Bassem Eid, durante la entrevista | C.Jordá
Cualquiera que se haya asomado a la sociedad israelí con un mínimo interés y dejándose los prejuicios en casa se habrá sorprendido de encontrar un país de una variedad sorprendente: de formas de vida que casi nos parecen más propias del medievo hasta la modernidad absoluta incluso para el siglo XXI.
Puede que menos extremo, pero quizá en la sociedad palestina y árabe-israelí ocurra algo parecido porque, desde luego, también se antoja sideral la distancia entre los terroristas teócratas de Hamás y personas como Bassem Eid, nacido en un campo de refugiados, palestino, pero muy lejos de la caricatura del proterrorista con kefiya a la que nos tienen acostumbrados los medios europeos.
Quizá por eso, por su valentía para decir algunas verdades más allá de los tópicos, se ha convertido en una voz respetada en muchos puntos del mundo y a la que se escucha no sólo en Israel y Palestina, sino en también en Europa o Estados Unidos.
Entrevistamos a Bassem Eid y nos asomamos con él a esa parte de la sociedad palestina que no culpa de todo a Israel, sino que asume los propios errores que, desde hace décadas, están cometiendo los palestinos.
Eid nos cuenta su vida: nació en la ciudad vieja de Jerusalén pero pasó la mayor parte de su infancia y toda su juventud en un campo de refugiados al que fue llevado en el año 67 –tras la Guerra de los Seis Días– «no por Israel, sino por las autoridades jordanas«. Estuvo 33 años en el campo y sigue visitándolo con frecuencia porque «todavía tengo seis hermanos que viven allí».
El recuerdo no es bueno: «La vida en el campo es sufrimiento«, un sufrimiento que además «no es por algo que hayas hecho tú». Fue en ese entorno «sucio, atestado, sin servicios» en el que Bassem empezó a hacerse preguntas como «por qué la comunidad internacional» le «mantiene como rehén en un campo de refugiados» sin recibir la ayuda necesaria para rehacer su vida en el exterior. También empezó a darse cuenta de que «recibía más de Israel que los refugiados en cualquier país árabe».
A esa percepción adquirida en su juventud se une una constatación más actual: «A pesar del conflicto palestino-israelí, Israel es el lugar más seguro de Oriente Medio para un árabe musulmán«, nos dice. «Como musulmán y como árabe no quiero estar en Libia, Siria, Irak o Yemen, es mucho más seguro para mí y para mis hijos seguir viviendo bajo el conflicto palestino-israelí».
Palestina, «una dictadura»
Cuando hablamos de lo que son hoy los territorios palestinos Eid es también muy claro: «Si miras a la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania o a Hamás en Gaza son como cualquier otra dictadura en el mundo», dice, recordando que Mahmud Abbas es una persona «que ha crecido y se ha desarrollado en dictaduras: en Egipto, Libia, Siria, Jordania o Yemen, así que tanto él como Hamás son simplemente un ejemplo más de las dictaduras árabes«.
Regímenes en los que, tal y como nos explica nuestro interlocutor que ocurre en los territorios palestinos, «las libertades simplemente están prohibidas», incluyendo la de expresión. Dictaduras en las que «las violaciones de derechos humanos» se están convirtiendo en «una especie de competición entre Hamas y Fatah«.
Sin embargo, Eid habla con entera libertad y lo hace tanto dentro como fuera de Israel, pero precisamente su relevancia y su presencia en medios tanto israelíes como internacionales son las que «me garantizan cierta impunidad» frente a las autoridades palestinas.
Aunque quizá podríamos pensar lo contrario, lo que no le preocupa es su gente: «Vivo desde hace años en Jericó, una ciudad bajo el control de la ANP, y si estoy aún vivo es por el apoyo de mi gente«, nos dice explicando que «cada día» va a ciudades, pueblos y campos de refugiados en toda Cisjordania.
«La gente acepta las cosas que digo porque han perdido la fe en sus propios líderes», afirma cuando hablamos de la calle palestina, explicándonos que una buena parte de la radicalidad de muchos se debe al apoyo que las autoridades israelíes han dado a Fatah: «Quieren vengarse de Israel porque ha sido Israel quién ha traído este liderazgo horrible y corrupto«.
La equivocación de los medios
Sin embargo, la ira de la calle palestina no es tal y como la muestran los periodistas, según Eid: «Los medios dicen que la gente hierve contra Israel, pero en realidad la gente está indignada contra sus propios líderes«.
El problema es que «en este momento no hay una alternativa» a la corrupción de Fatah o el totalitarismo de Hamás, «hay una falta de liderazgo» y por desgracia «los palestinos vamos a tener que esperar una o dos generaciones para tener un liderazgo serio y carismático capaz de solucionar un conflicto». Parece un punto de vista muy pesimista, pero quizá no lo sea tanto: «Hemos esperado cincuenta años, esperemos otros 20, no pasa nada».
Y es que la solución al conflicto «depende más de los palestinos que de Israel, debemos ser nosotros los que nos despertemos y los que hagamos el cambio, no los israelíes».
El BDS, un ataque a la prosperidad palestina
Eid nos explica que en los últimos años la situación económica de los palestinos ha mejorado mucho, al menos en Cisjordania: «Abas y Netanyahu llegaron a un acuerdo en el que uno prometía seguridad y el otro, a cambio, prosperidad, y los dos han cumplido bastante bien con su parte».
Así, la prosperidad ha crecido de forma exponencial en Cisjordania: «Si hoy en día vas a Ramala ves edificios que no se ven ni en Washington DC», nos dice en una afirmación un tanto sorprendente, «y eso es gracias a Israel».
«90.000 trabajadores palestinos tienen permiso para trabajar en Israel y otros 50.000 en los asentamientos israelíes en Cisjordania», explica Eid. Unos trabajadores que son los directamente perjudicados por las campañas BDS: «El objetivo del BDS es hacer daño a los palestinos, porque no veo que esté haciéndole ningún daño a Israel», nos dice recordando el caso de SodaStream, una empresa que cerró su fábrica en Cisjordania llevándola al sur de Israel y desde entonces «está logrando más beneficios, mientras que 1.400 palestinos perdieron su trabajo».
Las obligaciones de Europa
Con esos precedentes no es de extrañar la dureza con la que Bassem Eid se expresa al respecto: «Europa debe prohibir cualquier actividad del movimiento BDS, tiene que tratarlo como lo que es: discriminación y antisemitismo. Y si Europa no hace eso no creeré que de verdad quieren ayudar a los palestinos».
Además, Eid le pide a Europa que no «interfiera» en el conflicto y que, aunque está bien que «empuje a unos y a otros a negociar», sepa como hacerlo: «De nada me sirve una conferencia de paz en París completamente inútil y el dinero malgastado allí podría haber ayudado a miles de familias palestinas».
Una ayuda que también hay que repartir de otra forma: «Europa tiene que saber mejor cuáles son las necesidades reales de los palestinos» y, además, «los proyectos deben controlarse directamente desde Europa y no por las autoridades palestinas», algo que también solucionaría «muchos de los problemas de corrupción» del futuro. Mientras todo esto no cambie, lo cierto para Eid es que»Europa es más una parte del problema que una solución«.
¿Y Estados Unidos? Pues nuestro interlocutor tampoco espera mucho de Donald Trump: «Ni él ni ningún otro líder del mundo pueden solucionar el conflicto sin más, lo que si creo que puede hacer es mejorar la economía de los palestinos», y ese camino es el que, según Bassem Eid, puede traer con el tiempo una solución.
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