Hace una década los palestinos escogieron la estrategia de la “internacionalización”. La estrategia refleja una falta de confianza en la capacidad de cerrar las brechas con Israel y se refleja en la esperanza de recibir de manos de la comunidad internacional sus tres exigencias principales: (1) el establecimiento de un estado palestino (2) sobre la base de las fronteras de 1967, (3) con su capital en Jerusalén.
La consolidación de una nueva administración en los Estados Unidos, el descontento del público israelí ante la realidad existente en el contexto palestino y el margen de maniobra disponible para los líderes israelíes para este fin, han creado una oportunidad única para diseñar una política israelí modernizada – coordinada con los Estados Unidos – para hacer frente al conflicto con los palestinos. Esta estrategia debe basarse en la neutralización de la estrategia de internacionalización palestina y la estimulación de los palestinos a regresar a las negociaciones directas con Israel para llegar a un acuerdo basado en el principio de dos estados para dos pueblos.
Los resultados de una encuesta de opinión pública sobre seguridad nacional, que llevo a cabo recientemente el INSS muestran que la mayoría de la población israelí se opone a la continuación del status quo o a la anexión de los territorios de Cisjordania: sólo el 10% están interesados en la anexión de Judea y Samaria y solamente el 17% tienen interés que continúe el estatus-quo. La mayor parte de la población (61%) desea una negociación, tanto si se trata de un acuerdo permanente como si se llegase a “arreglos provisionales en un camino para una solución permanente”.
Hace una década, con la sustitución en Israel del gobierno de Olmert por Binyamin Netanyahu y la elección de Obama como presidente de los Estados Unidos, los palestinos escogieron la estrategia de la internacionalización. La estrategia refleja una falta de confianza en la capacidad para cerrar las brechas con Israel (incluyendo la propuestas extremas de Ehud Olmert) basándose en la esperanza de recibir de manos de la comunidad internacional sus tres exigencias principales: (1) el establecimiento de un estado palestino (2) sobre la base de las fronteras de 1967 (3) con su capital en Jerusalén. Todo esto, sin tener que contribuir por su parte a la consecución de un acuerdo, sin dar el mínimo requerido de ellos por Israel: Un compromiso para poner fin al conflicto y las reivindicaciones, y renunciar al derecho de retorno, acordando medidas de seguridad que pudieran limitar su soberanía hasta cierto punto en esta materia. Los palestinos impulsaron movimientos dirigidos a que la comunidad internacional reconociese un estado palestino de acuerdo a las premisas deseadas por ellos, pero no a través de las negociaciones con Israel y renunciando a la necesidad de pagar los precios ligados al logro de un acuerdo a través de negociaciones.
La estrategia de internacionalización palestina, iba unida al esfuerzo de su propaganda para imponer la narrativa palestina sobre las causas de los conflictos y la manera de alcanzar una “solución justa”, culpando a Israel por el estancamiento político junto con sus esfuerzos por deslegitimar a Israel. Esta estrategia, centrada en un esfuerzo continuo y sistemático para demonizar a Israel en las instituciones internacionales, erosionar su legitimidad y la negación del nexo del pueblo judío con la tierra de Israel… todo esto les propinó notables logros en los últimos años.
Durante la administración Obama, los líderes israelíes y palestinos no regresaron a las conversaciones directas a pesar de la congelación temporal de la construcción israelí en los asentamientos de Cisjordania, obligada por el presidente Obama al gobierno israelí, a pesar de los esfuerzos de mediación de George Mitchell, el enviado especial del presidente y de los esfuerzos de mediación del rey de Jordania Abdallah. Uno de los logros sobresalientes acreditados para el movimiento nacional palestino fue la decisión de la Asamblea General de la ONU en 2012 para la creación del Estado palestino no-miembro.
Por otra parte – los palestinos fueron capaces de convencer a la administración de Estados Unidos que la política de asentamientos de Israel en Cisjordania es el principal obstáculo para llegar a un acuerdo. El discurso del presidente Obama en la Universidad de El Cairo de mayo de 2009 fue el punto de partida en este sentido. El logro diplomático más importante para la internalización de la narrativa palestina fue la decisión del gobierno de Estados Unidos de abstenerse en el Consejo de Seguridad el 23 de diciembre de 2016, por lo que a continuación se adoptó la Resolución 2334, la cual establece que las fronteras de 1967 son la base para las negociaciones (en contraste con la Resolución 242, que exigen la retirada de Israel de territorios ocupados en 1967), y en el discurso de fin de mandato del Secretario de estado, John Kerry, quien decidió dedicárselo al problema palestino-israelí.
