La kabalá, la mística judía de las palabras sagradas, busca descubrir los verdaderos mensajes divinos ocultos detrás de las letras que las componen. Sin ánimos de llegar al fondo de ninguna cuestión trascendental, os propongo jugar con la palabra Sefarad, el nombre de un país en el extremo occidental del mundo que aparece en la Torá y que ha servido para designar a la península ibérica. Su etimología no está clara, aunque parece apuntar al nombre de las ninfas hespérides que según la mitología griega cuidaban esta punta del planeta plano y conocido de entonces.
A pesar de su origen no hebreo (evidente por la utilización de cuatro consonantes diferentes en su composición), el nombre de Sefarad ya ha sido señalado como permutación (es decir, alterando el orden de las letras, en hebreo) de Pardés, un jardín frutal a la vez que eufemismo del mismísimo Paraíso del Edén. Pero no es el único “juego” posible. Las letras en sí ya tienen un significado propio: S (samej) significa autoridad, F (fei o pei) significa boca, R (reish) es cabeza y D (dalet) puerta. Resulta llamativo que la historia de esta tierra y su convivencia de religiones aparezca así quizás sugerida por la autoridad de los conquistadores musulmanes, el idioma en boca de los cristianos, la labor intelectual (de cabeza) de los judíos y la puerta u oportunidad para que de todo ello surja una identidad propia.
Intentemos ahora recomponer las letras S, F, R y D en varias palabras. Surge así SeFeR Dalet, un misterioso libro capaz de abrir puertas (¿el “Zohar” del cabalista Moisés de León compuesto aquí?). Probemos otra: SeDeR Pei, literalmente, el orden de la boca, de lo dicho: se me antoja relacionado con la codificación de la tradición oral, nuevamente vinculada a los cabalistas de estas tierras. ¿Y PaRaS Dalet, la puerta de Persia, acaso nos avisa de la llegada de una oportunidad desde Oriente? El juego sólo ha comenzado…
¿Y qué hay del valor guemátrico? La guematria es una rama de la kabalá que compara los valores numéricos sumatorios de las palabras. En el caso de SeFaRaD tenemos S = 60, F = 80, R = 200 y D = 4, lo que da un total de 344. Una raíz hebrea con el mismo valor total es SHeMeD que significa bien aniquilación, bien conversión forzosa. ¿Tendrá algo que ver con las persecuciones y posterior expulsión de los judíos de su paradisíaco Pardés en Sefarad? Pero también hay equivalencia con la expresión VaYiShKaJ: olvidó, que podría remitirnos a cómo este país borró la huella judía de su memoria durante siglos.
Incluso podríamos crear un juego sefardí que fusione las lenguas: el original hebreo y el incipiente español que se llevaron en 1492, y transmutar (conservando como en hebreo las consonantes) SeFaRaD en PaDReS, para quienes intentan rescatar de las tinieblas de sus ancestros un posible origen judío. Porque ya lo dijo Isaías: “De Sion saldrá la Torá”, pero de Sefarad, la kabalá.
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