Mucho se ha hablado en los últimos meses de la promesa del presidente Donald Trump detrasladar la embajada de EEUU en Israel de Tel Aviv a Jerusalén y sus posibles repercusiones. El debate público se ha centrado por lo general en los posibles efectos colaterales diplomáticos y políticos, en especial en la posibilidad de un nuevo estallido de violencia palestina. Sin embargo, no se está teniendo en cuenta que EEUU es uno de los nueve países que ya tiene una embajada de facto en Jerusalén. Aunque todas ellas son embajadas para los palestinos, no para Israel.
La embajada de EEUU en Israel está en Tel Aviv, pero menos conocido es que su consulado general está en Jerusalén, justo a la vuelta de la esquina de la residencia del primer ministro, y que gestiona las relaciones diplomáticas con la Autoridad Palestina. Es uno de los nueve consulados generales en Jerusalén, todos con el mismo propósito. Cinco de ellos –los de Reino Unido, Turquía, Bélgica, España y Suecia– están en el este de Jerusalén. Los de EEUU, Francia, Italia y Grecia están en el oeste. La Unión Europea también tiene una delegación en el este de Jerusalén, y la Santa Sede tiene allí una nunciatura apostólica; también se radican ahí las oficinas palestinas de varios organismos internacionales.
Ninguno de los países que tiene consulado en Jerusalén reconoce la soberanía israelí sobre la ciudad. Por lo tanto, sus embajadas oficiales permanecen en Tel Aviv. Sus consulados en Jerusalén no están acreditados ante ningún Estado. Y ninguno de los cónsules pide el exequatur, la autorización diplomática exigida por las leyes internacionales. Aun así, el ministro de Exteriores israelí los trata a todos los efectos como si fuesen consulados normales acreditados ante el Estado de Israel. Su jurisdicción cubre la totalidad de Jerusalén, al margen de Israel, así como la Margen Occidental y la Franja de Gaza.
¿Por qué nueve países se niegan a hacer operativas sus embajadas en Jerusalén alegando que no reconocen la soberanía israelí allí, mientras mantienen misiones diplomáticas para los palestinos en la misma ciudad? Ninguno de los ministros de Exteriores relevantes quiso justificar públicamente la situación. De hecho, la historia de esta anomalía diplomática es la de una situación que ningún país diseñó o buscó a conciencia, pero que nadie tiene hoy intención de cambiar.
Los consulados generales en Jerusalén son anteriores al propio Estado de Israel: el de EEUU ha estado en la calle Agrón desde 1912, y cerca de él está el consulado general francés, que abrió sus puertas en 1929. Muchos de estos consulados se remontan incluso a los tiempos del Imperio Otomano, y bajo el Mandato Británico Jerusalén albergó muchos otros consulados que fueron posteriormente abandonados.
Cuando la Asamblea General de la ONU recomendó la partición del Mandato Británico para Palestina en dos Estados, en la Resolución 181 de noviembre de 1947, también recomendó que Jerusalén se convirtiera en un corpus separatum: un territorio administrado por un Consejo de Administración Fiduciaria de la ONU que no perteneciera a ninguna de las dos partes. Esta resolución, por supuesto, jamás se aplicó: los Estados árabes libraron una guerra para echarla abajo, y en consecuencia Jerusalén fue dividida entre Israel –la zona occidental– y Transjordania –la oriental–.
La ONU se negó a dejar que muriera la idea del corpus separatum, aunque asumió que sus propuestas fronterizas originarias habían periclitado. En la Resolución 194 de diciembre de 1948, la Asamblea General resolvió que Jerusalén “debía recibir un tratamiento acordado especial (…) y estar bajo el control efectivo de Naciones Unidas”. Por lo tanto, los países extranjeros empezaron a establecer sus embajadas para Israel en Tel Aviv.
Israel y Jordania repelieron el intento de la ONU de arrebatarles Jerusalén de las manos. En diciembre de 1949, el primer ministro israelí, David ben Gurión, ordenó que la sede del Gobierno, reubicada en Tel Aviv durante la guerra, volviera a Jerusalén. La Asamblea General respondió inmediatamente reafirmando en la Resolución 303 que “Jerusalén debía estar bajo un régimen internacional permanente”.
La presencia de embajadas en Tel Aviv dejó a los consulados en Jerusalén en una incómoda y anómala posición. Durante la época del Mandato, la jurisdicción del consulado estadounidense abarcaba tanto Palestina como Transjordania, porque EEUU no reconoció oficialmente a Jordania hasta 1949. Cuando el vicecónsul de Jerusalén Well Stabler fue destinado a Jordania como encargado de negocios y se abrió una embajada en Tel Aviv, el resultado fue que el consulado de Jerusalén trataba con ciertas partes del Mandato para Palestina que EEUU no reconocía como pertenecientes a ningún país, en concreto, la totalidad de Jerusalén y la Margen Occidental. Otros países también ajustaron así las jurisdicciones de sus consulados jerosolimitanos.
Según Daniel Oliver Newberry, vicecónsul de EEUU en Jerusalén en la década de 1949, el estatus del consulado de Jerusalén era objeto de discusiones en el Departamento de Estado. “El embajador estadounidense en Tel Aviv [James McDonald] insistió en que el consulado general en Jerusalén era ‘un poder constituyente’ de la misión estadounidense en Israel”, recordó Newberry. “Intentó dar órdenes al cónsul general en Jerusalén, pero este no aceptaba ninguna”. El consultado insistía en reportar directamente al Departamento de Estado, en vez de hacerlo a través de una embajada, y así sigue haciendo hoy en día.
Desde 1948 en adelante, pues, la comunidad internacional se ha negado de manera persistente areconocer la soberanía israelí sobre cualquier parte de Jerusalén. Durante algún tiempo se seguían imprimiendo las palabras “Jerusalén (Palestina)” en los pasaportes de los funcionarios estadounidenses, porque el Departamento de Estado creía que, “de iure, Jerusalén había sido parte de Palestina y desde entonces no se había convertido en parte de ningún otro ente soberano”. Durante años, según un cable de WikiLeaks, el consulado “se cuidó de no tratar directamente con ningún funcionario ministerial de israelí”, ni siquiera en el ámbito social, no fuese a ser que “se interpretara como un reconocimiento de sus reivindicaciones de soberanía sobre Jerusalén”. Cuando un conductor de su consulado se vio implicado en un fatal accidente de tráfico en Jerusalén en 1952, Bruselas intentó sin éxito negar la jurisdicción de los tribunales israelíes.
© Versión original (en inglés): The Tower
© Versión en español: Revista El Medio
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