Los palestinos han adquirido confianza a la luz de sus logros políticos-diplomáticos de los últimos años, algo que se traduce, entre otras cosas, en las amenazas que hicieron sobre la nueva administración Trump para que no cumpla sus promesas realizadas durante la campaña electoral cuando afirmó que movería la embajada estadounidense hacia Jerusalén. Funcionarios palestinos amenazaron al nuevo gobierno que “amargarían su vida” en las instituciones de la ONU y que estallaría una violencia generalizada en el Oriente Medio. El Secretario General de la OLP, Saeb Erekat, incluso amenazó con cancelar el reconocimiento de Israel y entregar las llaves de la Autoridad Palestina a Israel. Parece que los palestinos tienen dificultades para captar los dos cambios principales y dramáticos que han provocado que la estrategia de internacionalización del conflicto sea mucho menos relevante: El gobierno Trump no está tan comprometido con los palestinos como lo estaba la administración Obama y la narrativa israelí es más cercana a la visión del mundo de Trump, y más allá aún… la disminución de la importancia del conflicto israelí-palestino en el mundo árabe y en la comunidad internacional es un hecho a tener en cuenta.
Desde hace años, la cuestión palestina no está en la cima de la agenda de los líderes árabes, sino que están ocupados con los problemas que están haciendo sangrar a sus países y a la región, sus implicaciones geoestratégicas de largo alcance. El hecho que Israel sea una fuente de estabilidad y un aliado en la lucha de los países árabes contra Irán, por un lado, y contra ISIS, por otra parte, además del debilitamiento del apoyo estadounidense a los regímenes de la región, especialmente en relación a los de Egipto y Arabia Saudita, han creado un equilibrio favorable a Israel en sus actitudes hacia el conflicto. Además, el desafío de las grandes potencias para tratar con los otros problemas y conflictos en el Medio Oriente – encabezados por la guerra civil en Siria, la inestabilidad en Yemen e Irak, el fortalecimiento de Hezbollah o el de la influencia de Irán y Rusia en el Medio Oriente – también debilitan la actual estrategia palestina. Diez millones de refugiados sirios, la catástrofe humanitaria en Yemen y la inestabilidad en Irak y Libia están empujando hacia el margen de la discusión política internacional la cuestión palestina.
A ojos de los intereses de Israel, el esfuerzo internacional para tratar con los asuntos regionales, incluida la cuestión palestino-israelí debe ser conducida por los Estados Unidos y no por la comunidad internacional, la cual ha aceptado la narrativa palestina casi al completo. Por ello es importante que Israel coordine con el gobierno de Estados Unidos una respuesta sistémica a la cuestión palestina, cambiando las reglas del juego palestino que fueron capaces de infundir en los últimos años. Un liderazgo estadounidense en este momento puede ser posible, y hasta es más realista, gracias a una política más agresiva del nuevo presidente, la identificación conjunta de las prioridades de ambos países y una formulación común de estrategias pertinentes.
Con la consolidación de una nueva administración en la Casa Blanca, la cual parece estar más abierta a considerar nuevas ideas, surgen para Israel oportunidades potenciales para rediseñar y coordinar con esta administración un abanico de posibilidades en cuanto a la cuestión palestina como un componente de una estrategia regional más amplia. La administración Trump ha dejado claro que la cuestión palestino-israelí debe regresar a la mesa de negociaciones en el marco del diálogo bilateral y que no acepta dictados unilaterales en contra de Israel de la ONU o vía el Cuarteto. De hecho, la administración no considera de forma positiva los asentamientos judíos o la anexión israelí de territorios de Cisjordania, pero al mismo tiempo no acepta la demanda palestina que Israel y los asentamientos son un obstáculo para la paz.
El interés de Israel requiere una coordinación y un entendimiento con los Estados Unidos con respecto a los desafíos que, efectivamente, debe enfrentar la región, que están tratando con la subversión y el terrorismo promovido por Irán, el arreglo de la guerra en Siria, el fortalecimiento del eje Jordania y Egipto como entes estabilizadores y la administración de los estados fallidos en la región, que tienen un alto potencial de inestabilidad y que socavan la seguridad regional, que puede expandirse incluso hacia la arena internacional (especialmente hacia Europa). El resultado de estos entendimientos entre las partes debería terminar en la localización del tema palestino en un lugar bajo entre las prioridades, en especial en comparación con la que tuvo durante la administración Obama, junto a un esfuerzo israelí-estadounidense para convencer a los palestinos sobre la inutilidad de la “estrategia de internacionalización”.
