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| viernes noviembre 15, 2024

Los Magnómetros En El Monte Del Templo: Informe Y Debate


Ayer, viernes, día de descanso sagrado en el Islam, se produjeron seis muertes: tres palestinos murieron por balas de las fuerzas de seguridad israelíes en distintas manifestaciones en Jerusalén Oriental. Y a la noche, Yosef Salomón, un abuelo de 70 años y sus hijos, Elad (40) y Jaia (46), fueron asesinados por un terrorista en su casa en Jalamish, un asentamiento en Samaria, cerca de Ramallah. La nuera del abuelo se salvó junto con los niños a los que ocultó en otro cuarto. Un soldado de franco, en una casa vecina, escuchó los gritos, llegó a la casa y abatió al terrorista. La esposa de Yosef, de 68 años, sufrió heridas graves y lucha por su vida.

Ayer y hoy, los musulmanes se han negado a pasar por los detectores. Los que asistieron a las cercanías de la explanada, dentro y fuera de la Ciudad Vieja, efectuaron servicios religiosos en las calles y, luego, choques con las fuerzas de seguridad israelíes.

Como respuesta al atentado en Jalamish, el ejército ha decidido “inundar Cisjordania de tropas para dar respuesta a todo intento de ataque terrorista”. El mentado ataque fue del tipo “lobo solitario”, muy difícil de frustrar, por no haber prácticamente posibilidad de hacer inteligencia sobre él. En las fuerzas de seguridad e inteligencia expresaron su preocupación de que en las redes sociales predomina y crece de modo preocupante el discurso incitador a la violencia, temen que haya “atentados de inspiración”, es decir inspirados en el ataque en Jalamish, y explicaron que, a diferencia de otros ciclos de violencia, prácticamente no se registran voces que llamen al sosiego.

Esta noche de sábado continuaron los disturbios, registrándose por lo menos tres heridos palestinos.

El debate en Israel

¿Cuáles son las posturas en Israel acerca de la colocación de los detectores de metales o magnómetros a la entrada del Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas?

En contra: los magnómetros se colocaron a raíz del atentado del viernes anterior, en el que dos árabes israelís de Um El Fajem asesinaron en ese mismo lugar a dos policías israelíes de la comunidad drusa. En un proceso de toma de decisión poco claro, en el que el gobierno echa la culpa a la policía y viceversa, se decidió colocar los aparatos para detección de metales. No se consultó con el ejército ni el Shin Bet. A pesar de ser medios de seguridad usuales en centros comerciales, en aeropuertos, y en todo sitio sagrado posible, desde el Kotel mismo hasta la Meca, pasando por la Plaza San Pedro en el Vaticano, no se consultó con el Waqf, la autoridad religiosa musulmana responsable por los lugares santos de esa religión en Jerusalén. Esta forma inconsulta provocó que los musulmanes lo vieran como una imposición o, peor, como un nuevo intento de hacerse con “el dominio de la mezquita de Al Aqsa por la ocupación agresora sionista”. Dentro del gabinete y de las fuerzas de seguridad crecen las voces que llaman a retirarlos y a buscar otra alternativa que satisfaga las necesidades de seguridad. Yoav Galant, miembro del gabinete y ex Jefe de Estado Mayor del ejército, dijo que revisar en check-points a 25.000 musulmanes puede llevar por lo menos cuatro horas. Agrego yo: no es recomendable en sí, ni como espectáculo ante las cámaras de TV del mundo.

A favor: como está dicho, se trata de medios de seguridad habituales en miles de lugares de encuentro público en el mundo, desde centros comerciales hasta los sitios religiosos más importantes. Pero el argumento más inteligente a favor de los magnómetros y en contra de la reacción exagerada de los musulmanes la dio Ben Dror Yemini en el matutino Yediot Ajaronot de ayer. La comparto, aunque su visión vaya más allá de este caso particular.

Cualquier cosa, dice, es interpretada por los musulmanes como “ataque al honor”. “Cuando quien es considerado líder religioso más importante del islam, Yusuf Al Kardawi, llamó a los musulmanes a completar el trabajo de Hitler, no hubo manifestaciones en Occidente. Y cuando se publican caricaturas antisemitas de modo constante en el mundo musulmán, no hay reacciones de ira por parte de judíos. Los musulmanes no son apedreados. No hemos escuchado quejas de “ataque al honor”. Pero cuando se publica una caricatura de Mahoma, o cuando se colocan magnómetros, ¿sí hay ataque al honor? Para Yemini, “hay un problema con los musulmanes: son seres humanos. Son iguales. Pero a veces insisten en que se los trate como a niños pequeños”. Y Occidente, y la izquierda, lo hacen, porque las amenazas y la violencia funcionan. Tratarlos como pequeños, eso es racismo.

Para el columnista, autor de “La industria de la mentira”, sobre los ataques contra Israel en la arena mediática mundial, no se trata de lucha contra la ocupación, sino decididamente de una guerra religiosa. “En un acto televisado por la televisión oficial de la Autoridad Palestina dijo el conductor, hombre del Fatah (de corte laico nacionalista, al menos oficialmente, MK): ‘Nuestra guerra contra los descendientes de monos y cerdos es una guerra de religión y fe’. El actual mufti de Jerusalén, Mujamad Hussein, subió al podio a continuación y leyó los conocidos versículos de incitación al odio, acerca de que ‘la resurrección de los muertos no llegará hasta que combatáis a los judíos’, agregando un llamado a matar judíos”. Esto ocurrió ya en 2012. Por entonces, no había magnómetros.

Yemini denuncia una doble moral al tratar a los musulmanes radicales que así reaccionan, una doble moral bajo el “síndrome de las bajas expectativas”. Es decir, ¿qué se puede esperar de ellos?, se pregunta el iluminado multiculturalista occidental. “No se les puede aplicar criterios occidentales pues su cultura es diferente”. Eso, dice Yemini, se llama racismo, con todas las letras. Existen algunos musulmanes que abren la boca, que se hartaron del racismo que los ve como “buenos salvajes”. Pero son los menos. Algunos lo hacen en los medios árabes regionales. Pero luego, deben vivir en el miedo permanente, cuando no con guardaespaldas.

“Cuando esas voces aisladas se conviertan en una corriente significativa, será una gran noticia para el mundo en general y para el mundo musulmán en particular. Y no, ello no tiene nada que ver con la ocupación. Tiene que ver con un racismo por el cual los musulmanes se autoconvierten en inferiores. En tanto y en cuanto este autorracismo continúe, también la inferioridad continuará.

Agrego yo: el mito de “Al Aqsa está en peligro” fue una leyenda pergeñada por el nefasto Mufti de Jerusalén, Hadj Amín El Husseini, ya en los años ’20 del siglo pasado. Cada tantos años, el delirio resurge de las cenizas como el Ave Fénix, costando vidas humanas irrecuperables. Sería hora que el mundo -y los musulmanes lúcidos- ayuden a los musulmanes radicales a madurar, y a rehabilitarse de su propia pesadilla alucinógena. Por su propio bien, y por el nuestro.

https://marcelokisilevski.wordpress.com/

 
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