‘El colono-colonialismo es un tipo distinto de colonialismo que opera a través de la sustitución de poblaciones autóctonas por una sociedad invasora de colonos que, con el tiempo, desarrolla una identidad y soberanía distintiva’
RESUMEN: El concepto de “colono colonialismo” ha sido aplicado con una vehemencia casi única contra Israel. Pero el hecho que los judíos sean la población autóctona del Levant Sureño puede probarse con facilidad. Al contrario, la evidencia histórica y genealógica muestra que los palestinos descienden principalmente de tres grupos primarios: los invasores musulmanes, los inmigrantes árabes y los convertidos locales al Islam. La conquista musulmana de la Palestina bizantina en el siglo VII d.c. es un ejemplo calcado del colono-colonialismo, al igual que la posterior inmigración, particularmente durante los siglos 19 y 20 bajo los imperios otomano y británico. La aplicación del concepto a los judíos y al sionismo por parte de los palestinos es irónica e inútil.
Uno de los pilares de las universidades modernas es la idea del colono-colonialismo. Esto argumenta que ciertas sociedades son creadas por colonos implantados en un territorio extranjero, ya sea directamente o con el consentimiento de un poder imperial. Estos colonos luego dominan y erradican a la población autóctona. Desarrollan culturas belicosas que eliminan a los nativos de sus narrativas históricas, literarias y de otros géneros. Ejemplos primarios a menudo citados son los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, Sudáfrica y Rhodesia e Israel.
El argumento colono-colonial en contra de Israel postula que el sionismo fue una herramienta imperial de Gran Bretaña (o, alternativamente, de que el sionismo manipuló al Imperio Británico); que los judíos representan a una población extranjera implantada en Palestina para de esta manera usurpar la tierra y desplazar al pueblo; y que Israel ha sometido a los palestinos a un “genocidio”, verdadero, figurativo y cultural.
De acuerdo a este argumento, el “colono-colonialismo” de Israel es una “estructura y no un acontecimiento” y este va acompañado de un “legado de violencia fundacional” que se remonta al Primer Congreso Sionista de 1897 o incluso antes. Con el sionismo imbuido de esta manera en dos formas del pecado original inalterable, la oposición violenta dirigida hacia Israel es legitimada y cualquier forma de compromiso, incluso la negociación, es “errónea y poco realista debido a que el ‘diálogo’ no aborda al status quo asimétrico”.
Pero la historia del Medio Oriente no es susceptible a estas formulaciones. Entre los muchos conceptos abusados y pervertidos por los palestinos, las acusaciones de “genocidio” israelí son las más altas por su audacia descarada y por sus calumnias y odiosidad. La idea colono-colonialista merece atención por tres razones: su adopción relativamente reciente por los palestinos y sus defensores; su actualidad mucho más amplia en la academia; y su obvia e irónica falsedad.
La idea de los judíos como “colonos colonizadores” es fácilmente refutada. Una gran cantidad de evidencias demuestra que los judíos son la población autóctona del Levant Sureño; documentación histórica y genética coloca a los judíos allí hace más de 2.000 años atrás y existen evidencias indiscutibles de la permanencia continua de los judíos en la región. Los datos que muestran la continuidad cultural y genética de las comunidades judías locales y globales son igualmente amplios. La evidencia era tan abundante y tan incontrovertible, incluso para los historiadores de la antigüedad y los escritores de textos religiosos, algunos de los cuales eran judeófobos, que la desconexión de los judíos del Levant Sureño simplemente no fue concebida. Los judíos son la población autóctona.
En cuanto al apoyo imperial, el movimiento sionista comenzó durante el Imperio Otomano, siendo este en el mejor de los casos muy timorato hacia los judíos e incómodo con la idea de la soberanía judía. Por su parte, el Imperio británico inicialmente ofreció su apoyo en la forma de la Declaración de Balfour, pero durante su mandato (1920-48) el apoyo al sionismo vaciló. La construcción de la infraestructura ayudó inmensamente al Yishuv, pero el apoyo político a la inmigración judía y al desarrollo, según lo estipulado por el mandato de la Liga de Naciones, se hizo más y más lento hasta que, tal como se sabe, fue retirado ante la llegada de la Segunda Guerra Mundial. Esto no llega a ser “colono-colonialismo”.
Irónicamente, no puede decirse lo mismo de los árabes palestinos. Un reciente análisis de Pinhas Inbari dio un repaso a la historia de Palestina (derivado del término romano Palaestina, aplicada en el año 135 EC como castigo a una revuelta judía). En particular, este examina las tradiciones de origen de las tribus palestinas, que incluso hoy día continúan para verse a sí mismos como inmigrantes de otros países. La revisión de Inbari, junto a muchas fuentes adicionales de información que este no abordó, demuestra que los palestinos modernos, de hecho, surgieron de dos corrientes principales: los conversos que parten de los judíos pre-modernos autóctonos y cristianos que se sometieron al Islam y las tribus árabes originarias a través del Medio Oriente que emigraron hacia el Levant Sureño entre la antigüedad tardía y los años 40. Los episodios mejor documentados fueron las conquistas islámicas del siglo VII y sus secuelas y los períodos del Imperio Otomano tardío y el Mandato Británico.
Incluso ejemplos notables tales como el negociador palestino Saeb Erekat, quien alegó ridículamente de que “Soy el orgulloso hijo de los cananeos que estuvieron allí hace 5.500 años antes de que Joshua bin Nun incendiara la ciudad de Jericó”, traza su verdadero linaje familiar a la tribu Huwaitat, que emigró de Arabia a Jordania. La rara admisión del ministro de Hamas Fathi Ḥammad de que “la mitad de los palestinos son egipcios y la otra mitad son sauditas” es algo más honesto.
