No sólo los ecologistas mantienen que el crecimiento de la población en Israel es insostenible, también los economistas, especialmente después de que se hiciera público que la población israelí alcanzará los 20 millones en 2065, en una nación que lucha por soportar el crecimiento actual.
El Consejo Económico Nacional, encargado de asesorar al gobierno en materia económica a largo plazo, publicó recientemente el informe «Escenarios Regionales de Población para Israel 2015-2040» del que se extrae que en los próximos 23 años la población aumentará en cinco millones, la cantidad de ancianos se duplicará y el porcentaje de ultraortodoxos subirá del 11% al 20%.
Y, si bien el crecimiento de la población suele ser traducido por los políticos como un triunfo nacional, en esta ocasión este organismo ha señalado los «retos» que plantea.
«Israel es una anomalía entre los países desarrollados, tiene el mayor índice de natalidad de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) y hemos cruzado la línea del crecimiento óptimo de modo que el añadido de personas daña la calidad de vida», asegura el profesor de economía Alón Tal, autor del libro The Land is Full (El País está Lleno, 2016).
Las estadísticas señalan que las escuelas tienen alrededor de cuarenta alumnos por clase, que se venden 300.000 coches nuevos al año y que los hospitales tienen un 130% de ocupación, también la mayor en la OCDE, lo que se traduce en profesores agobiados y niños desatendidos, congestiones de tráfico desesperantes y servicios de emergencias inundados.
«Israel es demográficamente diverso, hemos hecho un trabajo maravilloso en los últimos 25 años al respecto, pero se ha ido más allá y ahora hay vegetación y animales en peligro de extinción por la sobrepoblación», señala Tal.
Cuando se estableció el Estado, en 1948, Israel acogía a unos 850.000 habitantes, en 69 años ese número se ha multiplicado por diez y los expertos advierten que la infraestructura y los servicios no van a la par del crecimiento.
En los primeros 50 años del país, la inmigración judía (aliá) era el primer motor de la expansión demográfica, pero hace tiempo que no lo es. La causa primordial de la dinámica de superpoblación es la natalidad: las mujeres israelíes tienen 3,1 hijos de media, el doble de la media de los países desarrollados.
El país es muy diverso y no todos los sectores tienen el mismo índice de natalidad: las familias ultraortodoxas tienen de media 6,5 hijos por familia y las beduinas 5,5, pero no siempre fue así. Al parecer, fue la política gubernamental la que provocó esta transformación cultural y demográfica.
Según el profesor de economía Yoram Mayshar en su libro Israel’s Destiny: Fertility and Mortality in a Divided Society, (El Destino de Israel: Fertilidad y Mortalidad en una Sociedad Dividida, 2008) durante los años 50 y 60 la fertilidad era proporcional en las diferentes comunidades, con tres niños o menos, pero todo cambió cuando el gobierno decidió dar subsidios a las familias numerosas.
El estímulo a la natalidad era prevalente en los políticos sionistas de los primeros años, después del Holocausto había urgencia por reemplazar el tercio de población judía que el nazismo había hecho desaparecer.
Además, los líderes árabes hablaban en aquella época de ganar a los judíos en la batalla demográfica llamando a los úteros de las madres árabes su «arma secreta» y alcanzando en aquellos años unas cifras de natalidad sin precedentes.
El primer ministro David Ben Gurión tildaba a las familias con menos de cuatro hijos de «antipatrióticas» y premiaba a las madres israelíes de familias numerosas con un gran estipendio.
«Tal vez tuvo sentido estimular la natalidad en el pasado pero ahora espero que la gente empiece a darse cuenta que es excesivo», concluye Tal.
Fuente: EFE
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