La famosa historiadora comenta sobre el alza del antisemitismo en Europa.
Un antiguo chiste judío dice así: «¿Cuál es la definición de un telegrama judío? ‘Comienza a preocuparte. Pronto más detalles'».
A menudo me preguntan cuál es mi opinión sobre las manifestaciones contemporáneas de antisemitismo, especialmente las que se han desarrollado en Europa últimamente. «¿Esto es como lo que ocurría en 1939? ¿Estamos ad portas de un nuevo Holocausto?». Hasta ahora, mi respuesta siempre ha sido un inequívoco «no». Incluso he criticado a los líderes comunitarios que ya sea por una genuina preocupación o para lograr sus propios intereses utilizan analogías del Holocausto para describir la situación contemporánea. Estos alegatos son ahistóricos. Exageran lo que está pasando ahora y aminoran lo que ocurría en 1939.
Las diferencias entre entonces y ahora son enormes. Cuando hay un alza de antisemitismo hoy en día, los gobiernos la condenan. Eso está a años luz de lo que ocurría en la década del 30 y 40, cuando los gobiernos no sólo guardaban silencio sino que además eran cómplices de lo que ocurría. La memoria también es una diferencia entre el presente y aquel entonces. Ahora, a diferencia de la década del 30, sabemos que las cosas pueden escalar. Los judíos hoy en día están firmes en su determinación: «Nunca más».
Pero a pesar de todo esto, me pregunto si no seré demasiado optimista. El mes pasado, un grupo de manifestantes pro-Gaza en Kurfürstendamm, la legendaria avenida de Berlín, cantaban: «Judíos, judíos, cerdos cobardes». Los manifestantes en Dormund y Frankfurt cantaban: «Hamás, Hamás, judíos a las cámaras de gas». Y un protestante pro-Hamás en Berlín se separó de la marcha en la que participaba y atacó a un anciano que estaba en una esquina con una bandera israelí.
En la víspera del Día de la Bastilla, un grupo de judíos parisinos quedaron atrapados en una sinagoga rodeada de manifestantes pro-Palestinos y debieron ser rescatados por la policía. Hace pocas semanas, se pegaron carteles a lo largo de Roma llamando a boicotear a 50 negocios cuyos dueños eran judíos. La semana pasada en Londres los manifestantes anti-Israel atacaron la tienda de abarrotes Sainsbury y como consecuencia el encargado sacó los productos casher (la cadena de supermercados se disculpó posteriormente por esto).
Sería fácil decir que esta ola de ira guarda relación directa con los eventos que se desarrollan actualmente en Gaza. Pero esta tendencia ha sido evidente desde hace bastante tiempo. En marzo del 2012, cuatro personas fueron asesinadas en una escuela judía en Toulouse, Francia. (El mes pasado, un centro comunitario judío fue atacado con bombas incendiarias). En diciembre del 2012, las autoridades israelíes le advirtieron a quienes querían visitar sinagogas en Dinamarca que no se pusieran una kipá sino hasta que estuvieran dentro del recinto. Cada vez es más común que los turistas judíos eviten usar objetos distintivos en Europa Occidental. Una balacera en el Museo Judío en Bruselas en mayo de este año, un mes antes de que comenzara el último conflicto con Gaza, dejó cuatro víctimas fatales.
No estoy de acuerdo con quienes tratan de minimizar lo que está ocurriendo y dicen que es «pura retórica». Es el lenguaje, después de todo, el que permite que la ira en contra del ejército israelí se transforme en odio hacia los judíos.
Tampoco me reconfortan quienes dicen que estas acciones son llevadas a cabo por «jóvenes musulmanes disgustados» (Según estimaciones, el 95% de las acciones antisemitas en Francia son llevadas a cabo por jóvenes de ascendencia árabe o africana). Muchos de estos musulmanes nacieron en Europa y muchos de quienes no nacieron allí son los padres de una nueva generación de europeos.
Es verdad que este no es el antisemitismo de los años 30, el cual provenía de la derecha y se basaba en las ancestrales visiones del cristianismo que demonizaban a los judíos. Tradicionalmente, el islam no trataba a los judíos de esta forma. Pero en el último siglo ha surgido un nuevo tipo de antisemitismo musulmán. Construido sobre la base de la antipatía hacia los no musulmanes, este antisemitismo mezcla el clásico antisemitismo cristiano —que fue importado al medio oriente por los misioneros europeos— con una forma de antisemitismo más de izquierda y secular. Esto queda en evidencia en las caricaturas políticas, en las editoriales, en los programas de televisión y en los reportajes de los periódicos.
El acta constitutiva de Hamás es un ejemplo de esto. Contiene referencias a los Protocolos de los sabios de Sión, una famosa farsa que fue creada por los oficiales de la policía zarista en 1903 y que más adelante fue utilizada por la propaganda Nazi. El acta de Hamás acusa a los judíos de utilizar sociedades secretas para fomentar desastres económicos y políticos a nivel global. Hace un llamado a sus adherentes a prepararse para «el próximo round con los judíos, los mercaderes de guerra».
La lógica de que esto es «sólo retórica» o «son sólo musulmanes» me molesta tanto como la ola de ira en contra de los judíos. En lugar de intentar explicar estas acciones, los líderes culturales, religiosos y académicos deberían remecerse hasta lo más profundo de su ser, no sólo por la seguridad de los judíos, sino por el futuro de las sociedades aparentemente liberales y cultas a las que pertenecen. Sin embargo, cuando el portavoz de Hamás dijo recientemente que los judíos usaban la sangre de niños no judíos para hacer sus matzot—una de las mentiras antisemitas más antiguas que existen— las elites europeas se mantuvieron en silencio.
Setenta años después del Holocausto, muchos judíos de Europa ya no se sienten seguros. Tener que contratar guardias armados para proteger a los que asisten a los servicios religiosos no es lo que hace un pueblo que vive seguro. En demasiadas ciudades alrededor del mundo cuando la gente explica cómo llegar a una sinagoga termina diciendo: «La vas a reconocer por el auto policial estacionado frente al edificio». Francia ya ha visto un brusco aumento en la cantidad de judíos que han decidido emigrar (aunque los números aún son bajos).
El telegrama ha llegado. Los judíos están preocupados. Es hora que aquellos que valoran una sociedad libre, democrática, abierta, multicultural y culta también comiencen a hacerlo. Este no es otro Holocausto, pero la situación es bastante mala.
Este editorial apareció originalmente en el periódico New York Times.
El antisemitismo por desgracia no desaparecerá, al obedecer a causas diferentes entre si, pero unidas todas por un mismo prejuicio, las cuales son como tal intemporales, y tienden a retroalimentarse, aún en medio de sociedades supuestamente avanzadas, en las que creiamos que no habiá ya lugar para este tipo de atavísmos …
Podremos debatir aqui sobre su verdadera incidencia, sobre la mutacion de un antisemitismo de caracter religioso, hacia otro de indole mas politico e «ideológico» pero lo cierto es que en todos los casos, los judios son puestos en sólfa, al ser hallados «culpables» o responsables, de aquello que cada cual quiera indebidamente atribuirles, a modo de chívo expiatório …
Será pues preciso admitir tristemente, que ni la leccion que nos dictá la Shoá, ni la difusion de la misma, ni la educacion en valores de respeto, ni la apertura de las mentes, consiguen por si solas ponérle freno, como cabriá esperar, y ni tan siquiera atenuar sus efectos …
Debemos sin embargo perseverar en combatirlo por médio de esos instrumentos, y de otros de caracter legislativo, judicial y policial que deben velar por su desarticulacion …