Traducido para PorIsrael.org por Yetty Blum
Al tomar decisiones, el liderazgo nacional tiene no sólo la autoridad legal para ignorar las recomendaciones de expertos, sino también una base conceptual sólida para hacerlo basándose en consideraciones más amplias que trascienden el conocimiento avanzado.
La decisión del primer ministro Netanyahu y del gabinete israelí de adoptar la recomendación de la policía para la instalación de detectores de metales en las puertas del Monte del Templo tras el asesinato de dos agentes de policía en el lugar sagrado provocó una ola de críticas de los medios de comunicación, los palestinos respondieron a la decisión con violentas protestas. La pregunta se escuchó más y más como el primer ministro podía haber ignorado las advertencias de la Shabak (Agencia de Seguridad de Israel) y las FDI contra la colocación de los detectores. Era como si un contratista hubiera ignorado la recomendación de un ingeniero para la cantidad de hierro que se necesitaba para la fundición de un techo.
Por supuesto, es natural que los ciudadanos preocupados exijan saber cómo se toman las decisiones del gobierno. Esta es una cuestión básica en la gestión de los asuntos estatales, así como la tensión entre el escalón político – que tiene la autoridad legal para tomar decisiones – y el escalón profesional. La pregunta fundamental es en qué medida los líderes nacionales están obligados a seguir las recomendaciones de sus asesores profesionales.
La miembro del Knesset Tzipi Livni comparó el hecho que el gobierno ignorara la recomendación del Shabak a ignorar los consejos de un médico. Pero, ¿Qué se hace cuando uno tiene que decidir entre opiniones médicas opuestas? Incluso en situaciones médicas relativamente simples, como, por ejemplo, una hernia de disco, un paciente puede estar entre un médico que recomienda una operación y otro que advierte contra ella.
A veces, sin embargo, la vacilación tiene que ver con una gama de consideraciones mucho más allá del claro dominio de la ciencia médica. Se descubre rápidamente que, si bien hay cuestiones técnicas que dependen totalmente de la autoridad de los expertos, al formular una decisión y gestionar los riesgos, no todo queda bajo la égida de los expertos.
Cuando se trata de la gestión de la política en situaciones de conflicto, los líderes tienen un papel único en el que asumen la carga de la responsabilidad. Si no tuvieran que tomar decisiones que van más allá de lo que sus asesores profesionales recomiendan, su rol se reduciría a ser poco más que los títeres de sus expertos. La historia israelí está plagada de pruebas de liderazgo y, en muchos casos, se tomaron decisiones que se elevaron por encima de la opinión de los expertos.
Fue David Ben-Gurion quien una y otra vez subrayó que los expertos eran sólo expertos en lo que ya había sucedido, no en lo que iba a suceder. Ya en abril de 1948, unas semanas antes de que se proclamara el estado de Israel, Ben Gurion informó a sus colegas políticos sobre las tensiones con los líderes militares en relación con la batalla por Jerusalén:
Se ha planteado la cuestión de dar a los expertos un papel en la gestión de la guerra. Aunque, en lo técnico, atenderemos sus consejos, no serán ellos quienes tendrán la última palabra sobre cada tema, sino los representantes civiles del pueblo. … Las decisiones se toman no sólo sobre la base de dictámenes técnicos sobre cuestiones profesionales, sino sobre la base de una evaluación global de las circunstancias del momento y del lugar, es decir, sobre la base de una evaluación diplomática de la que el gobierno es responsable.
De hecho, cuando se decidió a concentrar el esfuerzo principal en Jerusalén, emitiendo una directiva de «Jerusalén a cualquier precio» a los comandantes de la Operación Nahshon, Ben-Gurion no tenía solamente consideraciones militares profesionales en mente. Como él explicó: «Si el país tiene un alma, Jerusalén es su alma. … Ese juramento al borde de las aguas de Babilonia [si te olvidara, oh Jerusalén] nos obliga hoy como lo hizo en aquel entonces; de lo contrario no mereceremos ser llamados el pueblo de Israel «.
