Este par de semanas ha sido realmente muy bueno para la propaganda palestina. Primero, el New York Times promovió en su página de opinión a Marwan Barghouti, un terrorista condenado a cinco cadenas perpetuas por cargos de asesinato a israelíes. Luego, la alcaldía de Barcelona invitó a la legendaria terrorista palestina Leila Khaled a disertar allí.
La decisión del New York Times de dar tribuna a Barghouti y presentarlo como un “líder y parlamentario palestino”, ocultando toda información relativa a su pasado terrorista y dando por ciertos los alegatos de un militante encarcelado, marcó verdaderamente un nuevo punto bajo en la históricamente problemática relación de los medios de prensa con Israel. Esa determinación, sin embargo, armonizó con la psicología editorial del diario y su oscuro pasado. Tal como Laurel Leff ha documentado en su soberbio libro Buried by the Times: The Holocaust and America´s Most Important Newspaper, este influyente medio ofreció una muy pobre cobertura del genocidio de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial. Presumiblemente, los dueños judíos del diario, las familias Och-Sulzberger, actuaron así por temor a que el diario fuese acusado de ser un medio parcial pro-judío. Hasta tal punto minimizó el Times los trágicos hechos ante sus lectores que en su centenario, en 1996, debió ofrecer una disculpa (bastante lacónica) por ello: “El Times durante mucho tiempo ha sido criticado por groseramente infravalorar el Holocausto, mientras que éste tenía lugar. Los recortes del diario muestran que la crítica es válida”.
Tras publicitar a Barghouti de esta manera escandalosa, el NYT se vio forzado a publicar una aclaración. Con el título “Un autor de opinión omite sus crímenes, y el Times lo hace también”, la editora pública Liz Spayd colgó una explicación online del editor de opinión Jim Dao al respecto. Curiosamente, la propia señora Spayd comenzó su nota a la defensiva:
“Marwan Barghouti es una figura política inusualmente popular entre los palestinos, especialmente para un hombre detrás de las rejas. Él es un líder carismático que ha escrito tres libros y durante muchos años ha comandado una presencia fuera de lo común más allá de la prisión israelí donde cumple su condena. Se le dio cinco años consecutivos a perpetua después de haber sido condenado en un tribunal penal israelí por asesinato premeditado por su papel en ataques terroristas que mataron a cinco personas, junto con otros crímenes”.
Aparentemente, pedir sinceras disculpas no es el fuerte de este diario.
El siguiente terrorista palestino en recibir un “like” de un sector progresista fue Leila Khaled, invitada de honor a la Tercera Feria Literaria de Barcelona, a celebrarse a mediados de mayo. También conocida como “Feria de literatura alternativa y de izquierdas”, es patrocinada por la alcaldía de Barcelona, la que ya ha colocado carteles con el rostro de la palestina en la vía pública. La visita de Khaled está prevista para el día 14, en coincidencia con el día del Aniversario de la Independencia de Israel. Su reputación la precede. Fue la primera mujer en secuestrar un avión de pasajeros, de TWA con destino a Tel-Aviv, que fue desviado a Siria. Luego secuestró otro avión que se dirigía a Nueva York y alcanzó a lanzar una granada de mano en su interior, la que no estalló. A menor escala que el “Che” Guevara, su imagen de revolucionaria con el kaffiyeh palestino cubriendo sus cabellos mientras empuña un AK-47 ha sido reproducida ad infinitum en grafitis y afiches. Integró el ultra-violento Frente Popular para la Liberación de Palestina. De inclinación leninista, explicaba sus actos en terminología neo-marxista y maoísta. Lo cual posiblemente explique el entusiasmo de Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, del partido de extrema izquierda Podemos, en agasajarla.
Khaled fue quizás la más prominente terrorista palestina, pero no la única. Junto a ella lucharon la también secuestradora de aviones Amina Dahbou, y la que hizo explotar una bomba en la cafetería de la Universidad Hebrea de Jerusalém, Rashida Abhedo. Las hubo anónimas también, como la mujer palestina enferma de cáncer que recientemente intentó contrabandear explosivos desde Gaza en su camino a un hospital israelí, o aquellas jóvenes palestinas violadas por hombres palestinos durante la última intifada para que se vean forzadas a redimir su honor en atentados suicidas contra israelíes. El nacionalismo palestino ha sabido empoderar a sus mujeres… con rifles y granadas, vale decir.
Semejante validación occidental de terroristas palestinos como la recientemente concedida a Marwan Barghouti y Leila Khaled remite a las décadas del setenta y ochenta, cuando el archi-terrorista Yasser Arafat era un invitado de lujo a las Naciones Unidas, al Vaticano y a capitales europeas. Es un doloroso déjà vu, y no será el último.
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