Cuando, en 1967, Israel capturó Judea, Samaria, Gaza y la parte que no controlaba de Jerusalén, su Gobierno trató de comprar una paz de largo aliento con los árabes ofreciéndoles la devolución de la mayor parte del territorio. Así nació el concepto de tierras por paz.
Después, Israel permitió a Yaser Arafat crear la Autoridad Palestina (AP) en los territorios. Arafat reclamó descabelladamente toda la tierra al oeste de la línea de armisticio, incluida la mitad de Jerusalén, a cambio de la paz. Por supuesto, lo hizo mientras seguía lanzando ataques terroristas contra israelíes. Las demandas de Arafat se basaban en argumentos falsos, ya que nunca hubo un Estado palestino en la tierra que exigía, y Jerusalén nunca había estado dividida, salvo durante los 17 años en que fue ocupada por Jordania.
Los palestinos insistieron en su relato, y así nació el paradigma de los dos Estados. Este paradigma se reforzó como solución al conflicto cuando varios líderes israelíes se implicaron en negociaciones basadas en él. Como resultado, el mundo ve ahora la demanda palestina de tener un Estado junto a Israel como solución inevitable del conflicto.
La falacia del marco tierras por paz salta a la vista si se repara en la Franja de Gaza. Después de que Israel se retirara unilateralmente del territorio, los palestinos destruyeron la infraestructura generadora de ingresos que se les había dejado allí, y crearon un refugio para terroristas que tienen por gran objetivo eliminar a Israel.
En los colegios palestinos, generaciones enteras de niños son educados en el odio a Israel y en la búsqueda de su destrucción. Israel ni siquiera existe en sus mapas o libros de texto. Los líderes palestinos siguen alabando, apoyando y pagando a terroristas que asesinan a israelíes, y los convierten en héroes. ¿Cómo se puede esperar que el pueblo palestino reconozca y viva en paz con un país al que su Gobierno y sus líderes no dan derecho a existir?
Israel debería proponer una solución que reconozca las realidades regionales y que se base en un paradigma de paz por paz. Tal y como están las cosas, el Gobierno israelí no puede dominar a los palestinos o echar a patadas a la Autoridad Palestina (AP) de Ramala y del resto de Judea y Samaria. Sin embargo, Israel debe dejar claro que no puede haber paz hasta que los palestinos la quieran de verdad. Y su Gobierno debe exponer la verdad del odio de los palestinos hacia los judíos y los israelíes, y denunciar que los palestinos no quieren la paz, ante los medios y el mundo.
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¿Cómo sería esa paz por paz?
En primer lugar, Israel debe asegurar las fronteras desde el Jordán hasta el Mediterráneo. Los palestinos deberían ser gobernados por su propia estructura de gobierno, que podría ser administrada desde Ramala. Declarar Gaza el Estado palestino independiente también podría ser parte de la solución. Además, todos los palestinos de la región deben tener oportunidades económicas que faciliten la existencia de una economía fuerte. Por último, Israel debe ser reconocido y admitido por el pueblo palestino y sus líderes.
Estos son los puntales básicos del nuevo paradigma, que permitiría a las familias palestinas mantenerse y vivir con dignidad sin apoyar o condonar el terrorismo.
Israel debe articular con claridad sus posturas, y decir a los palestinos que no negociará bajo el paradigma de los dos Estados, con todo lo que ello implica actualmente.
Los cambios de paradigma suelen encontrar resistencias y rechazos, y puede hacer falta una generación o un líder excepcionalmente visionario para lograr una solución de acuerdo con este de nuevo cuño. No va a pasar de la noche a la mañana, e Israel no puede ponerlo sobre la mesa sin más y asumir que sus virtudes serán reconocidas.
Lo que debe hacer Israel es identificar claramente los beneficios de una mayor estabilidad y prosperidad para todos los implicados, y ser visionario y persistente en la definición de los parámetros de su posición. Israel ha esperado demasiado tiempo para proponer un nuevo paradigma para la paz, así que probablemente algunos elementos de la solución de los dos Estados formarán parte de cualquier resultado negociado. Pero cambiar el paradigma para las negociaciones podría conducir a un resultado más realista y a un avance hacia la coexistencia pacífica.
© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio
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