Completando la cuenta de los Hijos de Israel hecha en el Desierto del Sinaí, un total de 8.580 Levitas hombres entre 30 y 50 años son contados para ser aquellos que transportarán el Tabernáculo.
Di-s enseña a Moshe las leyes de la Sotá, una esposa sospechada de haber sido infiel a su marido. También es dada la ley del Nazir que promete no beber vino, deja su cabello crecer y tiene prohibido impurificarse ritualmente con la impureza de un muerto. Aharón y sus descendientes, los Cohaním, son instruidos sobre cómo bendecir al pueblo de Israel.
Los líderes de las doce tribus de Israel traen sus ofrendas para la inauguración del altar. A pesar que sus ofrendas son idénticas, cada una es traída en un día diferente y es individualmente descripta por la Torá.
BENDITOS LOS QUE TE BENDIJEREN
Al explicar el tema de la bendición de los cohanim, termina diciendo: “Y pondrán Mi Nombre sobre los Hijos de Israel y Yo los bendeciré”, Rashi (Rabí Shlomó Izjaki, Troyes, Francia, 1040-1105) explica esta frase de la siguiente manera: Los cohanim ponen sobre los Hijos de Israel el Nombre de Di-s para bendecirlos, y en compensación Di-s los bendice a ellos.
Esto está en copnsonancia con la promesa hecha a los Patriarcas: “Benditos los que te bendijeren y malditos los que te maldijeren”.
Y así lo fuimos viendo a través de los tiempos. Aquellos que han bendecido al pueblo judío se han visto bendecidos, ya sea hombres individuales como naciones.
En cuanto a aquellos que han maldecido al pueblo de Israel… no es necesario relatar como terminaron.
«Es Sólo un Espíritu Necio»
Sobre el versículo: «Todo hombre cuando su esposa se desvíe» que abren nuestra Parshá las leyes correspondientes a la mujer que se desvió de la conducta pudorosa («sotá»), nuestros Sabios comentan: «Un hombre no trasngrede salvo que le haya entrado un espíritu necio» (El término que utiliza el texto para decir «se desvíe» es tisté, con las mismas letras que shtut, que implica necedad, pues el desvío del pudor, y la infidelidad, está estrechamente relacionado con la necedad y la idiotez.
Este dicho de los Sabios nos brinda una explicación a un fenómeno que a simple vista es asombroso: todo judío, quienquiera que sea, posee en lo profundo de su alma un inquebrantable amor al Altísimo. Elegirá, sin titubeo alguno, entregar su vida en aras de la Santificación de Su Nombre y con tal de no practicar la idolatría. Siendo así, ¿cómo es posible que el judío transgreda por medio del pecado, acto que lo separa y aleja de Hashem? ¿Cómo ocurre que uno se permita llevar a cabo un acto que contradice su fe y convicción interior?
La respuesta es que «le entró un espíritu necio». Lo dominó un espíritu ajeno, un espíritu de idiotez, que tapó a la fe que hay en su corazón. Es él quien causó su insensibilidad frente a la gravedad de su accionar, que causa la desconexión de Hashem. Si hubiera sentido el verdadero significado del pecado y la trasgresión, y el hecho que ellos los alejan de la fuente de la santidad- no hubiera pecado bajo ninguna circunstancia.
¿Cuál es ese espíritu necio?- el deseo material. La atracción materialista y carnal causa que el hombre pierda la sensibilidad espiritual y el sentimiento de apego al Altísimo. Él se auto- engaña como que aquí no pasó nada y a pesar del pecado sigue fiel al judaísmo y cercano a Hashem. El deseo de placeres tapa la verdad, que todo pecado, incluso el más leve, daña el vínculo de unión con Di-s.
Por el otro lado, siendo que la causa principal del pecado es ese ‘espíritu necio’ que oculta la verdad, resulta que incluso cuando el hombre peca, eso no significa que él mismo sea malo. Todo lo contrario, en su fuero interior él es bueno, está apegado a Di-s y no desea pecar, sólo que el espíritu de la idiotez tomó posesión de él y le causó transgredir. El pecado es algo ajeno y no es parte de la persona.
Aprendemos esta manera de ver al pecado del versículo «cuando su esposa se desvíe». Y no es casual. Hay una relación esencial entre el concepto general del pecado con el pecado de la mujer que se desvió de la conducta adecuada para con su marido.
