Desde hace unos 18 años, los venezolanos venimos enfrentando distintos signos de abuso por parte de quienes detentan el poder. Los atropellos se iniciaron con la distorsión de la historia, el cambio de amigos por personajes dudosos, la votación de una nueva Constitución, mientras se producía un desastre natural, una vaguada, con miles de víctimas, sin protección ni ayuda. Desde esos primeros tiempos, la irresponsabilidad y arbitrariedad se fueron incrementando hasta llegar al golpe de Estado continuado, desconocimiento de triunfos electorales, eliminación de elecciones, asesinatos, represión de los disidentes, torturas, terrorismo, etc.
De los innumerables episodios que hemos padecido, la semana pasada fuimos testigos de un hecho que retrata a uno de los personajes más pendencieros, cínicos, crueles y abusadores del régimen. Nos referimos a Jorge Rodríguez, quien, primero ocupó un alto cargo en el Consejo Nacional Electoral – CNE, donde impuso un estilo y método de manejar la institución, con lo cual no hay cabida para los ciudadanos comunes quienes somos los verdaderos depositarios de la soberanía nacional. Desde allí se burló de todos y mostró su fidelidad y obediencia al poder mandante que se iba ilegitimando.
Luego y hasta la actualidad, estableció su feudo y ello es literal, en el municipio Libertador de Caracas, como su alcalde, cargo ejerce con prepotencia, pero sin ningún beneficio para los gobernados, quienes vemos un permanente deterioro de ese sector de nuestra capital; hoy, hundida en basura, mugre, miseria, servicios públicos ineficientes, terrible inseguridad y por supuesto, sin rendir cuentas según obliga la ley.
Hace unos días vimos la reacción desproporcionada (por decir lo menos), del Dr. Rodríguez, utilizando un recurso estatal: su programa transmitido por Venezolana de Televisión, VTV, que antes de este trágico período, era el canal de todos los venezolanos, para explayarse en un incidente que experimentó su hija Lucía, acompañada de un guardaespaldas, a miles de kilómetros de Venezuela, en una paradisiaca playa de Australia. Dos señoras venezolanas la increparon por llevar una vida que contados venezolanos pueden disfrutar, mientras en el país se vive una crisis jamás vista en nuestra historia. Las señoras no la insultaron, a lo mucho fue un reclamo algo subido de tono y podemos discutir si ello fue correcto o no, pero de ninguna manera es aceptable la auto atribuida autoridad moral ni mucho menos la comparación que Rodríguez machacó con exageración: “Goldberg Solomovic hizo con mi hija lo mismo que los nazis hicieron con sus abuelos en las calles de Munich, de Berlín, en la década del 30, del 40 (…) Comenzaron a perseguir a los judíos, a decir que eran diferentes, a golpearlos sin ton ni son, a insultarlos, a decirles ‘perros’, a obligarlos a arrodillarse, a expulsarlos de los institutos educativos y no se detuvieron, siguieron, no se detuvieron hasta que asesinaron a más de seis millones de judíos…”.
Esa comparación sin sentido, falsa y manipulada, muestra lo que Rodríguez ya ha manifestado en algunas oportunidades, sus sentimientos judeófobos, pues al intentar establecer una analogía entre un reclamo en el presente, con el asesinato en masa y sistemático de 6 millones de judíos y su persecución por el sólo hecho de ser judíos, expresa un claro ejemplo de antisemitismo: la banalización del Holocausto.
Precisamente los sobrevivientes del Holocausto, también sobrevivieron al dolor, a la amargura, al resentimiento y se dedicaron a reconstruir sus vidas, sus comunidades y un país, Israel. Por el contrario, el que expone un odio obstinado es Rodríguez, artífice de una de las acciones más características del nazismo, convertir la ciudad en guetos, en donde los del Este, a los que los gobiernos, de forma caprichosa, identifican con la oposición, no pueden transitar por el Oeste.
Por otra parte, ¿Qué más discriminador que el juzgar a la gente por sus amistades? Criminalizar a quienes piensan diferente, acusar a quienes son amigos de Lilian Tintori… Eso, Dr. Rodríguez no es propio del sistema democrático, por más que usted lo fuerce. Ese deseo de controlarlo todo es típico, como lo dice la misma palabra, de los totalitarismos.
Recapitulando, Jorge Rodríguez, utilizando de manera improcedente un bien de todos, el canal estatal y desde las alturas del poder que lo protege, desahoga su rabia contra una señora que increpó a su hija, pero ella lo hizo por iniciativa propia, individual; y de allí pasa a banalizar el Holocausto sufrido por el pueblo judío. El mundo se les está haciendo pequeño, ya varios protagonistas del chavismo o familiares han sido objeto de reclamos, por eso preguntamos, si una de las señoras que amonestó a Lucía no hubiese sido judía, ¿Qué excusa hubiera encontrado Jorge Rodríguez para su desaforado show antijudío?
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