Desde el momento que fue emitida la Declaración Balfour, hace más de 100 años, y hasta el día que se estableció el Estado de Israel, el dos de noviembre fue un día de fiesta. Lord Arthur Balfour fue identificado en Israel como un mesías moderno, y muchos comenzaban las cartas de la época señalando la fecha de la Declaración como el comienzo del conteo del almanaque. Las circunstancias que dieron lugar a la declaración incluyó una amplia actividad diplomática de Jaim Weitzmann, una reaparición no esperada a la escena política de Balfour, un triángulo amoroso en la cima política de los británicos y la victoria del lobby sionista sobre dos políticos británicos judíos que eran antisionistas. Dos exposiciones, de la Academia de las Ciencias y de la Biblioteca Nacional, relatan la historia de la Declaración que se convirtió en parte básica de la construcción sionista a pesar del intento británico de renunciar a ella a lo largo de los años siguientes…
“Una carta de liberación nos ha sido entregada”, escribió sobre la declaración Itamar Ben Avi (el hijo de Eliezer Ben-Yehuda). La declaración y un retrato de Balfour en la foto de Betzalel de 1918. Foto de la portada de la crónica y de la Exposición de la Academia. Cortesía Jeremías Rimón.
Abajo… Celebración nacional. Una selección de carteles de las fotografías de la Declaración de Balfour: Cortesía de exposiciones de la Academia en el centro de Archivo Sionista, una colección de Eliyahu Hacohen.
Balfour recibió de regalo el rollo de “Ezrah y Nehemiah”. Lord Balfour (cuarto desde la izquierda) durante su visita a Jerusalén en 1925.
Una placa misteriosa colocada en memoria de Eliezer Ben-Yehuda, la misma que “nunca fue colocada en la tumba”, algo así como un enigma: “Yo conocí a un visionario de ojos abiertos. Un visionario gigante y fuerte entre elfos. Desde las sombras vivía, y hacia el sol leía, y una bandera de libertad elevó para los hebreos”. El escultor Boris Schatz, autor del texto, fue el fundador de la Academia Betzalel de las Artes y un vecino, admirador y amigo cercano de Ben-Yehuda, incluyó en la lápida también una “máscara de la muerte” que conmemoraba y eternizaba las características faciales de Ben-Yehuda. Esta desviación de las reglas del protocolo judío-halájico condujo a la eliminación del trabajo de Schatz. La lápida fue reemplazada sobre la tumba del renacedor del idioma hebreo pero esta vez sin máscara, y con un texto tallado que, en última instancia, era más conservador y modesto. Sin embargo, aquellos que apreciaban la memoria de Ben-Yehuda no renunciaron a su forma especial de marcar las fechas. En su tumba escribieron que nació el 11 de Adar, marcando los años que habían pasado desde la destrucción del templo y, cuando marcaron la fecha de muerte (26 del mes de Kislev), pusieron que se trataba del sexto año desde la Declaración Balfour (Ben-Yehuda falleció el 16 de diciembre de 1922).
Cien años después de la famosa declaración, que veía “con buenos ojos la creación de un hogar nacional para el pueblo judío en la tierra de Israel”, ya no existe alguien que marque la fecha hebrea de acuerdo a la entrega de la Declaración Balfour (muchos en Israel lo siguieron haciendo hasta el establecimiento del Estado de Israel en 1948). El público en general, sin embargo, puede volver a apreciar la lápida que recuerda lo olvidado. La Academia Nacional de Ciencias, en colaboración con el Instituto Yad Ben-Tzvi de Jerusalén, lanzará la semana próxima la exposición sobre Lord Arthur Balfour y su declaración, que fue uno de los acontecimientos fundamentales en la historia del sionismo político.
La Dr. Nirit Shalev Khalifa, curadora de la exposición, observa en el día de la Declaración, el 2 de noviembre de 1917, como una “una especie de primer conteo”. Shalev Khalifa, como otros “Balfouristas”, ve en el inglés no judío Lord Balfour como “la figura no judía más importante, que por primera vez gestó un reconocimiento internacional de la visión y el sueño judío, y del visionario Hertzl. Es cierto que hay Congresos y asentamientos anteriores a dicha declaración”, afirma Shalev Khalifa, “pero cuando buscamos los iconos más importante de estos años, resaltan dos figuras salientes: la de Theodor Hertzl, seguido de Lord Balfour”.
