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| sábado noviembre 23, 2024

La guerra que se avecina entre Israel y Hezbolá


Dejando de lado la disputa entre Donald Trump y el Pequeño Hombre Cohete norcoreano, la más probable guerra en el horizonte es la que enfrentaría a Israel con Hezbolá, la milicia chií libanesa que, por la experiencia y el arsenal que viene acumulando, se ha erigido en vanguardia de la pugna iraní por la hegemonía en Oriente Medio. De hecho, ese conflicto representaría un gran paso adelante para un Irán que ha rescatado al régimen de Asad en Siria y es cada vez más poderoso en el Irak post-ISIS. Sólo por estos motivos, esa guerra podría ser un momento crítico para el equilibrio de poderes en Oriente Medio, perspectiva aterradoramente violenta que al mismo tiempo está cargada de oportunidades estratégicas para Estados Unidos.

Como refirió Willy Stern en el año pasado (“Missiles Everywhere”, 20 de junio de 2016), unconflicto entre Israel y Hezbolá sería ominoso y brutal… y para nada breve. Desde su enfrentamiento con Israel en 2006, Hezbolá ha estado acumulando cientos de miles de cohetes, misiles y proyectiles de mortero capaces de alcanzar no sólo las zonas de Israel más próximas a la frontera libanesa, sino sus centros neurálgicos. Ese arsenal incluye cientos de misiles balísticos con capacidad para portar cabezas químicas –sin duda, parte del armamento de Asad logró llegar hasta Hezbolá–, así como una cantidad considerable de explosivos convencionales. Más importantes son los logros relacionados con la precisión: Hezbolá podría en efecto alcanzar no sólo grandes ciudades como Jerusalén y Tel Aviv, también bases militares y aeropuertos. A pesar de su exitoso desarrollo de escudos antimisiles como Cúpula de HierroFlecha y Honda de David, es improbable que Israel contrarreste por completo una serie sostenida de ataques a gran escala.

El líder de Hezbolá, Hasán Nasrala, viene haciendo declaraciones cada vez más belicosas en los últimos meses, y en junio afirmó que sus hombres se verían reforzados en el campo de batalla por “decenas (…) o incluso cientos de miles” de combatientes chiíes procedentes de Irak, Irán, el Yemen, Afganistán y Pakistán. Puede que sólo sea un farol, pero las estimaciones de la inteligencia israelí sitúan dicha fuerza en alrededor de 40.000 individuos. En cuanto a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Iraní (CGRI), además tener a su mando más milicias similares a Hezbolá, han mejorado su capacidad para trasladar fuerzas a lugares decisivos. En la lucha para expulsar al ISIS del oeste de Irak, las proiraníes Unidades de Movilización Popular han desempeñado un papel tan importante como las fuerzas regulares iraquíes y las estadounidenses, y lo mismo cabe decir de su desempeño en los choques que provocaron la expulsión de las milicias kurdas de Kirkuk.

Jeffrey White, del Washington Institute for Near East Policy, lleva mucho tiempo sosteniendo que el próximo conflicto entre Israel y Hezbolá sería muy distinto al episodio de 2006 de esta guerraeterna o a cualquiera de las recientes campañas israelíes contra Hamás. La cantidad de misiles –entre ellos, de crucero antibuque– dejarían pequeños los anteriores bombardeos de Hezbolá; bombardeos que comprenderían versiones actualizadas de los ubicuos Scud y que podrían lanzarse desde el interior del Líbano hacia objetivos localizados igualmente muy en el interior de Israel. En cuanto a las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), podrían perfectamente verse ante un escenario de pesadilla: una guerra de dos frentes con ataques lanzados simultáneamente desde el Líbano y la parte siria de los Altos del Golán. Como White y Michael Eisenstadt reportaron recientemente, un general de los CGRI resultó muerto en un ataque aéreo de las IDF en enero de 2015 mientras se paseaba por el Golán sirio con sus anfitriones de Hezbolá.

Israel no se ha enfrentado a una amenaza tan poderosa desde la guerra de 1973, y el choque con la coalición Irán-Hezbolá-Asad pasará una factura muy alta a las IDF. Para empezar, aunque sus defensas antimisiles estén a la altura de lo que se ha publicitado, no pueden obviar la necesidad de llevar a cabo contraataques en el Líbano y Siria. Aunque las fuerzas aéreas israelíes han dominado durante mucho tiempo los cielos de la zona, la proliferación de sistemas de defensa antiaérea avanzados fabricados por Rusia genera dudas sobre lo rápido que podrían las IDF establecer o mantener –y a qué coste– la supremacía aérea precisa. La mejor manera de eliminar la amenaza de los misiles de Hezbolá es buscar y destruir las lanzaderas. Los israelíes han trabajado muy duro para mejorar sus capacidades de detección de plataformas móviles, pero ésta sería una misión muy arriesgada.