Más de una vez se compara el vínculo entre el Altísimo y el pueblo de Israel con la relación entre el marido y su esposa. Hashem es ‘el hombre’ y la Congregación de Israel ‘la mujer’. Cuando un judío peca frente a Di-s es cual una mujer que le da la espalda a su marido, como esa mujer que se desvió del pudor y la fidelidad. Por ello, es específicamente el caso de la mujer que se desvió («sotá»), el ejemplo elegido por la Torá para enseñarnos la característica de lo que es el pecado.
La analogía con la mujer que se ‘desvió’ («sotá») nos expresa también un aspecto positivo. La «sotá» no es una mujer que es seguro que pecó, sólo actuó indebidamente, despertando sospechas. Y la Torá asegura que si finalmente resulta que es pura e inocente, «quedará limpia y concebirá simiente». Así es como ocurre con el judío: a pesar de haber pecado, en lo profundo de su corazón permanece unido a Hashem, y por eso finalmente hará Teshuvá y retornará a Su camino, puesto que no quedará rechazado de Él, rechazado alguno. (Likutei Sijot Tomo 2, Pág. 311)
(www.es.chabad.org)
Cercos espirituales
En la parashá de esta semana aprendemos sobre la persona que toma un voto de ser Nazareo y que por lo tanto se debe abstener del vino. La Torá no recomienda hacer esto. Privarse de cualquier placer permitido de este mundo representa una negación de la bondad de Dios. Sin embargo, si una persona tomó el voto, está obligada a cumplirlo.
Al tomar este compromiso, la Torá determina que no sólo deberá abstenerse del vino, sino que también de las uvas, pasas de uva, e incluso de las semillas y la piel de las uvas. ¿Por qué?
La intención no es agregar dificultades innecesarias. Más bien, lo que intenta hacer la Torá es crear un cerco para proteger al nazareo de no transgredir su propio voto. El vino es una tentación muy grande. Si se le prohíbe comer incluso la piel de la uva, es poco probable que termine tomando vino.
Aprendemos de ello la importancia de crear cercos para proteger nuestro bienestar espiritual. Nuestros sabios impusieron muchos cercos para nosotros, pero sugieren que nosotros también debemos crear nuestros propios cercos.
Cuando nos referimos al mundo material, es fácil establecer cercos y cuidar nuestras pertenecías. A fin de preservar nuestro dinero, no hay mejor lugar que un banco. También construimos cercos contra las cosas que nos pueden dañar: marcamos y guardamos bien las botellas con tóxicos y sus tapas son difíciles de abrir. Si alguna vez has visitado las Alturas del Golán, seguramente habrás visto áreas limitadas por sospecha de existencia de minas. No quisiéramos a nadie rondando por ahí.
Desafortunadamente, no siempre somos tan cuidadosos respecto a nuestras posesiones espirituales. ¿Creamos cercos que nos permitan crecer espiritualmente, o al menos que nos eviten caer? ¿Creamos cercos que nos ayuden a pasar suficiente tiempo con nuestras familias y que nos ayuden a no caer en la trampa de “vivir para trabajar” en vez de “trabajar para vivir”? ¿Creamos cercos que nos ayuden a vivir en el nivel moral que aspiramos alcanzar?
Luego de volver del trabajo, intenta pasar la primera media hora con tu familia. Ese es un buen cerco, ya que si no cumples con esto, luego te quedarás pensando en la cama sobre dónde se ha ido el tiempo que pensabas dedicarle a tu familia. También puedes tomarte media hora por mes para recordarte exactamente por qué vives y asegurarte de estar bien encaminado.
Hay tantos cercos que serían beneficiosos si tan sólo nos tomáramos la molestia de establecerlos.
Todos tenemos un tesoro espiritual gigante, el cual puede desaparecer lentamente si no lo cercamos apropiadamente. Existen muchísimos tóxicos espirituales. Si no los mantenemos en botellas bien marcadas, podríamos tomar alguno de ellos sin darnos cuenta. Construir un cerco es el mejor modo de proteger lo que tenemos. Si no lo hacemos, estaremos corriendo un gran riesgo.(www.aishlatino.com)
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