La renovada localización del conflicto y los esfuerzos para llegar a un acuerdo no se centran en reforzar el estatus-quo – por el contrario. Paradójicamente, la política de internacionalización palestina, la negativa palestina para avanzar hacia la segunda etapa de la hoja de ruta, es decir, el trazado de las fronteras temporales del futuro Estado palestino, así como la posición de “todo o nada” de las dos partes sobre las cuestiones fundamentales – impidieron el avance para resolver el conflicto. Un inequívoco mensaje para los palestinos para que regresen a la mesa de negociación bilateral y también para aceptar regímenes transitorios como una sustitución a la situación del estatus-quo – nos podría llevar a un mayor progreso que bajo la presidencia de Obama.
Como primer paso para que se produzca una clarificación palestina que han cambiado las reglas es importante “trasladar la embajada estadounidense” hacia Jerusalén. Una retirada estadounidense de dicha promesa, incluso si se hace en una forma flexible y creativa para así evitar una amenaza palestina de no hacerlo, debilitaría la posición de los Estados Unidos y se convertiría en un incentivo para que los palestinos sigan con la estrategia de saltearse a Israel evadiendo las negociaciones directas. Los primeros signos, que son captadas por los palestinos como una retirada americana de sus promesas, ya llevó a los funcionarios palestinos a declarar su intención de seguir persiguiendo a Israel en el ámbito internacional elevando una propuesta ligada a la ilegalidad de los asentamientos al Consejo de Seguridad, esta vez bajo el Capítulo 7 de la Carta de la ONU. Y esto, a pesar que los palestinos tienen claro que esta vez se toparan con el veto de Estados Unidos. Por lo tanto, es importante que los Estados Unidos cumplan su promesa de mover la embajada a Jerusalén, pero aclarando que la pasan al oeste de la ciudad, un área que está fuera de discusión y que en cualquier arreglo permanecerá bajo soberanía israelí, ya que esto es un asunto soberano estadounidense y no indica una retirada de la posición tradicional de Estados Unidos que pretende determinar el futuro de Jerusalén Este a través de negociaciones entre las partes.
La estrategia israelí debe basarse en la neutralización de la estrategia de internacionalización palestina y la estimulación para que los palestinos regresen a la mesa de negociaciones directas para llegar a un acuerdo basado en el principio de dos estados para dos pueblos.
Este proceso debe sustentarse en el cumplimiento de tres requisitos principales: 1) La determinación de un marco de tiempo fijo para las negociaciones, durante el cual se le permitirá a los palestinos el regresar a la mesa de negociaciones con Israel; 2) Un compromiso palestino para ejecutar un proceso ordenado y responsable para la construcción de un estado (instituciones, economía, el monopolio del uso de la fuerza, la ley y el orden), para asegurar que no se establecerá un estado palestino fracasado sino uno funcional; 3) Un cese de la incitación y el apoyo financiero a los terroristas presos en Israel o a las familias de los terroristas muertos.
Es importante que los Estados Unidos le dejen claro a los palestinos que si ellos prefieren continuar en su esfuerzo por aislar a Israel en el ámbito internacional en vez de llevar a cabo negociaciones directas por un período determinado, ella respaldará movimientos independientes y unilaterales de Israel para el establecimiento de límites sujetos a los intereses estratégicos de dicho país, manteniendo al mismo tiempo la posibilidad de una futura implementación de una solución acordada de dos estados para dos naciones. Así podrá prepararse para una separación de los palestinos, cuidando el dominio sobre los bloques territoriales y el Valle del Jordán y con capacidad para actuar en temas de seguridad en toda la Cisjordania. Paralelamente, hay que mantener la posibilidad de una continuidad territorial para el estado palestino y el libre movimiento desde el norte de la Cisjordania hacia el sur. Además, la comunidad internacional e Israel deberían actuar para desarrollar la economía y las infraestructuras palestinas – también a través de la asignación de terrenos en la zona C para dichas necesidades definidas.
Los resultados de una encuesta de opinión pública en temas de seguridad nacional, que se llevó a cabo recientemente por INSS muestran que la mayoría de la población se opone a la continuación del estatus quo o a la anexión de los territorios en disputa. Esto significa que existe un anhelo claro para un cambio en la opinión pública israelí, y por lo tanto existe cierta flexibilidad y espacio de maniobra que el liderazgo israelí puede aprovechar en este sentido. La coordinación con los Estados Unidos en estas circunstancias únicas vaciará de sentido las amenazas palestinas y despojará la actual estrategia de internacionalización del conflicto, llevando a la cuestión palestina a su lugar correcto como parte de una agenda más regional y en el marco de la seguridad global para preservar, a la vez, a Israel como una sociedad judía y democrática, segura y justa.
Traducido por el equipo de Hatzad Hasheni
http://heb.inss.org.il/index.aspx?id=4354&articleid=13168
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