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| lunes diciembre 23, 2024

Islamistas: engañar a mucha gente durante mucho tiempo


“Hamás desiste de pedir la destrucción de Israel”, titulaba The Wall Street Journal hace unos días. The New York Times dijo a sus lectores: “Hamás modera su discurso sobre Israel”. Y The Guardian, en el Reino Unido, concluía que Hamás había elaborado un documento que posiblemente “facilitaría el proceso de paz”.

 

Todo esto es una gran noticia, o lo sería si fuese cierto. Pero no lo es. Ni se acerca. Es, de hecho, una prueba más de que, cuando hay islamistas de por medio, demasiados periodistas pierden en lo que George Orwell llamó “la lucha constante” por ver “lo que se tiene delante de las narices”.

 

Para entender lo que realmente pasa, empecemos con algunos datos pertinentes. Hamás, la rama palestina de los Hermanos Musulmanes, está clasificada como organización terrorista por EEUU, Gran Bretaña y la Unión Europea. Tras la retirada de Israel en 2005, en Gaza estalló la guerra civil entre Hamás y su principal rival, Fatah, liderada por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás.

 

Al cabo de dos años, Hamás prevaleció. Desde entonces ha gobernado la Franja, dedicando sus energías a lanzar misiles, cavar túneles del terror y provocar tres guerras con Israel.

 

En su carta fundacional de 1988, Hamás deja claro que su objetivo es borrar a Israel del mapa. Rechaza una “solución de dos Estados” porque, según su interpretación de las escrituras islámicas, cualquier territorio conquistado por musulmanes en cualquier momento de la Historia es un legado de Alá a los musulmanes. Nadie tiene autoridad para rendir esa tierra a los no musulmanes.

Hace unos días, en una rueda de prensa en Doha, la capital de Qatar, Hamás hizo público lo que denominó Documento de principios y políticas generales. Hamás renunció implícitamente a sus lazos con los Hermanos Musulmanes, la organización que lanzó el movimiento islamista moderno hace 89 años. Sin embargo, no hizo referencia a discrepancia ideológica alguna con ellos.

 

Así que, ¿Por qué esa ostensible ruptura? A los líderes de Hamás les gustaría ver crecer su aceptación internacional y, en particular, ser vistos con mejores ojos por el presidente egipcio, Abdel Fatah el Sisi. De hecho, Egipto, Arabia Saudí y Emiratos consideran a los Hermanos una organización terrorista.

En el documento, Hamás dice que está dispuesta a aceptar un Estado palestino provisional dentro de las fronteras de 1967. No dice que esté dispuesta a aceptar a Israel al otro lado de la raya.

 

En cuanto a esas fronteras, detengámonos un momento para recordar cómo se originaron. Hace 69 años este mismo mes, Israel declaró su independencia en parte del Mandato Palestino, territorio que los británicos habían capturado a los turcos tras la Primera Guerra Mundial. La mayor parte de ese territorio ya se había convertido en lo que hoy se llama Jordania. La ONU propuso dividir el resto en dos Estados: uno judío y uno árabe. Los israelíes dijeron que podían aceptarlo. Los árabes dijeron que no.

 

Los ejércitos de Egipto, Siria, el Líbano y Jordania invadieron e intentaron destruir el flamante Estado judío. En 1949, el conflicto se detuvo. Las líneas de armisticio se mantuvieron hasta 1967, cuando hubo un segundo intento de echar a los judíos al mar. Ese intento también fracasó, y los israelíes acabaron tomando Gaza a Egipto y la Margen Occidental a Jordania. Desde entonces, los israelíes han intentado cambiar tierras por paz. Obviamente, sin éxito.

 

El nuevo documento de Hamás sigue descartando la coexistencia pacífica con el “enemigo”, también llamado el “proyecto sionista”. Contempla “la plena y total liberación de Palestina, desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]” o, con otras palabras, hasta el último milímetro de Israel. (Aunque la idea de que los gazatíes estén liberados es sencillamente absurda).

Hamás tampoco abjura del terrorismo, al que llama eufemísticamente “resistencia”, y señala que considera permisibles “todos los medios y métodos” –perpetrar atentados suicidas o apuñalar a niños, por ejemplo–; medios y métodos de hecho “amparados por las leyes divinas, la costumbre y la legalidad internacional”.

 

En el transcurso del mismo fin de semana, Hamás fue noticia por segunda vez al nombrar a Ismaíl Haniyeh su líder principal. Si sigue el ejemplo de su predecesor, Jaled Meshal, ahora se mudará desde Gaza a Qatar, y mandará desde allí, desde la relativa seguridad de una elegante suite de un hotel de Doha. Dentro de Gaza, la figura más poderosa será Yahia Sinwar, líder del brazo militar de Hamás, definido a menudo por los periodistas como un duro. (¿De verdad esperan estos periodistas que nos creamos que hay terroristas yihadistas moderados?)

 

Puede que ustedes se estén preguntando: ¿cuál es el punto de Qatar? Qatar, un diminuto país rico en petróleo y gas en la costa noreste de la Península Arábiga, está gobernado por un emir de 36 años, el jeque Tamim ben Hamad al Zani, extraordinariamente hábil a la hora de provocar choques entre terceros en su propio beneficio.

 

Al Zani proporciona a Hamás no sólo una capital en el exilio, también buena parte de su financiación. Financia a otras organizaciones de los Hermanos Musulmanes en toda la región. Los patrocinadores de Al Qaeda, los talibanes y otras organizaciones terroristas operan abiertamente en Qatar.

Al mismo tiempo, el emir difunde la perspectiva qatarí –con menos educación, cabría hablar de emitir propaganda islamista– por todo el mundo a través de la cadena estatal Al Yazira.

 

Pero Qatar da ahora otra imagen. Alberga la mayor base militar estadounidense en Oriente Medio. Aporta millones de dólares a varios think tanks de Washington. Y subvenciona generosamente campus satélites de universidades estadounidenses como Georgetown, Cornell, Carnegie Mellon, Northwestern, Texas A&M y Virginia Commonwealth.

 

Los campus están ubicados en la Education City, donde la principal mezquita suele invitar a clérigos islamistas como Mudasir Ahmed, que el año pasado dijo desde su púlpito: “Matad a los infieles (…) ¡Contadlos y no os dejéis ni uno!”. Otro predicador pidió a Alá que diera la victoria “a nuestros hermanos los muyahidines (…) en todas partes” y guiara sus “disparos”.

 

¿Qué dicen los administradores de las universidades estadounidenses sobre esto? Ni una palabra. Cuando hay islamistas de por medio, demasiados académicos se rinden en la lucha por ver lo que se tiene delante de las narices.

 

 

© Versión original (en inglés): Foundation for Defense of Democracies
© Versión en español: Revista El Medio

 

 
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