Nirit Shalev Khalifa hace hincapié en que en la fecha de la declaración, el 2 de noviembre, “fue durante más de 30 años, hasta que el país fue fundado, una forma moderna de conteo, un fresco recuento de una nueva era llena de esperanza. Muchos y buenos escribían dicha fecha en las cartas que enviaban, lo mismo hacían en los libros y calendarios impresos o cuando se realizaban eventos nacionales hebreos”.
Como si se tratase de un evento formativo bíblico
El conteo del número de años desde la Declaración Balfour fue solo una expresión de la popularidad y admiración que recibió el Secretario de Relaciones Exteriores británico. Muchos vieron a Balfour como a un Ciro moderno. Una y otra vez su declaración se equiparaba con la del rey persa en su Declaración de Ciro – la misma que permitió que los judíos exiliados a Babilonia tras la destrucción del primer templo regresasen a Israel para reconstruir el Segundo Templo. La Declaración Balfour fue aceptada como una carta de derechos que establecía y validaba el reclamo del pueblo judío sobre la tierra de Israel. Fue incorporado en las decisiones de la Conferencia de San Remo de las naciones vencedoras de la Primera Guerra Mundial en abril de 1920 y como resultado – se incorporó al mandato británico sobre Israel, y se mencionó en el artículo 5 de la Declaración de Independencia del Estado de Israel.
Durante casi 30 años – hasta el establecimiento del estado en 1948 – se convirtió en un ritual señalar el día de declaración, un día de fiesta, con desfiles y actos que se celebraban en las instituciones del asentamiento y entre las comunidades judías de todo el mundo. Tras la declaración escribió Itamar Ben Avi (el primer niño hebreo) con gran solemnidad: “Una carta de libertad nos ha sido entregada… maravillosas noticias se posan sobre nuestro cielo, una esperanza que no hay como ella otra, circulan por nuestros corazones… ¡Por favor haced sonar las trompetas! Por favor, hacedlas sonar con todas tus fuerzas y tu voz se saltará entre las montañas… Y el toque llegará a los oídos de todos, entre el Israel que está en todas partes”.
El Rabino Abraham Itzjak Hacohen Kook, que pasó esos años en Londres, estaba impresionado después de la entrega de la Declaración y dijo que “es el comienzo de la redención que se aparece cada vez más ante nosotros”, y que “la mano de Dios aparece liderando la historia y conducirá este proceso hasta su finalización.”
En el primer aniversario de la Declaración de Balfour, publicó el Comité 2 de noviembre de la Comisión para la Jerusalén judía un mensaje diciendo lo siguiente: “Hoy tenemos feria… como Ciro, el ungido de Dios, como durante sus días el gobierno más ilustrado entre las naciones ha reconocido nuestro derecho nacional de la nación de Israel…”. El diario “Ha-Mahskif” informo “que hay un sentimiento de profunda gratitud entre todos los judíos del mundo”. En Odessa se reunieron decenas de miles de judíos en el consulado británico para cantar el “Hatikva” y “viva el rey” y en el diario “Hebreo” se afirmaba: “Nuestro sueño más grande, el sueño del retorno a nuestra tierra, va siendo resuelto, se está convirtiendo en una realidad ya que un Gobierno de peso ha reconocido abierta y explícitamente y para el mundo que un pueblo somos”.
Las ceremonias en las instituciones educativas, señala el Prof. Eli Fuda; uno de los participantes en una conferencia internacional sobre la declaración que se llevará la semana entrada en la Academia de Ciencias de Israel en Jerusalén; incluían también el estudio de la Declaración de Ciro en el libro de Nehemías. Se llevaban a cabo el decimoséptimo día del mes de Jeshvan, la fecha hebreo del comunicado. El ritual, establecía la Declaración Balfour en un eje de la historia judía como un evento significativo como si se tratase de un acontecimiento bíblico formativo. En una de las revistas del consejo de profesores y del KKL se documentó esta ceremonia: Se leía primero un texto de los estudiantes y profesores con la promesa de Dios a Abraham, a continuación, los versos de los límites de la promesa a Joshua (Josué), después la Declaración de Balfour y finalmente se cerraba el acto con el canto de “Hatikva”.
En la comunidad judía celebraban. La cara de Balfour fue grabada en placas de recuerdo, tarjetas postales, carteles, papeles mortuorios, azulejos, platos, alfombras y adornos. También se incluían los rostros de las personas gracias a las cuales se logró la declaración… el Dr. Jaim Weizmann, Nahum Sokolow y Lord Walter Rothschild, inmortalizados de manera similar.
