Al cierre de tres años desde el anuncio del Estado Islámico, está claro que la apuesta de Al-Baghdadi al declarar el establecimiento de un imperio islámico ha fallado, pero su influencia en el movimiento salafista-yihadista, en el teatro Oriente Medio y en otras regiones, ha crecido. Con el fin de evitar el fortalecimiento de este movimiento, cuyas fuerzas se extienden por todo el mundo, se requiere una comprensión sobria acerca de la intención del movimiento salafista-yihadista para suspender temporalmente la idea del califato, y reemplazarlo por el establecimiento de emiratos en territorios en donde el movimiento ya tiene presencia y en donde hay problemas latentes es las estructuras gubernamentales nacionales. Por lo tanto, además de una campaña militar enfocada contra las organizaciones, redes y activistas que forman parte de este movimiento ideológico, la acción debe implicar una estrecha cooperación internacional en aspectos políticos, económicos, diplomáticos, legales y educativos las cuales se deben tomar con el fin de evitar que la amenaza del terrorismo nacido desde este movimiento vuelvan a aparecer y regresen a expandirse.
En su tercer año, el Estado Islámico sufrió un aumento en sus derrotas militares por lo que se encuentra en un retroceso constante. No obstante, en su cuarto año, es probable que el Estado Islámico continúe siendo un foco del debate público internacional sobre la guerra contra el terrorismo global. La explosión provocada por los combatientes del estado islámico en la Mezquita de Al-Nuri, donde el autoproclamado califa Abu Baker Al-Baghdadi, pronunció su histórico sermón inaugural frente a los combatientes del estado islámico en 2014, es un buen reflejo de la situación extrema del Estado Islámico y, al mismo tiempo, pone de manifiesto su intención de sembrar la muerte y la destrucción y con ello el deseo de cobrar un alto precio antes de su desaparición. Aunque el proceso de colapso se ha intensificado, su duración es incierta, debido a que el Estado Islámico todavía tiene una fuerte presencia militar y mucha influencia ideológica en varias zonas de Oriente Medio y más allá, e incluso tiene la capacidad potencial para volver a algunas de las áreas de las que fue expulsado. Así, al cierre de tres años desde el anuncio del Estado Islámico, está claro que la apuesta de Al-Baghdadi al declarar el establecimiento de un imperio islámico ha fallado, pero su influencia en el movimiento salafista-yihadista en el teatro del Oriente Medio y en otras regiones, justamente ha crecido.
A pesar del fracaso de su ambición de establecer un nuevo imperio islámico, el Estado Islámico si ha logrado rejuvenecer al salafismo-yihadista, después que parecía que la amenaza terrorista planteada por el movimiento había pasado, o al menos disminuido. Con el inicio de los eventos de la Primavera Árabe, menos de una década después del 11 de septiembre de 2001, seguido por la muerte de Bin Laden y muchos de los líderes de Al-Qaeda y sus afiliados, pareció que muchos, incluyendo a más de uno de los líderes occidentales, creyeron que el salafismo-yihadismo, dirigido por Al-Qaeda, habían sufrido un golpe crítico y estaba en una retirada estratégica. La aparición del Estado Islámico, sin embargo, fomentó un nuevo espíritu beligerante entre muchos jóvenes musulmanes. La base para la declaración del establecimiento del Estado Islámico de Al-Baghdadi refleja su creencia que las circunstancias geopolíticas que provocaron la agitación moderna permitían la realización en el Oriente Medio de la visión de un nuevo califato islámico.
Los líderes del Estado Islámico optaron por basar el Estado Islámico en un flagrante y público terrorismo generalizado, en afrenta directa a los valores y normas universales, en contra de sus muchos oponentes en los países árabes y musulmanes, los países occidentales, e incluso sus antiguos socios de Al-Qaeda y sus aliados en el movimiento salafista-yihadista. La brutalidad cometida por el Estado Islámico, incluyendo las ejecuciones masivas, decapitaciones, y la limpieza étnica de las minorías, transmitido por las redes sociales como parte de su propaganda generalizada, creó una cortina de humo para Al-Qaeda y sus afiliados, que la utilizaron para reclutar a muchos de los nuevos operarios hacia sus filas, y que incluso extendieron su actividad hacia nuevos teatros.
