Vista desde Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, la presión de EEUU y otros actores internacionales para posponer el referéndum de independencia de este lunes es, como diría Talleyrand, “peor que un pecado: un error”. El entusiasmo popular por la independencia y los argumentos morales sobre el sufrimiento kurdo y la autodeterminación explican en parte la opinión predominante. Pero los kurdos más reflexivos esgrimen, más allá de esos factores emocionales y éticos, cuatro razones de orden práctico en apoyo de la consulta.
Lo primero y más importante: los kurdos han declarado repetidas veces y de manera creíble que el referéndum, aun si el resultado es abrumador, no equivale a una declaración unilateral de independencia. De hecho, reconocen que el siguiente paso ha de ser un proceso de negociación con Bagdad, con los demás vecinos del Kurdistán y con la comunidad internacional sobre los términos de la futura separación, confederación o quizá una versión mejorada de la autonomía en vigor. Saben que es una partida repleta de riesgos, pero sienten que con el referéndum en la balanza reforzarían su futura posición negociadora. Como consecuencia, la mayoría de los kurdos iraquíes ven la oposición al referéndum como precipitada, en el mejor de los casos.
En segundo lugar: la mayoría de los kurdos consideran erróneos los argumentos concretos contra el referéndum. La idea de que pone en peligro la lucha contra el Estado Islámico les resulta directamente bizarra. Para empezar, como aliados de EEUU, han desempeñado un papel especialmente destacado en toda la campaña contra el EI, en los últimos tres años, y siguen protegiendo no sólo grandes extensiones de Irak sino a casi dos millones de refugiados, mayoritariamente árabes, en el propio territorio kurdo. Además, a día de hoy la guerra contra el EI está prácticamente ganada, así que los kurdos, comprensiblemente, creen que es tiempo de avanzar. Y, aducen, simplemente no hay la menor evidencia de que el referéndum se interponga en ulteriores planes contra el posible resurgimiento del EI.
Relacionado con esto está el impecable argumento kurdo de que las garantías de Bagdad sobre la asunción de cualesquiera compromisos a cambio de la cancelación de la consulta no son creíbles, simplemente. Esto razonablemente refleja su larga y amarga experiencia de toda una serie de promesas y compromisos constitucionales incumplidos por el Gobierno central de Irak: sobre la celebración de un referéndum en Kirkuk y otros territorios en disputa, sobre el reparto de los ingresos petroleros, sobre los pagos a las fuerzas peshmerga, etc. Como consecuencia, a los Kurdos difícilmente se les puede reprochar que duden de cualquier promesa que se les haga.
Tercero: la razón de más amplio espectro que la mayoría de los kurdos aducen en defensa de su referéndum es que las reacciones exageradas que está suscitando se moderarán una vez tenga lugar la votación. Cuando sea un fait accompli, los outsiders no tendrán muchas más opciones que afrontar lo que venga de manera pragmática. Como me dijo un oficial kurdo en una conversación privada la semana pasada: “Esperamos que impere la sensatez”. Esta posición tiene su aquel, aunque solo sea porque las alternativas semejan peores para todas las partes. Reparemos en Turquía: sus estridentes protestas retóricas y sus simbólicas maniobras militares contra el referéndum son una cosa; pero abrir verdaderamente un nuevo frente contra un nuevo enemigo en la frontera sería otra completamente distinta. De hecho, en conversaciones que mantuve igualmente la semana pasada, varios funcionarios kurdos de alto nivel admitían que puede que su Gobierno imponga sanciones al Kurdistán por la celebración del referéndum, pero que sería una tragedia para ambas partes si la destacable alianza Ankara-Erbil fraguada en la última década finalmente colapsara.
Cuarto, y para concluir: el otro vecino que proyecta una sombra aún más larga sobre el escenario es Irán. Numerosos kurdos se preguntan, con razón, si no debería ser más importante dejar de preocuparse tanto por su referéndum y atender a los intereses más relevantes en juego. Irán es vehementemente contrario tanto al referéndum como a cualquier derecho nacional kurdo, que podrían interponerse en sus ambiciones hegemónicas sobre Irak y más allá, hasta el Mediterráneo, pasando por Siria y el Líbano. Así que si EEUU va en serio en lo de hacer frente al desafío iraní, razonan los kurdos, podría cambiar de marcha y respaldar a los kurdos ante las crecientes amenazas iraníes.
El mejor contraargumento a esta lógica es que una política de ajuste tal podría producirse a expensas de otros socios en la lucha contra el expansionismo iraní. Pero la respuesta kurda es que Ankara, Bagdad y compañía tienen un interés común en contener a Teherán, por encima de sus propias preocupaciones sobre el Kurdistán. Es una posición debatible, pero que podría valer la pena adoptar tras la celebración del referéndum.
En resumidas cuentas: las consideraciones precedentes aconsejan poderosamente aportar frescura al futuro de la amistad kurdo-americana y a la cooperación estratégica bilateral, que tan buenos frutos ha dado contra Sadam Husein, el Estado Islámico y otros enemigos comunes en el último cuarto de siglo. El referéndum no debería ser el final de esta historia, como ha venido a decir el Departamento de Estado. De hecho, EEUU debería concentrarse en cómo conciliar las demandas en conflicto, y las preocupaciones comunes, de nuestros distintos socios regionales. Entre los que se cuentan los turcos y los árabes, por supuesto, pero también los kurdos y otros actores. Esta será una misión abrumadora, pero no imposible.
© Versión original (en inglés): Fikra Forum
© Versión en español: Revista El Medio
Animo Dios esta con usdedes siempre guerreros valientrs