¿El comienzo del conflicto?
Hubo quienes no celebraron la Declaración Balfour: los árabes de la Tierra de Israel. Recibieron la declaración con una serie de manifestaciones, huelgas, protestas, incitación al odio y alzamiento de banderas negras. En el primer aniversario de la declaración se escuchó la nueva canción de Abraham Tzvi Idelson – “Hava Nagila” – escrita y compuesta para la ocasión, aunque en esas mismas horas los negocios árabes hacían una huelga.
Siguieron protestando por lo que consideraban era una “violación de sus derechos” casi todos los años. A veces las cosas llegaban a un punto de derramamiento de sangre real. En 1945, por ejemplo, en el aniversario de la declaración, los árabes reprendieron a los judíos en El Cairo, Trípoli y Alejandría. Muchos historiadores ven en el final de la Primera Guerra Mundial y en el día de la Declaración Balfour como el inicio oficial del conflicto árabe-judío.
Cuando se estableció el Estado de Israel, Lord Balfour fue recordado de diferentes maneras, pero el día de declaración en si desapareció de entre las fiestas judías. “El día que terminó mandato y se anunció el establecimiento del estado”, comentó el profesor Foda, “se constató que la celebración del día de Balfour se había transformado en una celebración innecesaria. En muchos sentidos, pasó por un proceso similar a la el de la declaración de Ciro, que desapareció de la memoria colectiva de los israelíes como una fiesta”.
Los árabes, sin embargo, continuaron marcando el día de la declaración de vez en cuando, incluso después de que se estableció el Estado de Israel. Incluso, durante estos días, 100 años después de la declaración, se está librando una discusión en Londres sobre la iniciativa de círculos pro-palestinos que quieren inundar las estaciones del metro de Londres con carteles en contra de la declaración de 1917.
La próxima semana, mientras la Academia realizará su propia conferencia sobre la Declaración, se llevará a cabo una conferencia palestina en Jerusalén del Este. Abu Mazen y la Autoridad Palestina no permanecen en silencio: recurrieron a los británicos y les pidieron que “se disculparan por la declaración” e incluso que la cancelaran. Los palestinos también amenazan con demandar a Gran Bretaña por apoyar el establecimiento de un hogar nacional para los judíos en el marco de la declaración, ya que su método, dicen, “condujo a la Nakba en 1948”.
La fuerza que poseen 67 palabras
El autor de la declaración, Lord Arthur James Balfour, vivió 82 años y murió en 1930, 18 años antes del establecimiento del Estado de Israel. Él era un hombre de Estado británico y el primer ministro del Reino Unido, un cristiano creyente, sin hijos, y según lo indicado por Guil Weissblei, comisario de la exposición en la Biblioteca Nacional sobre el hombre y la declaración… se trataba de un filósofo desaprovechado. Dos de los libros más raros de Balfour, uno sobre los “placeres de la lectura” y otro llamado “Escepticismo” se mostrarán en la biblioteca, muestran una brillante carrera académica que fue interrumpida en favor del arte de gobernar.
En su tardía carrera política, Balfour publicó su famosa declaración, que era reservada y limitada en comparación con la propuesta de Weizmann, por consideraciones políticas, económicas y estratégicas. Muchas historias han tratado esto en el pasado. Pero no menos importante que eso, Balfour también actuó gracias al impulso y la verdadera creencia que “la religión y la cultura cristiana tienen una deuda insostenible con el judaísmo”. Balfour incluso agradeció a Weizmann por ser el inventor de la técnica de producción de acetona utilizada por los británicos durante la Primera Guerra Mundial. Se trataba de un declarado admirador del movimiento sionista y más tarde dijo que el anuncio que llevaba su nombre, en retrospectiva y en la suma de todo era “lo más apropiado” que había hecho en su vida.
Al cargo de Ministro de Asuntos Exteriores, llegó Balfour casi por casualidad después de servir a principios del siglo XX como primer ministro. No creía que volvería al centro de la arena política, pero un asunto romántico en la élite británica cambió las circunstancias. En un triángulo amoroso participó la hija de Lord Sheffield, la señorita Vanessa Stanley, y dos hombres influyentes que competían por su amor. El primer ministro de Inglaterra Herbert Asquith y uno de sus ministros, judía Edwin Edwin Samuel Montagu, ambos antisionistas.
