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| lunes diciembre 23, 2024

La dinastía Assad


La guerra fratricida que desde 2011 desangra a Siria, se inició como parte de la llamada “Primavera Árabe”, con las ansias de libertad de su población, tras doblegarse a una dictadura militar desde 1963 y directamente tutelada desde 1970 por Hafez Assad, padre del actual tirano, Bashar, quien se sostiene gracias a las fuerzas armadas sirias, el grupo terrorista Hezbollah, la Guardia Revolucionaria de Irán y Rusia.

 

Siria es un país complejo, en el cual, antes de la actual guerra civil, convivían en aparente equilibrio, una mayoría suní de alrededor de 75%, mientras sigue gobernada por una minoría alauita, que constituye un 11%.

 

En 1976, Hafez Assad ocupó militarmente el Líbano, con la excusa de pacificar a aquel país vecino, sumido en una cruenta guerra civil. Aprovechó las circunstancias libanesas, para mantenerse allí, haciéndose también del control político.

 

Hafez Assad mantuvo su régimen con implacable firmeza e impidió cualquier disidencia a lo interno. El episodio más conocido ocurrió en 1982, cuando aplastó una revuelta suní fundamentalista, liderada por los Hermanos Musulmanes, concentrada en la ciudad de Hama, que terminó con unos 20 mil muertos.

 

El heredero era su hijo mayor, Bassel, pero éste murió en 1994, en un accidente automovilístico. Bashar, el segundo de sus hijos, regresó de Inglaterra, donde se especializaba en Oftalmología, para dedicarse a su formación con el propósito de reemplazar a su padre, a su debido tiempo; así, entró en la academia militar. En el 2000 falleció Hafez y de inmediato, sin oponentes, Bashar fue designado presidente de Siria.

 

Cuando el segundo de los Assad heredó la presidencia, en el mundo se creó cierta expectativa acerca de la probabilidad de una modernización política en su país, pues se trataba de un joven médico, educado en Europa; pero, la situación no varió, por el contrario, en 2006, Al Assad se reunió con Mahmoud Ahmadinejad y coordinó su apoyo al régimen teocrático iraní en cuanto al terrorismo.

 

Bashar no supo sostener el laicismo que férreamente mantuvo su padre y tampoco hubo una apertura democrática. La falta de progreso hacia un sistema de libertades, desató los rigores que los sirios están sufriendo desde hace años, con más de 500 mil muertos, millones de desplazados y el país destruido

 
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