La formación de una coalición internacional para una guerra contra la entidad terrorista fundada por Al-Baghdadi culminó con la situación actual, en la que el Estado Islámico ha perdido gran parte de los territorios que conquistaron con anterioridad, y muchos de sus altos dirigentes – al parecer incluyendo el propio Al-Baghdadi, de acuerdo con informes – han sido eliminados. Sea o no que Al-Baghdadi haya sobrevivido a un ataque reciente de los aviones de guerra rusos, es claro que su destino está sellado. Sin embargo, incluso sin el califa Al-Baghdadi, el campo salafista-yihadista más amplio incluyen al Estado Islámico en todo el Oriente Medio, y a los combatientes de las organizaciones terroristas que aceptaron su patrocinio en África, el Magreb, Asia meridional y central, y el sudeste asiático, así como Al-Qaeda y sus socios. En esta etapa, todos estos grupos se han beneficiado, porque han crecido en número y han reforzado su control sobre amplias zonas geográficas en las diversas regiones del mundo. Esta acumulación de poder ha tenido lugar en un contexto de la desestabilización de los regímenes, la pérdida de legitimidad de los líderes nacionales, y la dificultad de estos líderes en la aplicación de la ley en sus países.
El Estado Islámico, que actuó en nombre de la ideología salafista-yihadista, encontró su camino a los corazones de muchos musulmanes – incluso más que los que se habían unido a las filas de Al-Qaeda. Esto ocurrió no sólo en los países musulmanes, sino también en Occidente en general, y en particular en Europa. Los países europeos se han enfrentado a tener que librar una lucha intensa en su territorio nacional contra el terrorismo motivado por una filosofía identificada principalmente con el Estado Islámico, que utiliza el terrorismo y que constituye una fuente de inspiración para el terrorismo llevado a cabo en su nombre vía una serie de canales. El primero de estos canales es el terrorismo iniciado, dirigido y llevado a cabo por el Estado Islámico. El segundo es el terrorismo que se gestiona de forma remota por los operarios europeos que emigraron al Estado islámico y que se unieron a sus filas, y que animan a los voluntarios locales en Europa para enviarlos a poner en marcha actos terroristas en su nombre. El tercero es el terrorismo llevada a cabo por las personas que viven en Europa y que nunca han emigrado al Estado islámico o que nunca se han unido a sus filas, pero se inspiran en ella y que atribuyen su actividad terrorista como un sentimiento de identificación. Esta campaña de terrorismo se basa en muchos cientos de ciudadanos europeos que nacen musulmanes o se convierte al Islam, y se espera que continúe en los próximos años. Su éxito o fracaso, lo que determinará en gran medida la capacidad del Estado Islámico de permanecer en la conciencia pública occidental, depende principalmente de la capacidad de los servicios de inteligencia y de seguridad en los países occidentales para impedir actos de terrorismo y la cooperación del Estado Islámico con su aliados de fuera de Europa.
A pesar del amago conflicto personal e inter-organizacional entre el Estado islámico y sus socios, por un lado y Al-Qaeda y sus afiliados, por el otro, y los litigios relativos a la estrategia correcta para la realización de su visión compartida de establecer el califato islámico, expresado en los intercambios retóricos venenosas y algunas veces también en choques violentos entre las dos partes, lo que tienen en común es todavía mucho mayor que lo que les separa. Por otra parte, es probable que a medida que aumente la presión internacional contra el Estado Islámico y Al-Qaeda, las posibilidades de un acercamiento entre ellos también crecerán. Las muertes de los líderes del Estado islámico, particularmente la del califa Al-Baghdadi cuyo sucesor puede llenar un papel funcional, pero no estará al mando de la misma autoridad espiritual plantea la posibilidad que todas las organizaciones en el campo del yihadismo salafista combinarán fuerzas. Por lo tanto, a pesar de una unificación formal entre el Estado Islámico y Al-Qaeda parece poco realista, la cooperación local ad hoc entre los grupos y las redes terroristas, e incluso más, el movimiento de los operarios o unidades organizadas a través y dentro de los distintos grupos identificados con esta ideología, sin duda es posible.