Además, la mejor defensa antimisiles es un ataque terrestre a gran escala. Ambas partes lo saben, y los enemigos de Israel se han preparado arduamente para los contraataques de las IDF –de nuevo, simultáneamente hacia el Líbano y Siria–. Las IDF han trabajado para mejorar la capacidad de supervivencia de su infantería mecanizada y sus fuerzas acorazadas, así como la capacidad de respuesta, letalidad y precisión de su artillería. Por su parte, Hezbolá, que demostró una considerable habilidad táctica defendiendo el sur del Líbano en 2006, ha sumado armamento avanzado antiacorazado y nuevas capas de defensa. El terreno del sur del Líbano y el Golán es muy apto para ello; las IDF tendrán que elegir con toda precaución por qué camino avanzar, emboscada tras emboscada, y eventualmente habrán de adentrarse más al norte y el este que en 2006.

Estos desmoralizantes desafíos tácticos generan también –como en el pasado– problemas estratégicos y geopolíticos. A menudo, la percepción de la victoria cuenta más que el resultado en el campo de batalla, tanto en la región como en la arena internacional. Nasrala sobresale en lo de convertir las derrotas en victorias. La guerra de 2006 empezó cuando Hezbolá capturó a dos soldados de las IDF. En un momento de descuido, poco antes del cese de las hostilidades, admitió que no había previsto “ni siquiera en un 1%” que el secuestro “daría lugar a una guerra a gran escala, una guerra que no se había producido antes en la historia de las guerras”; “de haber sabido [cuál sería el resultado]”, añadió, “no lo habría llevado a cabo en absoluto”. Pero rápidamente la supervivencia se convirtió en un triunfo, y la propaganda caló en medios comoThe Economist, que sentenció: “Nasrala gana la guerra”. Incluso muchos israelíes, especialmente en la izquierda política, coinciden. En un análisis por lo demás ponderado sobre la situación actual, Haaretz concluyó que la campaña de 2006 “sigue siendo un rotundo fracaso”. El listón para la victoria israelí permanece prácticamente inalcanzable.

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A pesar de la sombría visión sobre el pasado y el futuro previsible, lo cierto es que desde 2006 la frontera septentrional de Israel ha estado extraordinariamente tranquila. Lo cual es aún más extraordinario cuando se tiene en cuenta el caos que ha devastado Irak y Siria y catapultado a Irán a la primera línea. Es un alto el fuego que vale la pena preservar.

Le corresponde particularmente a Estados Unidos hacerlo, aunque Donald Trump se encuentra en una posición mucho peor que George W. Bush en 2006. La decadencia del poder y la influencia estadounidenses en todo Oriente Medio desde la retirada de Irak ha tenido consecuencias incalculables. Al mismo tiempo, la guerra que se cierne presenta una oportunidad importante.

Para empezar, aquí la fanfarronería y la belicosidad de Trump podrían ser un activo. Da escalofríos pensarlo, pero si la disuasión depende de crear un efecto mental en el adversario, las bravatas del presidente o su frenesí tuiteador –incluso su amistad aparentemente estrecha con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu– podrían frenar un poco a Irán. Numerosos observadores atentos han apuntado a la relativa cautela de Teherán respecto a Israel. Además, tal vez la iraní sea la única cuestión en la que Trump y sus asesores estén de acuerdo, especialmente en el caso del secretario de Defensa, James Mattis, al que despidió el presidente Obama por centrarse demasiado en Irán. Por una vez, la Administración podría gozar de credibilidad.

Si la disuasión falla y se reanuda el conflicto, será importante que EEUU respalde con fuerza y claridad a los israelíes. Vale la pena recordar en este contexto la guerra del Yom Kipur de 1973. Los israelíes se vieron gravemente sorprendidos cuando el Ejército egipcio cruzó el Sinaí y Siria atacó los Altos del Golán. Las IDF se vieron enseguida en apuros logísticos y también tácticos, y el presidente Richard Nixon, en contra de una fuerte presión internacional, ordenó la operaciónNickel Grass para ayudar a las IDF a reponerse de sus pérdidas. Más allá del apoyo material, el gesto de apoyo político fue decisivo. Aunque los israelíes llevan años preparándose para una guerra contra Hezbolá, su capacidad para sostener operaciones podría verse reducida, y el entorno internacional es igual de hostil que en 1973.

La precaución de Irán ante Israel podría tener que ver con el peligro que percibe, oportunidad que Washington podría infravalorar. Una victoria decisiva de Israel sobre las fuerzas de Hezbolá respaldadas por Teherán sería una oportunidad sin parangón para frenar la avalancha iraní en la región, lo que redundaría en beneficio de la seguridad nacional de Estados Unidos. Dicha victoria podría tranquilizar y relajar a los aliados árabes de EEUU, en particular a Arabia Saudí, los países del Golfo y Egipto, los que más nerviosos están por los vaivenes norteamericanos en Oriente Medio. También recordaría al mundo que, a pesar de las injerencias de Vladímir Putin, EEUU sigue siendo la fuerza exterior más poderosa en la región.

Una reanudación de las hostilidades en las fronteras norte y este de Israel sería una barbaridad que podría alcanzar escalas impredecibles. Si sus aliados en el Líbano y Siria están en peligro, cabe esperar que Irán reaccione en otras partes, lo que representaría un peligro letal para las tropas de EEUU en Irak y Afganistán. Al igual que los israelíes han empezado a prepararse para esta posibilidad, también deberíamos hacerlo nosotros.

© Versión original (en inglés): The Weekly Standard
© Versión en español: Revista El Medio

 
Comentarios

Dios esta con Israel bendito Jesús amén

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