Director de Radio Sefarad
El relato que leeremos estos días en la hagadá de Pésaj y los que narran la esclavitud en Egipto y la liberación por parte de Moisés en el libro bíblico de Shemot (Éxodo) sorprenden no sólo por la abundancia de milagros (desde la propia supervivencia del bebé que flota en el Nilo sin ser devorado por los cocodrilos), sino también por la aparente incongruencia de que quienes huyen, se demoren cuarenta años en llegar al destino prometido. Es la estrategia de Moisés para que esas tribus, aunadas por vez primera como pueblo israelita, logren liberarse de las ataduras mentales y la visión del sometido.
Hoy día, milenios después, esa misma esclavitud psicológica subsiste incluso en esferas del conocimiento como la investigación científica empírica, donde encontramos el concepto de “sesgo de información”, definido como la tendencia a subestimar los resultados experimentales inesperados o no deseados, atribuyéndolos a errores. Una reciente investigación de orden más general señala que dedicamos más de un tercio de tiempo adicional a leer lo que confirma lo que ya pensábamos, que a información que apunta en otro sentido. De alguna manera, somos esclavos de nuestra propia esclavitud. Aunque la realidad nos inunde de lo único seguro en este mundo (el cambio), seguimos aferrados a ideas preconcebidas, a un Faraón interior que sigue rigiendo sobre nuestros pensamientos y filtrando los datos en busca de pruebas que confirmen nuestros prejuicios.
¿Se puede romper este círculo vicioso? Moisés, que se enfrentó al poder de los otros y lideró la epopeya que conmemoramos, llegó a flaquear desesperanzado frente a las reticencias de los propios. La única terapia la encontró en el tiempo, que acabó paradójicamente condenándolo también a él, a las puertas mismas de la Tierra de Promisión. Sus descendientes también tardamos dos mil años en rodear el desierto de las diásporas (para librarnos de los fantasmas que atenazaban nuestra memoria) y encontrar el camino a la libertad. Pero seguimos buscando realidades que confirmen los pensamientos gestados durante nuestro deambular, y descartando lo que chirría al intentar encajarlo en las categorías que trabajosamente hemos construido y reforzado.
Hay todo un mundo (maravilloso, doloroso, tremendo y lleno de detalles) esperando a que seamos capaces de cruzar las aguas que se abren ante nosotros, aunque sepamos que atrás dejamos a todo un ejército de sombras persiguiéndonos.
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