Trump dijo a los iraníes que él no es Obama. Claro que aún no sabemos quién es realmente, aunque es innegable que está removiendo la cucharilla del café con fuerza y no sin dificultades. Ni lerdos ni perezosos los persas se preparan para lo peor, lo cual causa el disgusto de los países europeos que ya se estaban frotando las manos al pensar en los altos beneficios de sus empresas y negocios en Teherán. El juego es o puede ser mortal, por lo tanto es mejor desenmascarar al auténtico Satán que dejar que ellos nos demonicen a nosotros una y otra vez tratándonos de vender la revolución islámica como un logro admirable del que Maduro y otros sátrapas sudamericanos se consideran, en cierto modo, discípulos y émulos. Es extraño que Occidente no quiera ver en Irán al principal promotor de gran parte de los desórdenes y las mini guerras actuales: en Yemen, en Siria, en Gaza, el monstruo que duerme y guarda sus fuegos en túneles. Incluso el comunismo fue mejor que el khomeinismo.
No amo a mis enemigos porque ellos me odian irremisiblemente. No los quiero porque antes de verme la cara ya me la quieren borrar; y no los amo porque teniendo una y otra vez oportunidad de aceptarme como soy, me han rechazado con insistencia. Así es la realidad, o comes o te comen. Dejemos a las buenas gentes de aquí y de allá, actores y actrices, que se manifiesten por la paz y las buenas maneras y quieran lo mejor para los pobres refugiados. Ya les llegará el momento de ayudar con el traslado de los heridos y los discursos de consuelo. Los éxitos militares de Putin proceden de no hacerle ascos a esa verdad. Si no quieres que te invadan masivamente, haz un poquito la guerra aquí y allá, reclama esto y lo otro y no me vengas con el cuento de que mi casa es tu casa. ¿Acaso Arabia Saudita es la casa de sus pobres correligionarios maltratados y dispersos? ¿Lo es Indonesia, el mayor país musulmán del mundo? ¿Por qué estamos obligados a ser compasivos con quienes ni siquiera lo son consigo mismos? Un enemigo deja de serlo cuando comprende que le iría mucho mejor siendo tu amigo. Entretanto, ahí está la guerra con sus misiles y máscaras de gas.
Tampoco yo amo a mis enemigos, pero en vez de odiarlos, trato de no parecerme a ellos, de disociar sus conductas de las mias, de no situarme en pie de igualdad con los que tiene en el terror, su único «argumento»… No los ódio, porque de hacerlo incurririá en identico error de miseria moral y bajeza infinita, que en ellos observo y denuncio con mis palabras y actitudes … Me defiendo de ellos con las armas de las que dispongo, sin por ello proponerme aplicarles los mismos «métodos» que a buen seguro me tendrián reservados, en caso de verme claudicar ante su barbárie …
y todo por una única, simple y elemental razon;
QUE NO SOY COMO ELLOS …