Geert Wilders, el probable vencedor de las elecciones holandesas, se eleva sobre los hombros de gigante de dos líderes asesinados por atreverse a alzar la voz contra la ola de fanatismo islamista que está envenenando la vida social holandesa y europea. Pim Fortuyn fue asesinado en 2002 por un ultraizquierdista que estaba en contra del mensaje presuntamente xenófobo y anti-islam del profesor de Sociología que se declaraba abiertamente católico y gay. Pero esto era solo una excusa porque Fortuyn no estaba en contra del islam ni de la inmigración, sino de la falta de control de un islamismo radical que se expandía por escuelas y mezquitas, de un multiculturalismo que exime a los fanáticos musulmanes de cumplir con la ley común en favor de la sharia y de la inmigración indiscriminada.
Dos años después el que caía asesinado, en mitad de Ámsterdam, era el cineasta Theo van Gogh, degollado y tiroteado a plena luz del día por un islamista con la doble nacionalidad holandesa y marroquí siguiendo un ritual religioso. Su pecado había sido rodar el corto Sumisión, en el que se denunciaba la opresión de la mujer bajo la cultura islámica dominante. La guionista era Ayaan Hirsi Ali, una africana de origen musulmán que conocía de primera mano la servidumbre moral y política que exige el islam mayoritario, en particular a las mujeres, y que posteriormente hatematizado la diferencia entre un islam al que hay que combatir por su intolerancia violenta y el compatible con la democracia liberal, minoritario y perseguido por el anterior. Casi peor que el asesinato fue la cobardía mostrada por el Festival de Róterdam, que se negó a proyectar dicho corto “por motivos de seguridad”. Hirsi Ali tuvo que exiliarse, ante la indiferencia cómplice de sus vecinos.
Theo van Gogh era un director de cine cáustico, crítico e independiente. Hacía de la risa un instrumento de desvelamiento de la opresión y la estupidez. Se había enfrentado al Estado holandés, a la UE, a las Iglesias católica y protestante, a partidos de izquierda y derecha. PeroSubmission se topó con los seguidores más fanáticos de Alá y su profeta. Recordemos que uno de los significados del término islam es precisamente “sumisión”, obediencia ciega a un texto considerado sagrado: el Corán.
En Visions of Europe diversos cineastas mostraban aspectos de la realidad europea. Muchos de ellos eran críticos, sardónicos e hirientes con la religión cristiana y sus instituciones. Ni uno solo se atrevía a mofarse de los musulmanes. La muerte de Van Gogh marcó una amenaza siniestra sobre los artistas e intelectuales europeos, los que usan la libertad de expresión como forma de crear espacio ciudadano: ni una referencia crítica al islam, ya que se considerará ipso facto como una blasfemia. El mundo civilizado, por el contrario, puede ser definido como el lugar en el que incluso la blasfemia es posible.
Después de Salman Rushdie, van Gogh volvió poner en el primer plano de actualidad el desafío que el fundamentalismo islamista representa para nuestras sociedades libres y democráticas, civilizadas en suma. Cuando Kant escribió La religión dentro de los límites de la razón naturalestaba pensando fundamentalmente en el cristianismo. Es hora de empezar a aplicar los criterios racionales de la Ilustración a otras religiones que quieran establecerse en Europa. Serán bienvenidos siempre y cuando asimilen e incorporen en sus cosmovisiones religiosas los principios de libertad, igualdad y fraternidad, sobre los que se basa la civilización. A secas. Como también argumentaba Hegel, las religiones deben serlo de la libertad y la razón o no pueden ser toleradas dentro de una sociedad abierta pero no suicida.
Ante la guerra diplomática entre Holanda y Turquía (y entre Alemania y Turquía; y entre Dinamarca y Turquía…), hay que tener en cuenta que en los Países Bajos gobierna el muy liberal Mark Rutte. Sin embargo, las elecciones del miércoles estarán polarizadas entre la extrema derecha de Geert Wilders y el islamista presidente de Turquía que aspira al sultanato. La clave de toda esta confusión reside en lo mal que se está gestionando por la élite política europea la cuestión del multiculturalismo, donde el discurso de la tolerancia, la vulnerabilidad y la inclusiónha llevado a que se haya dado carta blanca a determinados grupos de fanáticos para imponer su propia ley (islámica o sharia) en zonas vedadas a la ley democrática, auténticos reinos de taifas-mafias religiosas. Lo recordaba Savater en El País a propósito de los nacionalistas, vascos y catalanes, a los que se ha dejado incumplir sistemáticamente las leyes por un “no vaya a ser que se sientan provocados”. De este modo, la ablación del clítoris se está convirtiendo en una práctica ¡occidental!
Para la prensa socialdemócrata, Wilders no es más que un xenófobo racista, pero el caso es que lo van a votar negras y gais (dentro vídeo). Algo falla en el Matrix políticamente correcto, y es su incomprensión de que culturas hay muchas pero civilización solo una: la que emerge de la práctica de la razón, que es universal. Parafraseando a Kant: culturas, sí, pero todas ellas dentro de la razón natural. Y si a alguien no le gusta el clásico modelo liberal holandés y europeo (tan defensor de los derechos de las mujeres, de los homosexuales y, en general, de la liberalización de los modos de ser humano), siempre le quedará el recurso de emigrar a la auténticamente suní Arabia Saudí o el exquisitamente chií Irán. O a la cada vez más islamofascista Turquía.
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