En este contexto, el desafío que enfrenta la coalición internacional formada con el fin de derrotar al Estado Islámico se mantiene intacta. La etapa de detener su avance, la que elimina la contigüidad territorial que logró en sus primeros años, y que arrancaba su dominio territorial puede haber alcanzado una etapa avanzada, pero la necesidad de impedir la recuperación de su fuerza y el debilitamiento de todo el campamento salafista-yihadista es todavía de una importancia suprema. Por lo tanto, la coalición internacional contra el terrorismo debe estar encaminada a la consecución de los siguientes objetivos:
- El desarraigo completo del Estado Islámico de sus bases en Mosul y el oeste de Irak, y en Siria, principalmente en Deir ez-Zor y Al-Raqqa. También es esencial aprovechar el impulso para eliminar el Estado Islámico de Libia y otras regiones en las que está presente, y para cortar las conexiones entre ella y las organizaciones terroristas locales fuera del Medio Oriente.
- Evitar que el Estado Islámico se restablezca en lugares en donde ha sido expulsado.
- El fortalecimiento de grupos locales y ayudar a reconstruir, a raíz de la destrucción y el daño físico y psicológico, a la población por el estrago causado por el Estado Islámico.
- Extender el impulso de la lucha contra Al-Qaeda y los afiliados a esta, los cuales han ganado fuerza en los últimos años y están dispuestos a reclutar a sus filas a miembros sobrevivientes del estado islámico en busca de un marco organizativo alternativo para seguir con su yihad violenta.
- Detener las operaciones terroristas planeadas en Occidente que están destinadas a sembrar el miedo entre el público y causar la desestabilización del gobierno, mientras que causan fricción entre los ciudadanos y las comunidades musulmanas y la esperanza que genera entre los seguidores salafistas yihadistas que sus acciones y ambiciones logren restablecer el califato islámico. Estos deseos no son en vano. La prevención de ataques terroristas catastróficos susceptibles de arrastrar a los países occidentales en una respuesta militar a gran escala contra los autores y partidarios de los ataques terroristas es particularmente importante. Tal respuesta es susceptible de jugar en las manos de los terroristas ya que va a justificar las afirmaciones que Occidente está conspirando deliberadamente contra el Islam.
Con el fin de avanzar hacia estos objetivos, económicos y políticos, sendos esfuerzos diplomáticos deben ser realizados en los países que participan en la campaña contra el terrorismo y que se enfrentan al movimiento de la yihad. Los líderes deben ser alentados a preferir una política de cooperación y contención a través de una política de exclusión de varios movimientos en sus sociedades. Tal política es probable que ayude a reducir la motivación de los jóvenes a utilizar la violencia y frenar su explotación por parte de grupos externos que tratan de inspirar la actividad terrorista y que desean provocar la desestabilización.
En los últimos años, el Medio Oriente ha sido un importante teatro de la fricción violenta entre las potencias globales y regionales, las cuales buscan mejorar su influencia en la región. La campaña contra el Estado islámico en particular y contra el terrorismo en general, es también parte de la competencia entre ellos, y se libra en el marco de sus esfuerzos para promover sus respectivos intereses particulares. Aunque parece que el peligro de la expansión del Estado Islámico ha pasado, no debería haber ninguna tregua en el esfuerzo combinado en contra de ella. El surgimiento del Estado islámico en nombre del salafismo-yihadista ha puesto de manifiesto una vez más el peligro inherente a la ideología que guía ese movimiento. Con el fin de evitar el fortalecimiento de este movimiento, cuyas fuerzas se extienden por todo el mundo, y para evitar un error desastroso, como ocurrió en el pasado en la campaña contra Al-Qaeda y sus afiliados, cuando parecía que la campaña había cumplido su objetivos, se requiere una comprensión sobria acerca de la intención del salafismo-yihadismo que ahora se plantea suspender temporalmente la idea califato para reemplazarlo con el establecimiento de emiratos en territorios donde el movimiento está presente y en donde hay problemas existentes en las estructuras gubernamentales nacionales. Por lo tanto, además de una campaña militar enfocada contra las organizaciones, redes y activistas que forman parte de este movimiento ideológico, la acción debe implicar una estrecha cooperación internacional en aspectos políticos, económicos, diplomáticos, legales y educativos, con el fin de evitar que la amenaza del terrorismo de este movimiento vuelva a aparecer y se vuelva a expandir.
Traducido por Hatzad hasheni
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