Cuando Stanley le anunció a Asquith que había decidido casarse con Edwin Samuel Montagu, Asquith, que ya estaba involucrado en varios fracasos políticos, perdió interés y gusto por su posición y renunció al cargo de primer ministro. Su sucesor fue David Lloyd George, quien estaba de acuerdo con Balfour sobre la necesidad de emitir la Declaración sobre el Hogar Nacional Judío y jugó un papel central en las negociaciones para su formulación. Lloyd George incluso logró representar como abogado al movimiento sionista antes de ser nombrado primer ministro (sobre el impacto del caso Stanley en la Declaración Balfour, el Dr. Natan Baron recientemente escribió en el diario Haaretz).
A diferencia de los dos cristianos, George y Balfour, dos figuras judías, el ministro Edwin Samuel Montagu y el diputado Philip Magnus, trabajaron arduamente para evitar la declaración. La correspondencia entre ellos y el gobierno británico sobre el proyecto de declaración también se presentará la próxima semana en la Biblioteca Nacional. Quién descubrió dichas cartas fue el Dr. Hezi Amiaor, curador de la colección de exposición de la biblioteca. Leemos en las cartas que Edwin Samuel Montagu expresaba su preocupación que la declaración iba a dar lugar a que las naciones del mundo procedan a expulsar a los judíos que viven en su territorio, y que se viviría una privación de sus derechos. “¿Por qué los rusos darán a los judíos igualdad de derechos, si su hogar es Palestina?”, preguntó Edwin Samuel Montagu.
El segundo oponente, Magnus, nunca vio a los judíos como una nación, él creía que solo la religión los vinculaba. Magnus sugirió que la declaración solo hablara del “establecimiento de un centro cultural judío en Palestina”. Subestimó el poder del movimiento sionista y advirtió contra la violencia en la región.
Por influencia del judío Magnus, la versión final de la Declaración clarificaba que los derechos civiles de los judíos en otros países no iban a sufrir daños a consecuencia de un hogar nacional judío. La elección de las palabras “el establecimiento de un hogar nacional judío” en lugar de decir claramente un “Estado para los judíos”, también es probable que haya sido por la influencia de las actividades anti-sionistas de Magnus y Edwin Samuel Montagu.
Edwin Samuel Montagu
Philip Magnus
La declaración histórica incluyó un total de 67 palabras, y en el centro de la discusión se posaba la formulación de los conceptos como “nación”, “nación” y “hogar nacional”. El sionismo consideraba la declaración como un reconocimiento de la esencia de sus aspiraciones en la Tierra de Israel. A sus 25 años, mientras millones de judíos eran asesinados por los nazis, Ben-Gurion se negaba a celebrar la declaración, pero la describió como un día de memoria, “una marca valiosa de nuestra lucha por la liberación nacional”.
Por el contrario, el rabino jefe de la Tierra de Israel, el rabino Itzjak Ha-Levi Herzog, escogió en esa hora destacarla como el “inicio del proceso comenzado hace más de 60 jubileos Dios a Abraham”. El 30° Aniversario de la Declaración (1947), recordado unos días antes de la publicación del plan de partición de la ONU, no se celebró debido a la degradación del conflicto con los palestinos, los combates y el empeoramiento de las relaciones con el Reino Unido.
El Profesor Foda, que examinó la consideración de la comunidad judía hacia la Declaración a lo largo de los últimos años, señalo en un estudio las tres razones que condujeron a la disminución de la importancia de la Declaración para los judíos: Primero, en su conjunto, el fin del mandato, el establecimiento del estado y el ejercicio del derecho nacional del pueblo y las fiestas por el Día de la Independencia. Esto, en gran parte, hizo innecesaria la celebración del día de la Declaración Balfour. El segundo fue el hecho que la declaración carecía de elementos tradicionales. Y como tercero y último, la cargada relación que se desarrolló entre Gran Bretaña y el movimiento sionista para finales del mandato británico.
Aun así, señaló Foda, Balfour sigue siendo “un componente importante de la narrativa histórica sionista enseñada, porque era parte de los argumentos presentados en respuesta al problema de la legitimidad de un estado en Israel”.
