RESUMEN EJECUTIVO: Israel acaba de celebrar su sesenta y nueve aniversario. Sus ciudadanos pueden estar orgullosos de sus muchos logros impresionantes y, particularmente, la construcción de un ejército muy fuerte que ha resistido muchas pruebas. Sin embargo, la aceptación de todos sus vecinos no se ha logrado. Israel sigue en guerra.
Después de varias derrotas militares, el estado árabe más grande y más fuerte, Egipto, firmó un tratado histórico de paz con Israel en 1979. La deserción de Egipto de la alianza árabe anti-Israel neutralizó, en gran medida, la opción de un ataque convencional a gran escala contra Israel, mejorando la posición estratégica general de Israel. Sin embargo, El Cairo se abstuvo de desarrollar relaciones normales con el estado judío. Evolucionó en una “paz fría”, subrayando los intereses estratégicos comunes entre los países, pero también experimentando la renuencia de Egipto a participar en la conciliación de los dos pueblos.
Jordania siguió el ejemplo en 1994, emulando en gran medida el precedente egipcio. El tratado de paz de Jordania con Israel también reflejaba intereses estratégicos comunes, pero era comúnmente referido por los jordanos como la “paz del rey”, indicando una inclinación para las interacciones de los jordanos con los judíos ubicados al oeste del río Jordán.
Las inhibiciones en el mundo árabe contra la aceptación de Israel no deberían ser una sorpresa. Los musulmanes parecen tener buenas razones teológicas para rechazar la existencia de un estado judío. Además, el sistema educativo de los países árabes ha inculcado mensajes antisemitas y de odio hacia Israel durante décadas. Desafortunadamente, la difusión de imágenes negativas de judíos e Israel apenas ha cambiado en las escuelas y en los medios árabes.
Esta es también la razón por la que la euforia de los años noventa provocada por el “proceso de paz” con los palestinos, y propagada por el “campamento de paz”, era injustificada. De hecho, las negociaciones de paz fracasaron miserablemente. El proceso, sin embargo, permitió al movimiento nacional palestino un punto de apoyo en Cisjordania y Gaza. Como una gran parte del mundo árabe está en profunda crisis sociopolítica y teme la amenaza iraní, es el movimiento nacional palestino y los islamistas los que continúan la lucha contra los sionistas.
Los palestinos están a la vanguardia de la guerra contra Israel, a pesar de su falta de tanques y aviones. Ellos usan el terror y pagan a los terroristas capturados por Israel, así como a sus familias. Se aplaude el uso de la fuerza contra los judíos y se les otorga el estatus de mártires a los perpetradores asesinados. Utilizan misiles contra la población civil de Israel. Los límites de su poder de fuego son el resultado de los esfuerzos de Israel para cortar su suministro de armamentos.
El movimiento nacional palestino niega los vínculos históricos de los judíos con la Tierra de Israel, y particularmente con Jerusalén. La Autoridad Palestina pidió al Reino Unido que se disculpara por la declaración de Balfour de 1917, que reconoció el nexo judío a la Tierra de Israel. Hay infinidad de ejemplos en las escuelas y medios palestinos para sostener la conclusión que los palestinos no están listos para hacer la paz.
Además, la Autoridad Palestina no puede concluir una “paz fría” como Egipto o Jordania. Esos dos países se comprometieron seriamente a prevenir el terrorismo de su territorio. En la Ribera Occidental, la Autoridad Palestina – establecida por Yitzhak Rabin sobre la premisa que combatirá el terror a cambio de la transferencia de territorio – se niega a honrar su parte del trato. Alienta al terror por subsidios a los terroristas encarcelados y a innumerables pasos para elogiar a los “mártires” y honrar su “herencia”. La élite dominante en Gaza, Hamás, se niega formalmente a renunciar a la lucha armada contra Israel.
El “proceso de Oslo” fue un intento, por parte de Israel, de empujar al movimiento nacional palestino hacia una postura estatal y, finalmente, adoptar una lógica estatista similar a la de Egipto y Jordania, lo que les llevó a una “paz fría” con Israel. Pero las dimensiones religiosas y étnicas del conflicto con Israel han superado cualquier instinto palestino estatista subdesarrollado. Los impulsos etno-religiosos de los palestinos nutren la continuación de un conflicto violento.
Hasta el momento, ningún líder palestino que haya adoptado una agenda estatista, dando prioridad a la construcción del Estado sobre otras aspiraciones palestinas, ha obtenido el apoyo popular. Salam Fayyad, que fue admirado en Occidente por sus intentos de reformar la hinchada burocracia de la Autoridad Palestina, parecía tender en esta dirección. Pero su nivel de apoyo entre el público palestino nunca superó el 10%.
La sociedad palestina se está volviendo más religiosa y radical, al igual que en otras sociedades árabes. Esta tendencia beneficia a Hamás, que se está volviendo más popular. La ascendencia de Hamás alimenta aún más su hostilidad hacia Israel. Un impulso para satisfacer la búsqueda de la venganza y, en última instancia, para destruir a Israel – que sería una justicia histórica a ojos de los palestinos – anula cualquier otra consideración.
Es muy improbable que una renovación de las negociaciones que conduzcan a retiradas israelíes resulte en un acuerdo duradero y satisfactorio en el corto plazo. Israel tendrá que mantener un fuerte ejército durante muchas décadas para hacer frente al desafío palestino. Además, los cambios en los Estados vecinos pueden ser rápidos. Los escenarios inesperados, como el retorno de la Hermandad Musulmana al timón en Egipto o la caída de la dinastía hachemita, podrían tener lugar, siendo que una amenaza convencional a gran escala podría resurgir. Por último, el espectro nuclear iraní todavía se cierne sobre el Medio Oriente.
Israel debe permanecer vigilante y seguir preparándose para una variedad de escenarios bélicos. El comprensible deseo de paz no debe desdibujar la desconcertante probabilidad que Israel vivirá portando su espada durante los años venideros.
Efraim Inbar, profesor emérito de estudios políticos en la Universidad Bar-Ilan y director fundador del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat (1991-2016), es miembro de Shillman-Ginsburg en el Foro de Oriente Medio.
Traducido por Hatzad Hasheni
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