Entre Israel y Cuba, tanto en geografía como en historia, hay muy pocas semejanzas. En términos geográficos, las diferencias no pueden ser mayores y en la historia no existen particularidades que los aproximen.
Sin embargo, en lo que respecta a los pueblos sí hay vivencias y experiencias que, aunque padecidas o protagonizadas en períodos distintos, tienden a presentar una cierta analogía.
Cuba e Israel han estado sometidos por igual a la voluntad de poderes imperiales. Han sido encrucijada y meta del quehacer humano, y catalizadores de cambios sociopolíticos que trascienden sus humildes fronteras. Pero curiosamente la relación de estos dos países con las potencias imperiales no se han producido únicamente en un plano dependiente, ya que han sido capaces de involucrarlas en sus asuntos domésticos tanto para lograr objetivos internos como para asumir posiciones protagónicas en el ámbito internacional que no hubieran ocupado por sus propios medios.
Los proyectos hegemónicos no son ajenos a ninguno de los dos pueblos: Israel desarrolló su influencia sobre un área de notable extensión en la antigüedad y en la actualidad pretende conservar o incrementar ese predominio adecuándolo a las normas contemporáneas de la civilización.
De la vocación hegemónica de Cuba se puede escribir mucho. Su territorio fue punto clave en la conquista de México y en la posterior conquista y colonización de toda América. Criollos participaron en la penetración española en los hoy Estados Unidos y muy particularmente en la Florida, y es una verdad histórica que Cuba y los cubanos auxiliaron en alguna medida a los independentistas de la nación de las barras y las estrellas.
También es interesante hacer notar que Israel y Cuba han sido pioneros en la tarea de promocionar modelos políticos y culturales, con todo lo que se deriva de ellos, en áreas geopolíticas que son históricamente adversas a estos. La nación judía es promotora de la democracia y el Estado de derecho, y defensora de las libertades civiles y religiosas en un área donde la norma se sitúa entre el absolutismo y la dictadura militar, en un espacio geográfico y cultural donde la autoridad se funda o se organiza en cuarteles-iglesias, por lo tanto Israel, sin ser un Estado perfecto, es una herejía sociopolítica en el llamado Medio Oriente.
Cuba sin duda alguna es también un centro herético en América. En la isla los derechos son conculcados de manera sistemática e institucional. La dictadura en su manifestación más atroz, el totalitarismo, rige los destinos del país y de su gente.
A pesar de una similar posición hereje en relación con sus respectivos entornos, entre Israel y Cuba hay sólidas y profundas diferencias en la filosofía de gobernar.
Israel es un país que ha confrontado varias contiendas bélicas desde su fundación y numerosos conflictos militares que, aunque no se califiquen como guerras, no han dejado de ser experiencias traumáticas y costosas en vidas y recursos. Es una nación que sufre acoso permanente por parte de sus vecinos, que ha sido sometida a verdaderos aislamientos internacionales y donde el terrorismo se manifiesta cruel y regularmente, y como si todo esto fuera poco, el Estado israelí alberga dentro de sus fronteras a centenares de miles de personas que potencialmente recusan al Estado nacional judío.
Sin embargo, a pesar del acoso y la inestabilidad real en el aspecto interno y externo, el Gobierno de Jerusalén, a diferencia del de Cuba, asume una conducta que garantiza las libertades religiosas, de expresión, económicas y de movimiento. Permite la existencia de partidos políticos aunque estos rivalicen con el Estado, produce elecciones periódicas totalmente transparente y ningún liderazgo, incluyendo el de los fundadores del moderno Estado israelí, es omnipotente. Menos aun sintetiza con su voluntad y sus acciones la conciencia de la nación como lamentablemente ocurre en Cuba.
Entre el Gobierno israelí y el cubano existen sólidas diferencias, pero estas se manifiestan con particularidad en el concepto y el uso del poder. Israel, a pesar de sus serias crisis militares y políticas es un Estado de corte occidental y el de La Habana, en contraposición, se ha transformado en un sultanato con su propia teología del poder que es capaz de crear demonios para no dejar de amenazar con un implacable infierno.
Cuba un pais de idolatria Nada k ber con Israele Dios vendita a Israele