En una caja fuerte del Museo Británico
La conducta de los británicos, durante sus muchos años de gobierno en la Tierra de Israel, después de la proclamación, no estaba en consonancia con el espíritu de la Declaración y sus redactores. Los británicos publicaron el “Libro Blanco”, restringieron la inmigración ilegal, persiguieron barcos y deportaron a Chipre sobrevivientes del Holocausto que tocaron las puertas del país. Lucharon a muerte contra los movimientos clandestinos que deseaban implementar la Declaración Balfour estableciendo para el pueblo judío un “Hogar Nacional”, ejecutaron luchadores por la libertad y, a veces, incluso ayudaron a los árabes en su lucha contra los judíos. A pesar de todo esto, la Declaración de Balfour siguió siendo un elemento fundamental en el umbral del sionismo político, del que muchos se sustentan hasta el día de hoy.
La copia original de la Declaración Balfour no fue llevada a Israel, y en su lugar, se mostrará una fotografía de la fuente. Los borradores y notas acompañantes también se presentarán por primera vez al público en la exposición de la Academia de Ciencias. El curador Nirit Shalev Khalifa visitó la bóveda del Museo Británico, donde los ingleses mantienen la declaración. En 1924, Walter Rothschild depositó la declaración original. Balfour se la envió originalmente a él para llevarla hacia Jaim Weizmann y el liderazgo judío.
En la caja fuerte también se reserva el texto del proyecto de Gabinete de Guerra británico con las notas de ocho judíos de Inglaterra, sionistas y antisionistas, el 6 de octubre de 1917, aproximadamente un mes antes de la declaración. La Biblia personal de la biblioteca privada de Balfour en su propiedad en Escocia, que fue guardada por la familia Balfour en Escocia, también se presentará a los visitantes.
En 1925, Lord Balfour visitó Israel y tuvo el honor de pronunciar el discurso en la inauguración de la Universidad Hebrea en el Monte Scopus. Cuando se despidió de sus anfitriones judíos de Jerusalén, le regalaron la “Declaración de Ezrah y Nehemías”, dos libros de la Biblia que tienen que ver con la historia del retorno a Sión durante los primeros días del Segundo Templo (hay una película que aparece Balfour hablando en la ceremonia).
En su libro “Los días de las anémonas”, Tom Seguev describe cómo Balfour se fue después de su visita a Israel, en tren, desde Tzemaj a Damasco. Temiendo por su seguridad, bajó una parada antes de Damasco y fue llevado a un automóvil que lo llevó al Hotel Victoria de la ciudad. Una multitud enfurecida lo esperaba en la estación de trenes de Damasco, pero cuando la multitud se dio cuenta que Balfour no estaba en el tren, corrió hacia su hotel en la ciudad. Miles de manifestantes sitiaron el Hotel Victoria donde se hospedaba y le arrojaron piedras.
Con la muerte de Balfour, en 1930, el Gran Rabinato publicó un anuncio pidiendo un servicio conmemorativo y una oración por su alma en todas las sinagogas en Israel. Dado que Balfour era cristiano, fue una llamada sin precedentes. Después de su muerte, Balfour fue conmemorado de varias maneras. Ciudades y calles se nombraron en su honor y plazas se llamaron en honor al “2 de noviembre”, el día de la declaración.
Unas semanas después de la Declaración, en Janucá de 1917, cuando el general Allenby entró por la puerta de Yafo a la Ciudad Vieja de Jerusalén, todavía los judíos no sabían nada acerca de la declaración. Sólo más tarde el liderazgo del Yishuv se enteró de la Declaración Balfour y la relacionó con el documento que “Ciro el ungido le entregó a los judíos” (como decía la Comisión de los Judíos de Jerusalén) y la fecha de la conquista de Jerusalén por los británicos fue calificado por Eliezer Ben-Yehuda como “el día de la Declaración Balfour pero en su práctica”.
Cinco semanas más tarde, como indica Yaakov Gross en su libro “Jerusalén Taraj – destrucción, milagro y salvación”, y sólo después que Jerusalén fuese capturada, “fue posible presentar un cheque en blanco (la Declaración Balfour) en su madurez”. Los turcos se retiraron, Jerusalén se rindió y fue ocupada por los británicos.
La Declaración de Balfour, debería ser notado, no fue meramente un movimiento ideológico-moral. También sentaba bien con los intereses políticos británicos, como lo vio el gobierno británico dirigido por Lloyd George. George trató de desmantelar el Imperio Otomano y su sustitución por un patrocinio gobierno británico que sería asistido por tres entidades: árabe, judía y armenia. La historia moderna no conocía un incidente similar como fue la Declaración Balfour… la preparación de una patria para un pueblo que en su gran mayoría de gente no había llegado a ella aun.
Traducido por Hatzad Hasheni
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