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| viernes noviembre 15, 2024

Occidentales: culpables de leer las noticias


En agosto, la empresa de sondeos YouGov realizó una encuesta de opinión a 2.000 ciudadanos británicos. La encuesta, realizada en asociación con Arab News, el periódico saudí propiedad de un miembro de la familia Real saudí, se publicó el 25 de septiembre.

Como podría esperarse de tal publicación, las preguntas realizadas a la opinión pública británica, y las respuestas recibidas, se ajustaban a una línea concreta de razonamiento: la encuesta, evidentemente, buscaba pruebas de actitudes «islamófobas». Revelaba oportunamente que el 41% de la opinión pública británica encuestada respondía que los inmigrantes y refugiados árabes no habían aportado nada a la sociedad, y el 55% estaba de acuerdo con la elaboración de perfiles árabes por motivos de seguridad. La encuesta de Arab News/YouGov también reveló que el 72% de la opinión pública británica cree que la «islamofobia» está empeorando en Reino Unido.

Junto al informe llegó la sorprendente revelación de que una cifra similar de ciudadanos británicos (siete de cada diez) cree que «el aumento de los comentarios islamófobos que hacen los políticos y otros están propiciando los delitos de odio».

Todo esto presenta una imagen fascinante y también ligeramente confusa. ¿Por qué el mismo porcentaje de la opinión pública cree que la «islamofobia» está empeorando, pero que los políticos de Gran Bretaña la están alimentando? Por no hablar de que los políticos están propiciando un aumento en los «delitos de odio» —cuyo repunte se garantiza constantemente pero afortunadamente nunca llega—. Es evidente que el objetivo de Arab News —como el de muchos otros medios de comunicación de la región— es presentar a Gran Bretaña como un lugar intolerante y preilustrado, un país inundado de opiniones primitivas y medievales sobre «el otro». Al contrario que, pongamos, un feudo ilustrado y hospitalario como el de Arabia Saudí, cuya actitud hacia los extranjeros y recién llegados es famosa en el mundo entero por su tolerancia y buen humor.

Si fuese posible contar con encuestas verdaderamente libres y limpias en Arabia Saudí, realizadas por un periódico extranjero y sin la injerencia de ningún gobierno, no habría duda de que el mundo se enteraría de la cantidad de gente de fuera que han llevado al país, y hasta qué punto los controles de seguridad a cualquier persona que llega al país desde fuera de Arabia Saudí deberían desaparecer por completo.

Esa idea, por supuesto, es ridícula. Lo que es aún más ridículo es la idea —constante en diferentes encuestas de opinión de los últimos años— de que el pueblo británico, como en toda Europa y Estados Unidos, son presa de una especie de profunda manía irracional. Si se le pregunta a la opinión pública si se deben realizar perfiles de árabes por motivos de seguridad, ¿por qué debería extrañar que una ligera mayoría del público responda que sí? Se ha producido un gran número de incidentes terroristas en los mundos árabe y occidental en los últimos años, y a pesar de la considerable diversidad de los perpetradores de atentados islamistas en todo el planeta, del mundo árabe ha surgido un número de terroristas mayor que por ejemplo, de Europa del Este. Si, en algún momento, un gran número de checos, polacos y húngaros hubiesen empezado a exportar terrorismo a todo el planeta, cabría esperar que una mayoría de la opinión pública en países como Gran Bretaña pidiera mayores controles de seguridad a personas procedentes de Europa del Este. Entretanto, la opinión pública sería aparentemente culpable de nada más que leer las noticias. Pero la trampa principal de una encuesta como esta es, por supuesto, presentar todo el problema del terrorismo como un problema de comprensión de la opinión pública en general.

El problema no son sólo los cuatro atentados islamistas en Reino Unido en lo que va de año («sólo» tres cuando se realizó la encuesta de Arab News). El problema no es la aparición de un terrorista suicida libio en un concierto de pop en Manchester en mayo, o los jóvenes de origen pakistaní que embistieron en el Puente de Londres y Borough Market en junio, mientras degollaban a los transeúntes y gritaban «esto es por Alá». Ninguno de esos incidentes parecía ser el problema para Arab News. La pregunta a cuya raíz parecen querer llegar es esta: ¿Por qué el pueblo británico podría tener una actitud intolerante y desagradable? La propia respuesta editorial del periódico recuerda al clamor en septiembre de 2013 cuando una encuesta realizada para BBC Radio 1 reveló que de mil jóvenes británicos encuestados, el 44% dijo que los musulmanes no compartían los mismos valores que el resto de la población, mientras que el 27% dijo que no confiaba en los musulmanes.

La encuesta dio pie a multitud de autoanálisis y expertos de todas partes preguntando qué se podía hacer para cambiar la actitud de los jóvenes y corregirla eficazmente. Lo que casi nadie señaló —o juzgó digno de señalar— era que la encuesta había sido realizada en junio. Lo que era digno de señalar era que sólo unas semanas antes de que se realizara la encuesta en septiembre de 2013, dos jóvenes británicos convertidos al islam habían atropellado a un soldado de servicio —Lee Rigby— en el sur de Londres, y después, a plena luz del día, habían mutilado su cuerpo con cuchillos de carnicero.

Pocos artículos de opinión se preguntaron si las personas que habían decapitado a un soldado en las calles de Londres podrían no ser responsables de los sentimientos negativos que se produjeron después. Al igual que ahora pocos se preguntarán seguramente si no son las recientes oleadas de terrorismo de inspiración claramente musulmana extremista lo que provoca que los ciudadanos británicos estén preocupados —también por motivos de seguridad— por la gente de Oriente Medio. Por el momento, se supone que el problema no es el problema; por lo visto el problema es que lean sobre el problema y saquen sus conclusiones de ello.

Ni que decir tiene que la manera más rápida de afrontar cualquier problema de percepción es abordar el problema de la realidad. Para los políticos y líderes de opinión británicos, la idea de abordar el problema sigue estando lejos. Para Arab News, cualquier explicación sería una imposibilidad. Curiosamente, si se rastreara el origen de los problemas de extremismo que la población británica ve y aborrece se encontraría mucho más cerca de la sede de Arab News de lo que el periódico consideraría cómodo.

Traducción del texto original: Westerners: Guilty of Reading the News
Traducido por El Medio

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