La Knesset ha puesto en marcha un grupo de camarilla denominado “Victoria Israel”, copresidido por el diputado de Israel Beitenu Oded Forer y el de Yesh Atid, diputado Yaakov Peri, tras el establecimiento de una asamblea similar en el Congreso estadounidense.
El grupo camarilla espera sensibilizar al público israelí, así como también a los políticos en Israel y en el exterior, en la necesidad de lograr una victoria decisiva sobre los palestinos. El profesor Daniel Pipes, el estudioso de este proyecto, argumenta de manera convincente que un acuerdo de paz sólo será posible luego que los palestinos se den cuenta que los 100 años de lucha contra el sionismo han fracasado.
Hasta la fecha, los palestinos (no sólo Hamás) poseen todavía esperanzas que la empresa sionista pueda ser desmantelada. Las victorias de Israel en el campo de batalla contra los ejércitos árabes, su éxito en contener el terrorismo y la prosperidad del Estado judío aún no han consolidado un sentimiento de derrota entre los palestinos. Por lo tanto, la Autoridad Palestina continúa su campaña de deslegitimar a Israel. Elementos de la sociedad palestina creen incluso que la sociedad judía se desmoronará inevitablemente bajo la presión de los ataques terroristas y las tensiones internas.
La visión que Israel eventualmente desaparecerá, al igual que los cruzados en el siglo XII, continua muy extendida. Los palestinos se sienten alentados por el indiscriminado apoyo financiero y diplomático que reciben del exterior y se sienten a gusto con la agigantada influencia regional de Irán, que promete y promueve la destrucción de Israel. La suposición que su deseo por un estado conduzca a las concesiones necesarias para un arreglo de paz con Israel queda por verse.
Teniendo en cuenta la naturaleza del “socio en la paz”, es probable que la prolongada lucha continúe a menos que surja un nuevo liderazgo pragmático. Por desgracia, tal liderazgo no viene en camino, dejando a Israel con la única opción de librar una guerra limitada contra la Autoridad Palestina en Cisjordania y contra Hamás en la Franja de Gaza.
De hecho, Israel se encuentra en un estado de guerra y no en un proceso de paz. Esta verdad no es aceptable para la comunidad internacional que hace hincapié en la diplomacia y desea creer que los palestinos están interesados en la paz. Esta situación limita la libertad de acción militar por parte de Israel en la búsqueda de la victoria. Su capacidad para infligir dolor a los palestinos, lo cual es de eso que trata la guerra, es limitada. A menudo este es acusado por una prensa liberal de ejercer excesiva fuerza inherentemente contraria a cualquier uso de la fuerza.
Por otra parte, Israel se ve en un estado de incertidumbre por un dilema permanente. Por una parte, trata de comprar calma y tiempo, proveyendo medios económicos para así sostener a la débil economía palestina. Jerusalén entiende que vecinos hambrientos atraen la crítica internacional hacia Israel y pudieran convertirse en un problema de seguridad. Por otra parte, es necesario castigar a los palestinos violentos para así crear intimidación y afectar su comportamiento y aspiraciones. No es fácil equilibrar el primer esfuerzo, básicamente a corto plazo, con el intento de propinarles a los palestinos con una derrota costosa que pudiera poner fin al conflicto de una manera más rápida.
La renuencia de los palestinos a adoptar metas realistas de política exterior y la vacilación por parte de Israel en utilizar su superioridad militar para exigir un costo mucho más alto de los palestinos son las características definitorias del conflicto palestino-israelí.
El proyecto “Victoria Israel” parece centrarse en la segunda característica. Este busca modificar el pensamiento sobre el conflicto luego de décadas de “procesos de paz” que les ofreció a los palestinos suficientes zanahorias (ayuda económica, reconocimiento internacional y concesiones territoriales israelíes) en vano. Se supone que los grupos de presión establecidos en Jerusalén y Washington actúan para liberar a Israel de algunas de las limitaciones que afectan su uso de la fuerza. Israel ha impuesto sobre su ejército muchas restricciones para asegurarse los más altos estándares de moral para sus tropas, más que cualquier otro ejército en el mundo.
Pero incluso dentro de las auto-impuestas restricciones y el marco legal internacional de los conflictos armados, Israel puede exigir un precio más alto por el mal comportamiento de los palestinos. Por otra parte, el gobierno israelí debe darse cuenta que su política de “paz económica” a corto plazo, prolonga el conflicto, que conlleva a costos futuros para la sociedad israelí.
No es fácil encontrar el camino dorado entre el infligir dolor y abstenerse de llevar a los palestinos hacia una postura desesperada en donde no tengan nada que perder. Sólo los buenos estrategas pueden concebir un uso tan calibrado de fuerza.
El fallecido Primer Ministro Yitzhak Rabin defendió el uso de la fuerza medida, un arte, siendo este el pre-requisito para las acciones diplomáticas en nuestro vecindario. Bajo las circunstancias actuales, Israel debe adoptar una estrategia paciente de desgaste en la que el uso medido de la fuerza traerá con el tiempo un cambio en las actitudes palestinas. En esta etapa, las concesiones adicionales por parte de Israel para demostrar buena voluntad sólo señalan la debilidad de Israel y despiertan los apetitos palestinos.
Sin embargo, debemos reconocer que el uso de la fuerza contra los palestinos, aunque es extremadamente importante, no es suficiente para convertirlos en vecinos ya listos para una coexistencia pacífica. También es necesaria la presión diplomática. Estados responsables, principalmente en Occidente, deben decirle a los palestinos de una manera inequívoca que dejen de soñar con el tema del “derecho al retorno”, un acto de fe para la mayoría de los palestinos. Israel debe también convencer a sus amigos en Occidente para que les exijan a los palestinos un claro reconocimiento del derecho de los judíos a la libre determinación. Y tales declaraciones deben ser emitidas también en idioma árabe.
El uso de la fuerza y de presión diplomática puede inducir un cambio de actitud en las sociedades. Sin embargo, es un proceso lento. Lograr la victoria en el prolongado conflicto palestino-israelí requiere de paciencia.
Efraim Inbar, profesor emérito de estudios políticos en la Universidad Bar-Ilan y ex director del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat, es miembro de Shillman-Ginsburg en el Foro del Medio Oriente.
Traducido por Hatzad Hasheni
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