenes y las  mini guerras actuales: en Yemen, en Siria, en Gaza, el monstruo que duerme y guarda sus fuegos en túneles. Incluso el comunismo fue mejor que el khomeinismo.

            No amo a mis enemigos porque ellos me odian irremisiblemente. No los quiero porque antes de verme la cara ya me la quieren borrar; y no los amo porque teniendo una y otra vez oportunidad de aceptarme como soy, me han rechazado con insistencia. Así es la realidad, o comes o te comen. Dejemos a las buenas gentes de aquí y de allá, actores y actrices, que se manifiesten por la paz y las buenas maneras y quieran lo mejor para los pobres refugiados. Ya les llegará el momento de ayudar con el traslado de los heridos y los discursos de consuelo. Los éxitos militares de Putin proceden de no hacerle ascos a esa verdad. Si no quieres que te invadan masivamente, haz un poquito la guerra aquí y allá, reclama esto y lo otro y no me vengas con el cuento de que mi casa es tu casa. ¿Acaso Arabia Saudita es la casa de sus pobres correligionarios maltratados y dispersos? ¿Lo es Indonesia, el mayor país musulmán del mundo? ¿Por qué estamos obligados a ser compasivos con quienes ni siquiera lo son consigo mismos? Un enemigo deja de serlo cuando comprende que le iría mucho mejor siendo tu amigo. Entretanto, ahí está la guerra con sus misiles y máscaras de gas.

 
Comentarios

Tampoco yo amo a mis enemigos, pero en vez de odiarlos, trato de no parecerme a ellos, de disociar sus conductas de las mias, de no situarme en pie de igualdad con los que tiene en el terror, su único «argumento»… No los ódio, porque de hacerlo incurririá en identico error de miseria moral y bajeza infinita, que en ellos observo y denuncio con mis palabras y actitudes … Me defiendo de ellos con las armas de las que dispongo, sin por ello proponerme aplicarles los mismos «métodos» que a buen seguro me tendrián reservados, en caso de verme claudicar ante su barbárie …
y todo por una única, simple y elemental razon;
QUE NO SOY COMO ELLOS …

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