De manera similar, en la Segunda Guerra del Líbano (2006), la decisión sobre un ataque preventivo contra los cohetes de mediano alcance de Hezbollah fue hecha por el ministro de Defensa Peretz contra la recomendación del jefe del Estado Mayor Halutz. En retrospectiva, fue incuestionablemente una decisión correcta al comienzo de la guerra; pero las consideraciones del Teniente General Halutz al no recomendar un ataque también fueron formuladas con profesionalidad adecuada. Además, como parte de las deliberaciones, se consideró un plan detallado que había sido preparado por la fuerza aérea en los años anteriores a la guerra. Fue Halutz quien, como comandante de la fuerza aérea en su puesto anterior, había iniciado y guiado la planificación.
Después que el ministro de Defensa tomó su decisión, el plan fue llevado al gabinete y aprobado. Este es un ejemplo de dinámica adecuada entre el profesional y el político. El ministro de Defensa, al ejercer su autoridad más allá de la esfera del conocimiento profesional, ejemplificó cómo las decisiones de liderazgo toman en cuenta una gama completa de consideraciones.
Él también dio un papel a su personal su intuición, cuyo valor no debe ser descartado para la toma de decisiones.
Esencialmente, al menos desde un punto de vista legal, la cuestión es clara. En las sociedades democráticas, las direcciones políticas son elegidas por el público, y esa es la fuente de su autoridad para decidir y dirigir. Mientras que el escalón profesional debe aprovechar su experiencia para el proceso de toma de decisiones, no tiene la palabra final. Cuando todo está dicho y hecho, al tomar decisiones el liderazgo tiene la autoridad legal para ignorar las recomendaciones de los expertos.
La crítica pública, entonces, no tiene bases legales sobre las cuales pedir una aclaración. Tampoco para esta materia, tiene justificación procesal. Por supuesto, es legítimo exigir saber si el timón está en manos de un líder en el que el pueblo puede confiar para actuar con competencia y sabiduría. En este sentido, la confianza de los líderes en la opinión de los expertos ayuda a dar la impresión de que sus decisiones están siendo hechas correctamente.
Es obvio que los expertos pueden predecir lo que pasará en los próximos pasos y advertir a los líderes sobre lo que les parece una «crónica anunciada». Solo que no existe realmente dicha crónica, y no se puede saber qué surgirá hasta que se cree la fricción.
Se espera que los líderes nacionales se involucren en la gestión con responsabilidad del riesgo. Pero la gestión de riesgos en un sistema cerrado y definido -como administrar una escuela y tener que enumerar peligros de seguridad, tales como una baranda averiada- no es lo mismo que la gestión de riesgos en un espacio estratégico abierto donde se enfrenta el potencial de riesgos aún no definidos.
He aquí una ilusión moderna generalizada: la creencia que la experiencia profesional y científica tiene un remedio para la ansiedad de confrontar con lo desconocido. El ser humano moderno tiende a creer que los expertos calificados tienen el poder de la previsión y, por tanto, pueden prepararnos para lo inesperado.
El problema es que hasta que en realidad se tomen las medidas y ellas generen la fricción, al igual que con la instalación de detectores de metales en el Monte del Templo, no hay forma de medir el potencial de riesgos y oportunidades que surgirán en el curso de la toma de esas medidas.
Así, mientras que los expertos pueden advertir sobre los riesgos que implica la fricción anticipada, es la prerrogativa, de hecho el deber, de la dirección nacional decidir cómo afrontar esa fricción y aprovechar al máximo su potencial estratégico.
«Aunque camine por el valle de la sombra de la muerte, no temeré ningún mal», cantó David en el Salmo 23. Esta es la prueba de los líderes, que toman la decisión consciente de entrar en el valle de la sombra de la muerte incluso cuando sus asesores les adviertan contra ella. Por supuesto, porque son ellos quienes asumen la responsabilidad final, su pueblo y la historia los juzgarán por los resultados de sus acciones.
***Mayor Gen. (ret.) Gershon Hacohen es investigador principal en el Begin-Sadat Center for Strategic Studies. Sirvió en las FDI durante cuarenta y dos años. Comandó tropas en batallas con Egipto y Siria. Anteriormente fue comandante del cuerpo y comandante de las Escuelas Militares de las FDI.
https://besacenter.org/perspectives-papers/leadership-advice/
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