Esta semana, unos días después de la visita de Estado, exitosa y emotiva, del Presidente Reuvén Rivlin a España, llegará a Madrid por invitación del gobierno local el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas. En nombre del equilibrio sagrado. Abbas no recibirá ni la gloria ni el honor que acompañó la visita de Rivlin, porque después de todo, no se trata de un jefe de un Estado existente. Sin embargo, clama a gritos la absurda compulsión española de tratar de apaciguar a los palestinos, una actitud surrealista a la luz de la declaración de apoyo oficial de Rivlin hacia la unidad de España – motivado por la presión local – ante la continuación del conflicto por la independencia de los catalanes.
En España, como en la mayoría de los países de Europa occidental, la política exterior es fijada por los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores y no por los miembros del gobierno elegido. Esto creando una situación dicotómica, en donde los gobiernos europeos son amistosos hacia Israel – como el actual gobierno conservador de España – pero no son capaces de poner en práctica una política exterior amistosa debido a los obstáculos planteados por sus oficinas administrativas exteriores pro-árabes. La renuncia de la Ministra Británica Priti Patel, a raíz de su visita privada a Israel y las reuniones con altos funcionarios que realizó durante dicha visita – una tormenta provocada por la Oficina de Asuntos Exteriores británica – es otro ejemplo del régimen despótico de los funcionarios anti-israelíes en los Ministerios de Asuntos Exteriores contra los gobiernos con una postura pro-israelí.
En estados con realezas, como Gran Bretaña y España, los ministerios de relaciones exteriores también pueden vetar las visitas de miembros de la familia real a Israel. En el contexto de los acontecimientos que conmemoran la muerte de la princesa Diana, se afirmó que ella deseaba mucho visitar Israel, pero se lo prohibieron en el Ministerio de Asuntos Exteriores británico. El príncipe heredero, el príncipe Carlos, cuya abuela está enterrada en Jerusalén, debió esperar la muerte de los estadistas israelíes para obtener permiso para viajar a Israel. Madrid dice que el Rey Felipe, un verdadero amigo de Israel, no recibió el permiso del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid para visitar Israel, a excepción de los funerales de estado especiales.
La lista de “pecados” del Ministerio de Asuntos Exteriores español es muy larga: Apoyo a “Palestina” como un estado miembro de la UNESCO – una decisión que convirtió a la organización en irrelevante; el apoyo y la abstención en las propuestas palestina en la UNESCO en donde se negaba el nexo del pueblo judío con Jerusalén, el apoyo en la Asamblea General de la ONU a la aceptación de “Palestina” como observador, y el apoyo en la condena de los asentamientos en el Consejo de Seguridad siendo España la Presidenta rotativa del cuerpo y las acciones continuas adoptadas por España en las instituciones de la UE… contra Israel.
Como se mencionó anteriormente, la postura anti-israelí y pro-árabe del Ministerio de Asuntos Exteriores español no es inusual en Europa occidental, y tiene un impacto directo sobre la política exterior de la Unión Europea. En un país relativamente amigable como Alemania, el Ministerio de Asuntos Exteriores es considerado un bastión pro árabe, pro iraní y pro musulmán. Las ideas de la diplomacia de Europa occidental siguen siguiendo las tradiciones políticas fijas que fueron aceptadas desde principios del siglo pasado siendo incapaces de adaptarse a las realidades globales y al cambio en Oriente Medio.
Un gobierno nacional israelí no puede permitir que los Ministerios de Relaciones Exteriores en Europa occidental continúen operando contra el estado judío como si su existencia dependiera de la bondad de los europeos. Israel debe proseguir un diálogo sincero y claro con estos países para permitir una normalización de las relaciones entre los dos lados. Luego, entre otras cosas, los reyes de Gran Bretaña y España podrán visitar e incluso vacacionar en Israel, como lo hacen en los países árabes.
Traducido por Hatzad Hasheni
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