En el marco de su anual Semana del Apartheid Israelí, la asociación Students for Justice in Palestine de Columbia organizó, de manera conjunta con Jewish Voice for Peace Columbia/Barnard, un acto el lunes 27 de febrero que llevaba por título Los sionistas son racistas.
Si aceptamos la sentencia del doctor King de que el arco del universo moral es largo pero se dobla hacia la justicia, entonces aceptamos la idea de que, a medida que progresa la Humanidad, a veces debemos echar la vista a actos del pasado y reconocer que no se ajustan a nuestros patrones de moralidad. La esencia misma del progreso se predica sobre el reconocimiento de que existe un problema que debe ser abordado.
Los estudiantes que organizaron ese acto ofensivo, fanático y lleno de odio son culpables de justo lo contrario. Nos arrastran de vuelta a un pasado que es tan vergonzoso que ya ha sido corregido.
La tristemente célebre resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas que en 1975 le dijo al mundo que “el sionismo es racismo” fue revocada en 1991 con el voto de 111 países. Otros 25 votaron contra la derogación, entre ellos algunos faros relucientes de la democracia y la igualdad como Cuba, Corea del Norte, Irán, Irak, Mauritania, Arabia Saudí, Somalia, Sudán, Siria y el Yemen. Students for Justice in Palestine y Jewish Voice for Peace se rodean de una fantástica compañía.
Incluso en el momento de su adopción, los justos se pronunciaron contra ella. Daniel Patrick Moynihan, en aquel entonces embajador de Estados Unidos en Naciones Unidas, dijo:
Habrá tiempo suficiente para contemplar el daño que este acto causará a Naciones Unidas. Los historiadores lo harán por nosotros, por ahora bastará con señalar esta realidad premonitoria. (…) La propuesta, que será sancionada mediante una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas, dice que el sionismo es “una forma de racismo y de discriminación racial”. Bien: esto es mentira. Pero como es una mentira que ahora Naciones Unidas declara como verdad, ha de restablecerse la auténtica verdad.
Las palabras de Moynihan eran preclaras. Años después, pidiendo que se revocara la resolución, el presidente George H. W. Bush dijo:
Igualar el sionismo con el racismo es rechazar al propio Israel, un miembro muy reputado de Naciones Unidas (…) Esta institución no puede decir que busca la paz y al mismo tiempo cuestionar el derecho de Israel a existir. Con la derogación incondicional de esta resolución, Naciones Unidas fortalecerá su credibilidad y servirá a la causa de la paz.
Estas palabras no perturbarán a los organizadores del acto del día 27, ya que ellos mismos cuestionan el derecho de Israel a existir y les importa muy poco “servir a la causa de la paz”; pero sí debería inquietar al resto del alumnado de Columbia. El sionismo no es racismo. Equiparar ambas cosas es abominable y de intolerantes. No debió hacer falta decirlo hace 41 años, y desde luego no debería hacer falta decirlo hoy.
© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
Tuve el honor de conversar personalmente con Chaim Herzog sobre ese tema. En el fondo es puro antisemitismo