Haciendo eco en Inbari, no podemos argumentar aquí que “no existen palestinos” que por ende no merecen derechos políticos, incluyendo un auto-gobierno y un estado. Hacerlo sería tanto lógico como moralmente incorrecto. Los palestinos tienen derecho a definirse a su manera y deben ser negociados con buena fe por los israelíes. Lo que los palestinos no pueden afirmar, sin embargo, es que son la población autóctona de Palestina y los judíos son colonos-colonialistas.
Las genealogías palestinas que muestran a sus propias tribus originarias de fuera del Levant Sureño son evidencia ‘prima facie’ del colonialismo árabe. Y mientras que las narrativas de las conquistas árabes de la Palestina bizantina y del norte de África no pueden ser tomadas por su valor nominal, son puras expresiones ideológicas del colono-colonialista. En los años 634-37 d.c., los ejércitos musulmanes comandados por el Califa Umar conquistaron la totalidad del Levant antes de invadir Armenia y Anatolia en el año 638 y Chipre en el año 639.
La posterior islamización y arabización del Levant fue un largo y complejo proceso imperial que requirió de reorganizar la región en provincias administrativas, instituyendo nuevas categorías sociales con fines de imposición y control, implantando colonos y reasignando tierras como estados junto a fomentar la conversión al Islam. A lo largo de los siglos, otros colonos emigraron y fueron intencionalmente implantados, incluyendo, solamente en el siglo 19, a egipcios que huían y los importados por Muhammad Ali a finales de 1820 hacia los 1840, así como también chechenos, circasianos y turcomanos reubicados por el Imperio Otomano en la década de 1860 luego de sus guerras con Rusia. Tribus de beduinos, argelinos, yemenitas y muchos otros también emigraron durante ese siglo en particular.
En cuanto a la inmigración moderna, Inbari bien pudo haber señalado los incrementos bien documentados de las cifras de censos palestinos de 1922 a 1931, producidos por la inmigración ilegal impulsada por el desarrollo de la infraestructura y la economía de la región. Un estimado de alrededor del 37% del aumento de la población palestina entre 1922 y 1931, más de 60.000 personas, habiendo sido el resultado de una inmigración ilegal. Otro estudio encontró que de 1932 a 1946, otros 60,000 inmigrantes ilegales ingresaron al país, con mujeres que no fueron censadas habiendo estas entrado como novias. Estos fueron sumados a la gran afluencia de trabajadores árabes de 1940 a 1945 en conexión al esfuerzo de una guerra.
Para reiterar, estos argumentos no delegan el discutir “una tierra sin un pueblo para un pueblo sin tierra”, o que la Palestina Otomana estaba “vacía” cuando el movimiento sionista comenzó. Estaba realmente poblada, aunque de manera desigual, pero esas poblaciones habían emigrado hacia la tierra durante los siglos anteriores, un proceso que se aceleró precisamente por el movimiento sionista y el mandato británico. El colono-colonialismo palestino sucedió, irónicamente, bajo la égida de un imperio ambos musulmán como cristiano.
Por último, existe el tema de una conciencia etno-nacional palestina separada y su relación al colono-colonialismo. El clamor de encontrar una identidad étnica palestina separada ya en el siglo XVII es poco convincente. En cambio, la idea se desarrolló como un concepto élite en los años inmediatamente anteriores y especialmente después de la Primera Guerra Mundial, compitiendo con identidades tribales y religiosas mucho más profundas y resistentes. La nacionalización de las masas se produjo gradualmente durante las próximas décadas, impulsada en parte por las tragedias impuestas en gran medida por sus líderes, especialmente la “Revuelta Árabe” de 1936-39, el rechazo de la partición en 1947, la Guerra de Independencia de Israel 1948-49 y la consiguiente dispersión local de refugiados en la década de 1950. El nacionalismo y la identidad palestina son en gran parte reactivos y secundarios, señalando el hecho de que la identidad colono-colonial fue principalmente tribal y religiosa, la última de estas es imperial por definición.
Durante los siglos XIX y XX, un mito de los “atemporales” palestinos se arraigó en la zona. Durante el período anterior, se trató de una alegoría orientalista europea: los palestinos como “fósiles” vivientes que reflejaban las formas de vida de la Biblia. Más tarde fue adoptado por razones estratégicas por los mismos palestinos como una respuesta política y cultural al regreso sionista a la tierra. Ese uso fue quizás comprensible, aunque irónico; pero este alcanza una ‘reductio ad absurdum’ en la afirmación de Erekat de haber tenido antepasados provenientes del Paleolítico Superior.
Son, pues, los palestinos a los que deberíamos llamar colonos-colonialistas y no a los judíos o incluso a los sionistas. ¿Cambia algo el realizar esto? ¿Acerca más la paz el eliminar un término de la caja de herramientas rechacista? Esto parece ser altamente improbable. Sin embargo, a largo plazo, será necesario hacerle frente a ciertas verdades tanto para los palestinos como para los israelíes. Una de estas verdades es que el rechazo a Israel, en su núcleo, no es función del nacionalismo palestino y de la identidad local, sino de la oposición religiosa islámica a la autonomía y soberanía judía. La otra es que las categorías tendenciosas tales como “colono-colonialismo”, que irónicamente socavan las reivindicaciones palestinas hacia el estatus autóctono, deberían ser dispensadas a favor de unas evaluaciones honestas de la historia.
Alex Joffe es arqueólogo e historiador. Es miembro compañero de Shillman-Ginsburg en el Foro del Medio Oriente.
En la foto la entrada del califa Umar (581-644) en Jerusalén, grabado en colores del siglo 19, Wikipedia
Traducido por Hatzad Hasheni
Que absurdo!!!