El domingo, el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, se desplazó a Mosul para proclamar la victoria en la lucha contra el ISIS. Quedan unos cuantos tipos duros del ISIS escondidos, pero tenía razón en que la batalla por el control de la ciudad, una batalla que empezó hace nueve meses y que ha durado más que la de Stalingrado (II Guerra Mundial), prácticamente ha terminado. (La batalla de Stalingrado duró 200 días; la de Mosul, 266 -si contamos hasta el domingo-).
Las imágenes de lo que queda de Mosul me han recordado el viaje que hice a Ramadi en 2007, hace casi exactamente un decenio, poco después de que fuera liberada de manos de Al Qaeda en Irak (AQI), la predecesora del Estado Islámico de Irak y Siria. Esto es lo que escribí entonces:
- Los edificios están completamente destruidos o severamente dañados. Amasijos de vigas se elevan hacia el cielo. Hay montones de escombros por doquier. Hay agua estancada en las calles; las fuentes quedaron inutilizadas por las incontables explosiones de AEI. Cada pocos metros hay cráteres ocasionados por bombas colocadas junto a las calzadas.
Sin embargo, me mostraba optimista sobre lo conseguido en la provincia de Anbar, cuya capital es Ramadi, porque el mero hecho de arrebatar a Al Qaeda el control de grandes centros urbanos era un logro de primera que parecía imposible de concebir siquiera sólo un año antes. En retrospectiva, muy optimismo resultó inadecuado. No porque el surge [aumento sustancial de tropas ordenado por George W. Bush] no funcionara; de he hecho, funcionó. Lo que no podría haber predicho era que Obama conquistaría la presidencia y sacaría las tropas de Irak en 2011, creando así un vacío de poder que permitió a AQI resurgir de sus cenizas.
Esta es una lección que merece tenerse bien presente ahora, cuando el ISIS, la última reencarnación de AQI, parece estar contra las cuerdas no sólo en Irak sino en Siria. Los rumores de la muerte de la organización pueden haber sido exagerados en fechas pasadas y, lamentablemente, puede que lo sean también hoy: ha mostrado la persistencia de una variedad de cáncer especialmente virulenta.
El Centro de Combate del Terrorismo de West Point ha elaborado un informe sobre lo que ha sucedido en 16 ciudades sirias previamente liberadas del control del ISIS. “Desde la fecha de liberación de cada una hasta abril de 2017, el Estado Islámico reportó que había perpetrado 1.468 ataques distintos en esas 16 ciudades”, se lee en ese texto. ¡Es una gran cantidad de ataquespara un grupo supuestamente derrotado!
Lo que el informe de West Point sugiere es que el ISIS se centrará a partir de ahora no el control del territorio sino en perpetrar ataques terroristas, y no sólo en Irak y Siria. Para mostrar que sigue siendo un actor relevante, el ISIS puede sentirse más impelido que nunca a realizar operaciones terroristas espectaculares en Occidente. Como informa el New York Times, “el Estado Islámico ha compensado parcialmente sus derrotas domésticas alentando a sus afiliados en el exterior -en Libia, Egipto, el Yemen, Afganistán, Nigeria y las Filipinas- y activando operativos en cualquier sitio”.
La lucha contra los miembros del ISIS en el extranjero requiere la habitual mezcla de operaciones de seguridad e inteligencia y esfuerzos por contener su perverso influjo en el campo de las ideas, es decir, por impedir la radicalización de más jóvenes en Occidente. Pero para impedir que el ISIS -o cualquier otro grupo radical suní, como el afiliado sirio de Al Qaeda, el antaño conocido como Frente Al Nusra- vuelva a cobrar impulso en Siria e Irak será necesario impedir que esos países caigan en manos de extremistas chiíes.
Puede sonar paradójico, habida cuenta de que los radicales suníes y los chiíes se matan los unos a los otros, pero lo cierto es que se retroalimentan. La existencia de unos justifica la de los otros. Por eso fue crucial en la estrategia exitosa del surge (2007-08) que el general David Petraeus y el embajador Ryan Crocker presionaran al entonces primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, para que llegara un acuerdo con los suníes y mitigara la amenaza procedente de los extremistas chiíes. Desafortunadamente, tras la salida de 2011 perdimos cualquier capacidad de presión sobre Maliki y el resultado fue que éste asumió una agenda sectaria que arrojó a numerosos suníes en brazos de un ISIS resurgente.
La batalla de Mosul ha sido muy dura. Pero será aún más difícil impedir que vuelva a darse ese ciclo de radicalización. Haider al Abadi es más moderado que Maliki, pero los extremistas chiíes apoyados por Irán continúan teniendo una desproporcionada influencia en Bagdad. Hay innumerables razones para temer que un Gobierno central sectario e incompetente abandone -o, peor aún, oprima- las zonas suníes tan pronto hayan sido liberadas del control del ISIS. A menos que Bagdad haga esfuerzos significativos para reconstruir ciudades devastadas como Mosul y dé a sus representantes una voz relevante en la arena política, los agravios suníes volverán a enconarse, lo que resultará un campo abonado perfecto para la emergencia del ISIS 2.0.
No será fácil evitarlo, y requerirá una significativa presencia de EEUU en Irak. Presencia no sólo diplomática, política y de inteligencia, también militar. Sin un número significativo de tropas sobre el terreno será difícil contener a las milicias respaldadas por Irán conocidas como Fuerzas de Movilización Popular. EEUU necesita salir en defensa de los legítimos derechos de los suníes y asegurar a estos que no volverán a quedar a merced de los escuadrones chiíes de la limpieza étnica.
Esto, a su vez, requerirá que el Gobierno de EEU abrace el nation-building, un concepto incluso más neurálgico con Donald Trump que con Barack Obama. ¿Dejará Trump de lado su retórica de campaña y comprometerá a EEUU en un rol más activo en Irak -y en Siria- en los años sucesivos? ¿Quién sabe? Pero eso es lo que llevaría a la auténtica derrota del ISIS.
© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
con trabajo trabajando 11 horas diarias no te quedan fuerza ni ganas para sentarse en el inodoro . TRABAJO=PAZ