El jefe de Hezbollah, Hassan Nasrallah
Según señaló el último informe del Departamento de Estado, en el presente Hezbollah reforzó sus vínculos con los cárteles colombianos y mexicanos y se especula que sus operaciones ilícitas las lleva adelante también en Bolivia, Ecuador, isla Margarita y Brasil.
Con el recambio tras la era Obama, Hezbollah retorna al centro de la escena para la nueva Administración del presidente Donald Trump y se reaviva el debate sobre su presencia, sus finanzas y el grado de amenaza del grupo terrorista para los EEUU y la región.
El Departamento de Seguridad Nacional y el del Tesoro han puesto en la mira a la organización terrorista, como en años anteriores, con la intención de extender las sanciones a Irán y aplicar duros controles a financistas involucrados con el grupo terrorista, pero muy en particular por su expansión y estructura financiera en México, Venezuela, los países del ALBA, y especialmente por sus vínculos con los cárteles mexicanos de la droga y la guerrilla colombiana de las FARC para lavar dinero y financiar sus actividades terroristas en Oriente Medio.
El primero en padecer la nueva política estadounidense ha sido un viejo socio de Hezbollah en Latinoamérica, Tareck Zaidan El Aissami Maddah (conocido como Tareck El Aissami), vicepresidente en funciones de Venezuela, que fue colocado por el Departamento del Tesoro estadounidense en su lista de personas relacionadas con el tráfico de drogas y el favorecimiento a las actividades de lavado de dinero y otros delitos como fraude a favor del grupo terrorista, según se publicó en un anuncio el pasado lunes en Washington, en el que se indica que El Aissami «juega un papel importante en el apoyo al tráfico internacional de estupefacientes y especialmente en la droga que ingresa a los EEUU».
El Departamento de Estado asegura disponer de información financiera concreta sobre la organización y sus adherentes, propagandistas y operadores para reclutamiento, y estima que el lavado de dinero y la financiación que manejó el grupo entre 2014 y 2016 —que fuera triangulada con bancos alemanes y libaneses— han sido de unos 600 a 700 millones de dólares provenientes de actividades ilícitas en la Triple Frontera, Venezuela, Colombia, Brasil e isla Margarita.
Fuentes de inteligencia estadounidenses investigan también la ruta de financiación de Hezbollah a través del tráfico de drogas y sus lazos cada vez más estrechos con los cárteles colombianos y mexicanos, que son una nueva evidencia de la importancia de esa fuente de ingresos para mantener su estructura militar y las actividades de apoyo social a los núcleos de población chiitas del Oriente Medio.
El Gobierno de México, sin embargo, rechazó la vinculación entre Hezbollah y el auge del narcotráfico mexicano. En enero pasado, la embajada de ese país en Washington negó el incremento de lazos entre la organización terrorista islámica y el crimen organizado mexicano, así como la amenaza que podía derivarse para la seguridad en la frontera, que denunció en un informe la Cámara de Representantes estadounidense.
Para los EEUU, un indicio de la presencia de Hezbollah en la frontera es la sofisticación alcanzada por los narcotúneles, muy similares a los utilizados por la organización terrorista en el Líbano. «Esto marca que Hezbollah está proporcionando a los narcotraficantes la tecnología necesaria para construir esos canales de contrabando», señaló el periodista de investigación Doug Farah en una de sus publicaciones de finales de 2016.
En su campaña política, el actual mandatario de EEUU declaró en reiteradas oportunidades que «la expansión de los intereses iraníes en América Latina sería neutralizada por razones de seguridad para el pueblo estadounidense». Ya como presidente, Trump ordenó a las agencias de seguridad trabajar sobre ello con alta prioridad, al considerar que la región fronteriza «se ha convertido en un paraíso para terroristas y traficantes de droga».
El Departamento de Estado también señaló que una de las redes financieras más importante de la organización en la región fue creada y operada por Ghazi Nassereddine, un libanés que se nacionalizó venezolano hace 12 años y que se desempeñó largo tiempo como el número dos de la embajada de Caracas en Siria. Naserddine fue amigo personal de Chávez y del actual vicepresidente de Venezuela, Tarek El Aissami. Uno de los hermanos Nassereddine, Abdallah, fue miembro del Parlamento venezolano y utilizó su cargo como vicepresidente de la Federación de Entidades Árabes y Americanas (FEAA) para mantener vínculos con las comunidades islámicas de toda la región. Su otro hermano, Oday, es sindicado por EEUU como responsable del establecimiento de centros de entrenamiento paramilitar en isla Margarita.
La acciones de neutralización de actividades de terrorismo, narcotráfico y lavado de dinero en apoyo a la financiación de la organización Hezbollah en América Latina continuarán, según informo en un comunicado del día martes John E. Smith, director interino de la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés). La inclusión del vicepresidente venezolano en la Lista de Narcotraficantes Especialmente Designados «marca la culminación de una investigación de varios años y el primero de una lista de nombres que se ampliará en los próximos días«.
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